Extra

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Adrien

¿Quién mierda había inventado las guarderías?

No lo sé, pero estaba sumamente negado a que mis gemelos asistieran a una considerando que mis primeros dos hijos nunca pisaron una.

—Debes darle una oportunidad —insistió mí querida esposa cansada de escuchar mí negativa durante todo el día.

—Sabes que no estoy contento con la idea, y no, aunque haya sido una planificación de hace semanas nunca me hizo gracia la idea.

—Adrien, está siendo necesario que ellos asistan a una. Nuestros trabajos están requiriendo cierta demanda que también debemos atender.

—Renunciaré y me quedaré en casa contigo y ellos.

—Adrien... —suspiró cansada mi bugi mientras pasaba sus brazos dentro de su abrigo.

—No quiero que gente extraña cuide a mis bebés.

—Solo... podríamos darle una oportunidad...

No quería darle una oportunidad a un lugar que tendría durante cinco horas a dos de mis cuatro tesoros más preciados. En cuanto Marinette trajo la idea inicial hace un par de semanas inmediatamente me negué, porque implicaba confiar ciegamente en un lugar desconocido sabiendo de casos, de otras guarderías, en donde solían maltratar desde bebés a niños.

Joder, no quería.

No, no, no.

—Bien —siseé entre dientes con la mandíbula tensa en cuanto Marinette apoyó sus brazos en jarra en sus caderas dándole ese aire mandón que tanto me gustaba—. Pero que conste que no pienso irme del lugar.

—Puede que el primer día nos necesiten unos minutos para la adaptación y...

—No, me quedaré hasta que termine el horario de la guardería —la interrumpí cogiendo mi abrigo.

—No tiene mucho sentido...

—Lo tiene para mí si siento una jodida presión en el pecho que me indica que esto es una mala idea.

—¿Podrías dejar el tremendismo para otro momento?

—Son mis bebés.

—Nuestros.

—Míos, míos, míos —repetí sabiendo que una sonrisa divertida aparecería en sus labios.

—Andando, no podemos llegar tarde.

Suspiré sonoramente cogiendo las llaves de mí auto para luego llevar mis pasos hacia la cochera en donde mis bebitos cargaban con una esponjosa mochila, que más que para guardar algún libro de cuentos era para que sirviera como paracaídas cuando se desequilibraban.

Habían aprendido a caminar hacía un par de semanas y era algo que dominaban con cierta torpeza para sus once meses.

Quise arrancarme el corazón en ese preciso momento al notar que ese logro era su primer eslabón para la independencia. Ya no requerían que los sostuvieran en brazos como antes, y en cuanto yo lo hacía insistían removiéndose para tocar el suelo nuevamente.

—He preparado dos biberones aunque sabemos perfectamente que terminarán usando uno porque les encanta compartir —la melodiosa voz de mí esposa me encantaba, aún así detestaba que se encontrara emocionada con ello—. Adrien...

—He escuchado —murmuré por lo bajo con pocos ánimos—, dos biberones.

—No —su mano aterrizó en una de las mías que apretaba fuertemente el volante para que me relajara—. Yo también estoy un tanto nerviosa y me cuesta aunque no lo demuestre. Aún así creo que es momento de que aprendan a compartir con otros bebés.

Forever us || Adrinette +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora