CAPÍTULO 30 - ABEL

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CAPÍTULO 30 – ABEL

Un año después...

Belinda sonreía enormemente a su pequeño hijo de tres meses que también le sonreía cálidamente. Lo miraba y se enamoraba más y más cada día. En él veía al hombre que amaba, con los cabellos oscuros y ojos grises que podía decir que se convertirían en verdes y no azules como los ojos de ella.

Cargando al bebe se asomó a la ventana para apreciar la vista de la playa. Cuando Collín se había enterado del embarazo, estaba tan feliz que compró todas las cosas que podía necesitar un bebe. Compró una casa frente al mar en Malibú y llamó a una diseñadora de interiores famosa para que decorara el cuarto del bebe y el resto de la casa.

Collín no quería que ella se estresara con mudanzas, ni la decoración. Trataba de hacerla feliz, pero eso simplemente no sucedía. Hasta el nacimiento de Abel se sintió entumecida en el dolor por el tremendo error cometido. Dos meses después de casarse se dio cuenta de que estaba embarazada del hijo de Maddox y ella era una mujer casada con otro hombre, y el padre de su hijo se había mudado a San Francisco con el resto de sus hermanos.

Belinda a veces charlaba por teléfono con los hermanos de Maddox, evitaba hablar de su matrimonio o su embarazo. Desde del nacimiento de Abel no se había vuelto a comunicar con ellos. Mas por el hecho de haber escuchado que Maddox últimamente no dormía en casa y los hermanos sospechaban de una novia secreta. Eso aun la hacía derramar lágrimas, pero sabía que él estaba en su derecho de continuar con su vida.

- ¿Quieres salir a dar un paseo? – le murmuró a su pequeño.

Salió a la terraza y bajó los escalones que daban a la playa y caminó por la orilla con su hijo descansando la cabeza en su hombro bien abrigado de la brisa con una manta azul y un gorro que la mayoría del tiempo odiaba usar y lo hacía llorar sin descanso. La caminata a pie por la arena la llevó a un puesto de jugos naturales. Pidió uno de mora y se sentó en un banquillo de madera con mesa en frente.

Miraba todo el panorama, a las personas, los quioscos, la playa, y a lo lejos vió a la niñera de su hijo bajarse de un auto muy familiar. Distinguió la cabellera rubia del conductor y maldijo cuando vió a la joven niñera besar al conductor en la boca de quien era su esposo. Collín estaba haciendo de las suyas en su propia casa, y eso ella no pensaba tolerarlo.

Collín se estaba comportando así desde hacía dos meses. Sabía por qué. Él por fin había salido de su error de que Abel fuera hijo suyo, aunque ella no se lo hubiera dicho personalmente. Supuso que lo intuía al ver que él bebe no tenía nada suyo.

Caminó de vuelta por el camino de la playa y entró por la terraza encontrándose a su marido en la sala con el celular en el oído cabreado por algún problema financiero.

- ¿Dónde estabas? – le preguntó tapando el auricular.

- Dando un paseo. Voy a acostar a Abel. ¿Podemos hablar después?

- Por supuesto.

- Bien.

Ella lo dejo solo en la sala y fue al cuarto de su hijo, allí se encontró a la joven niñera, no es que ella se considerara vieja, pero la chica era solo una universitaria de primer año que trabajaba en vacaciones como niñera. Recién estaba por cumplir sus veintes.

- Yo me encargo – le dijo a la joven.

- No, déjeme hacerlo. Casi no hago nada aquí y me siento mal por ello – decía la niñera detrás suyo.

- Gillian, creo que voy a prescindir de tus servicios – le decía a la chica mientras ella aun sin voltear a verla cambiaba la ropa del bebé.

Fascinación - Enamorada de un MillonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora