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Sentía bajo la palma de su mano el relieve de la cabecera de la cama.

Siempre le habían gustado los muebles de madera, especialmente los que tenían detalles tallados que solo se podían apreciar con un ojo muy observador.

Cualquiera diría que era un riesgo. Un accidente esperando a pasar tener una casa llena de mesas, sillas y habitaciones repletas de muebles hechos puramente de madera... Pero a Lucifer le fascinaba. Le gustaba la textura suave del barniz y el olor ligero que le recordaba a un bosque o a momentos reconfortantes.

Sus dedos temblaron sobre la figura tallada de un cisne y suspiró al ver la mano de Alastor cubriendo la propia casi en su totalidad, entrelazando sus dedos con firmeza y así ejerciendo la fuerza suficiente para que la cabecera dejara de golpear contra la pared.

La otra mano del alfa apretaba su cintura. Los dedos se hundían en la piel de su vientre, como si quisiera regodearse con la sensación que le daba sentirse llegar tan profundo con cada embestida.

Lucifer dejó caer la cabeza con un gemido y un escalofrío le recorrió la espalda cuando los labios fríos de Alastor se posaron en su nuca. Se sentían como una promesa, una amenaza. Algo que no sabía si deseaba o si podría condenarlo... Su cuerpo entero se estaba convirtiendo en un sacrificio para poder ser libre al fin y eso le pareció como una ironía cruel.

Pensó en lo que habría elegido si todavía fuera un adolescente.

Definitivamente se habría reído en su cara. Habría sentido lástima de sí mismo y bastante vergüenza.

Adam había sido una diversión. Un acto de rebeldía para burlarse de su padre y su supuesta habilidad para contratar siempre al personal perfecto. No le había costado nada enredarlo en un juego aunque, al final, los cálculos no le habían salido como pensaba y la broma había terminado por tener el peor desenlace posible para él... Al menos en ese momento.

Aún así, no se arrepentía.

Tenía a Charlie.

Pero Alastor...

Arqueó la espalda todavía más cuando sintió que el alfa le mordía el hombro con la fuerza suficiente para abrir la piel. Lucifer gimió su nombre y su cuerpo se contrajo al sentir que la mano de Alastor se movía desde su vientre a su pubis y bajaba para poder hacer círculos sobre su clítoris hinchado y necesitado de atención.

—Tienes un cuerpo tan sensible... — la voz del alfa sonaba ronca cerca de su oído. Sus feromonas eran casi intoxicantes y pesadas. Estaba claro que quería establecer dominancia... a pesar de que Adam no representaba ningún tipo de amenaza en ese momento —. Todo tú... siempre has sido una oda al erotismo... La imagen viva de la tentación... Y eres mío.

Lucifer se estremeció y la mano que se apoyaba en el colchón cedió un poco, haciendo que su pecho se hundiera entre las almohadas mullidas. ¿Era así como debía sentirse pertenecerle a alguien? Entregarse de ese modo, estar a disposición ajena... Después de tantos años a la deriva, cuando se había considerado indomable...

—Dilo — Alastor se acercó de nuevo a su oído —. Di que eres mío. Dilo en voz alta... Que él te escuche, que lo sepa en su inconsciente... — continuó, soltando los dedos de Lucifer para poder tomar algunos mechones rubios y hacerlo girar la cabeza para que viera a su prometido junto a él.

Adam estaba sumido en la más profunda inconsciencia pero aún así Lucifer sintió que lo recorría un escalofrío cálido por todo el cuerpo. Un pinchazo de adrenalina que se convirtió en cientos al esparcirse por su piel como cientos de agujas diminutas que le hacían pensar en la emoción previa a hacer una travesura, a llevar las cosas hasta sus últimas consecuencias y así ganarse un regaño. Un castigo. Una mirada severa que lo dejara queriendo más.

𝗕𝗹𝗼𝗼𝗱𝗹𝗶𝗻𝗲 𝗦𝗲𝗰𝗿𝗲𝘁𝘀 • 𝗥𝗮𝗱𝗶𝗼𝗔𝗽𝗽𝗹𝗲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora