CAPÍTULO 32 – TE EXTRAÑÉ
Las emociones envolvían a Bell. El beso que estaba sucediendo en ese momento no la dejaba pensar.
El ver al hombre que amaba, después de un año privada de su presencia, estaba quitándole el buen juicio, tanto así, que poco le importaba ser vista por los invitados, que seguramente la considerarían una vulgar mujer infiel y exhibicionista. Algo que ella no discutiría, ni se disculparía, porque era lo que reflejaba la situación, y sus propios sentimientos.
Maddox se apartó unos centímetros en que agitados se miraron a los ojos, y fue ahí cuando ella pudo recuperar algo de lógica y razonamiento a la situación, o eso creía. Las dudas y los miedos la asaltaron de golpe, más aún por la furiosa mirada que Maddox le dirigía, manteniéndola en su lugar quieta y expectante.
- ¿Qué haces aquí? – logró preguntar ella, alejándose un paso. Se sentía vulnerable y contrariada a esas alturas.
- Organizando una fiesta – respondió el moreno tensando aún más su gesto facial.
- ¿Hiciste esto? – preguntó confundida a pesar de que sospechaba de los motivos ulteriores de Mad.
- Que más podía hacer, si me ocultas la existencia de mi hijo.
Ella gimió agonizante. Nunca esperó que el fuera tan rápido para darse cuenta de la verdad que llevaba ocultando desde que se casó con el hombre equivocado. Sentía la necesidad de explicarse, pero no sabía cómo. Porque ni ella misma se perdonaba por la estupidez que había hecho.
Con lágrimas en los ojos lo miró y vocalizó sin decir nada, solo para ver como él se negaba a escuchar nada, alejándose apresuradamente.
- Te lo... iba a decir – lloró tapándose el rostro sabiendo que nadie la escuchaba. – Soy tonta... perdóname.
En cuclillas lloró un poco más con el sentimiento de culpa y también de miedo. Miedo a perder a su pequeño niño. Miedo de no tener una oportunidad de arreglar la situación con Maddox. Miedo de quedarse estancada en un matrimonio que la llenaba de infelicidad.
El remordimiento era muy grande.
- Levántate. – Escuchó vagamente la demandante voz de un hombre. Lo reconoció antes de alzar la mirada con gran sorpresa. - Nos vamos.
- ¿Nos vamos? – preguntó sin poder creer lo que oía.
- Sí. No tolero pensar que mi hijo esté con ese hombre.
Ella tomó la mano que le ofrecía y se levantó del suelo algo perdida. Maddox la cubrió con su chaqueta y ella se sintió cálida por su calor y su olor. No se había percatado que temblaba. Se secó los ojos con las manos y respiró hondo para calmarse un poco. Aclarando un poco las ideas lo miró con desconfianza. No quería que le quitara a su hijo.
- No me alejaré de Abel. – Pronunció con fuerza, una que sentía estaba recuperando.
- Lo sé. Por eso vienes conmigo.
Bell vio en sus palabras un poco de esperanza. Por lo que asintió. Esa podría ser la oportunidad que ella había estado esperando todo ese tiempo. Sabía que Maddox era buena persona, y ante todo un buen padre. Ella solo esperaba que la perdonara pronto y que ese último beso significara que aun la amaba.
- Si vamos a hacer esto, debes prometer que vas a escucharme. – Pidió ella para explicar todo.
- Hablaremos. Pero no ahora. Solo quiero que vayas adentro y traigas a nuestro hijo. Te esperaré frente a la salida de la cocina.
Asintiendo, ella respiró profundo y trató de poner un rostro relajado, aunque sentía que no podría ocultar los residuos de las lágrimas en sus ojos rojos. Con una última mirada insegura a Maddox, se alejó rumbo a la entrada de la mansión. Al entrar hizo malabares para evitar saludar a las personas. Entró al tocador y retocó el maquillaje porque no quería llamar la atención con los claros signos de lágrimas.
Al salir del baño encontró a su esposo hablando con los anfitriones. Ella comprendió que debía darse prisa. Escondiéndose entre los arreglos florales llegó al pasillo donde se encontraba el servicio de niñeras para los invitados de la fiesta. Al entrar, las señoras la reconocieron y una se apresuró a acercarse.
- ¿Ya se retira?
- Si, le agradecería que me entregara a mi hijo sin demora. Es que llevo prisa.
- Enseguida. Su pequeño está dormido. Pero no se preocupe, se le dio de comer y también se entretuvo un poco.
La señora le dio a su hijo profundamente dormido envuelto en sabanas.
- Muchas gracias – pronunció con una sonrisa a la señora al ver que había cuidado bien del bebé.
Y una vez obtuvo la pequeña pañalera, salió de allí lentamente tratando de no llamar la atención.
- Disculpe, ¿Dónde queda la cocina? – preguntó a un camarero que llevaba una bandeja vacía.
- Sígame. Esta al final del corredor.
- Oh, muchas gracias por ayudarme.
- De nada.
Ella entró a la cocina y salió rápidamente de allí. Vió el auto de Maddox al pie del descansillo, y se subió rápidamente sabiendo que Collín la estaba buscando. Debian salir pitando de allí.
- ¿Lista? – preguntó Maddox antes de ponerse en camino.
- Lo estoy – se pronunció tras un suspiro luego de ponerse el cinturón de seguridad y acomodar bien a su hijo entre sus brazos.
- Bien. Disculpa si no es el mejor vehículo para un bebé. Iré despacio.
- Eso me alivia un poco.
- No los pondría en peligro. – Dijo él antes de arrancar. Y para su tranquilidad, cumplió en lo de ir despacio.
Ella no pudo evitar sonreír. Nuevamente estaba escapando con él a su lado. Parecía que la vida no hacía más que decirle cuál era su lugar. Esperaba que no fuera tan tarde para remediar sus estúpidas decisiones.
***MADDOX***
Él manejaba con cuidado. La primera cosa por hacer era conseguir una camioneta y un asiento de bebé. Su deportivo era demasiado peligroso y no había espacio. Pero no había podido evitar precipitarse en obtener a su hijo. Los sentimientos mezquinos lo motivaban a actuar por instinto. Tampoco quería dejarla, no toleraba verla llorar a mares y no era tan inconsciente para no pensar en lo mejor para su hijo. Las madres son irremplazables y por ello es por lo que su hijo mayor vivía con su exesposa. Pero en ese momento él estaba cometiendo un delito a ojos de Collín y de la ley, pero ya había hablado con su abogado.
Su dilema sería poner una barrera entré él y Bell. Sería un error caer en sus brazos cuando se encontraban en un gran dilema y aun no la perdonaba por lo de haberle ocultado la existencia de su hijo. Quería castigarla un poco, solo un poco. Por ello se sentía violento con sus emociones por el hecho de tenerla cerca, y la contradicción constituía en querer besarla y hacerle el amor y a la vez someterla con azotes y joderla duro hasta hacerla llorar y desmayar.
Su lado salvaje estaba rasgando su piel por salir y por ello no podía consentir estar con ella o compartir una cama. Ya se sentía traspasado por las sensaciones y emociones al tenerla al lado tan silenciosa, pero era su perfume lo que lo estaba enloqueciendo.
Miró a su hijo tan pequeño dormido entre los brazos de su madre y se arrepintió de sus pensamientos inmorales. Sentía que debía dedicar todos sus pensamientos en reclamar a su hijo y darle un hogar cálido y estable donde vivir y dormir. Donde pueda protegerlo de todo mal.
Tenía que volver a hablar con su abogado para ver que solución encuentra a la petición de imponer su paternidad sobre el nombre de Collín. Esa era su prioridad como padre después de poner a su hijo en un lugar tranquilo y seguro, con oportunidad para esclarecer la postura de Bel con su relación.
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Fascinación - Enamorada de un Millonario
Romance(Alto contenido sexual y erótico) Belinda vivía la perfección hasta que su novio la engañó. Sintiéndose confundida y sin rumbo confiará en un extraño que es todo lo que una mujer podría desear: Inteligente, enigmático, atento, amable, un poco salvaj...