CAPITULO 14 - DESEO

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CAPITULO 14 - DESEO

Esa noche Maddox miraba atentamente a Belinda que se mantenía ajena a todo a su alrededor mientras cenaban en compañía de sus hermanos. Aquella tarde él la había esperado y llamado, sin embargo, su ausencia fue presente hasta caída la tarde. Estaba más que claro que lo evitaba, lo ignoraba, le evadía la mirada, y a pesar de todo él no quiso presionar. Le dio su respectivo espacio y la dejó por esa noche.

La mañana siguiente antes de ir a una reunión importante se acercó a casa de sus hermanos y tocó su puerta del dormitorio en el que dormía Belinda. La encontró muy bien arreglada con un moño alto y un vestido blanco ajustado al cuerpo, su escote en v llamaba a mirar sus apetitosos pechos y perderse allí, pero se recordó que eso no era respetuoso. Ella distinguía por su elegancia sin dejar de ser sensual, cualquier hombre, incluido él querría abordarla y seducirla. Tocar esas curvas que hacían peligrar su mente con sus bajos deseos carnales.

- Buenos días —saludó contemplándola.

- Igualmente ¿Se te ofrece algo? —le preguntó ella de forma evasiva mirándose en el espejo de cuerpo entero, mientras se colocaba unos sencillos aretes de perla.

- Quería que habláramos.

- Si es sobre lo de la otra noche, descuida, te pido disculpas por mi comportamiento inapropiado. Te empujé a hacer algo que no querías, así que mejor olvidémoslo. — Él no pudo evitar fruncir el ceño al oír todo aquello, más cuando ella evitaba a toda costa dirigirle la mirada.

¿Avergonzada? ¿Arrepentida? No lo sabía, pero dejaría clara su postura.

- No me empujaste a nada. Yo quería —aclaró él con seguridad. Bel bajó la mirada y negando se acercó a él recogiendo la cartera en el proceso, y se detuvo.

- Olvidémoslo. Es lo mejor. — La escuchó tras un tenso suspiro.

Él no se consideraba el tipo de hombre que aceptaba una negativa y nunca lo había hecho. Podía ser un creído ególatra con un gran problema de terquedad. Por lo mismo en ese momento él estaba considerando una forma de acción que dejara sin discusión su teoría. Ellos tenían que estar juntos, en una cama, desnudos, para conocer los límites del placer. Ella lo había provocado, ahora tenía que hacerse responsable.

- Lo mejor sería revivirlo y hacerte entender que estas equivocada —dicho eso la sujetó de los brazos y la acercó bruscamente a él inclinando la cabeza para reclamar un beso.

Un reclamo y una proclamación de lo acertado que se sentía aquella intimidad. Ella respondió luego de la momentánea sorpresa.

Las manos de Belinda se sujetaron a su pecho a través de la camisa. Él sintiéndola más dócil bajó las manos a su estrecha cintura. El beso se fue haciendo más profundo, más intenso, más necesitado. La estrechó más y bajó sus manos recorriéndole las caderas hasta dejarlas posadas en su trasero, tan redondo y delicioso al tacto que le apetecía apretarlo y palmearlo con premura. La escuchó gemir al apretarla contra su cuerpo haciéndola sentir en su vientre muy claramente su dureza y virilidad. Segundos después ella se separó de sus labios y se empujó hacia atrás. Rápidamente la tomó de la mano evitando que cayera al suelo al tropezar con la alfombra de piel. Ella se soltó cuando encontró estabilidad. Los dos aun afectados por el beso.

- Tengo una entrevista, y llegaré tarde si no te apartas —logró decir Belinda luego de un momento. Él asintió, necesitaban distancia o apostaba que no podría controlarse. La entrevista era importante para ella y lo sabia bien. Jamás la detendría, aunque le doliera el cuerpo por la tensión.

- Entiendo. Nos vemos después.

Ya tendrían tiempo en la noche para hablar, pensó él. Dejándole en camino libre la vió salir apresuradamente, la siguió porque él también debía irse, tenía papeleo que hacer y luego un almuerzo con su abogado. Le pareció extraño verla subirse a un auto y conducirlo. No tenía conocimiento de que lo tuviera. Luego de unas rápidas cavilaciones su mente llegó a una conclusión, y le molestaba porque eso solo podía significar que ella se había encontrado con Collín Knight. Recordó haberle visto los ojos rojos la noche anterior y con ello entendió que el encuentro se había llevado a cabo en la tarde de ayer.

No podía evitar preguntarse cuando dejaría ella de querer a un hombre que solo la utilizaba. Lo que si sabía era que no se quedaría a mirar como ella volvía a los brazos de aquella basura. Él lo evitaría a toda costa, tenía recursos y si el sexo ayudaba no titubearía en utilizarlo.

***BELINDA***

Belinda caminaba por el puerto costero con una sonrisa con Thais a su lado. Querían festejar el haber conseguido el trabajo. Querían ir a almorzar y beber mucho vino. Encontraron un pequeño bar-restaurante en una esquina y se sentaron en una mesa con vistas a la calle donde se podía ver a personas de todo tipo como: surfistas, skater, grupos de ancianos con algún juego de mesa, niños comiendo helado, adolescentes escuchando música, bañistas, extranjeros, deportistas, parejas paseantes y fotógrafos. Todo perfecto y tan normal que no era difícil sentirse cómoda en ese ambiente.

Un joven les tomó la orden y mientras esperaban les trajo bocadillos salados y dulces con una sonrisa que Belinda interpretaba como que estaba interesado en ella. Se sentía halagada ya que el joven era muy guapo, sin embargo, eso solo le hizo recordar el beso que esa mañana Maddox le había robado, un beso que la había derretido al instante destruyendo todas sus barreras como si sus sentidos gritaran que ella era un fiasco al querer negarse esos placeres.

- ¿El chico te hizo sonrojar? —preguntó su amiga en un murmullo cómplice. Ella negó.

- No es eso. Y no estoy sonrojada —respondió nerviosa, su amiga parecía escéptica.

- Claro que lo estas, pero si no es por el camarero, entonces ¿por qué o quién? —la suspicacia en los ojos de Thais le deban gracia, aunque no la pregunta, no sabía que responder o como evadirla. Nunca podías evadir a Thais a menos que ella te diera la oportunidad y no se la estaba dando, de ningún modo.

- Pasó algo con Maddox esta mañana —murmuró agachando la frente en la mesa rendida a la vergüenza. Decir la verdad apestaba en ese momento.

- ¿Te morreaste con el papacito ese? —chilló su amiga. Ella asintió golpeando su frente dos veces en la mesa. El dolor la distraía.

- Si...

- No seas tan dramática. Besar un hombre así es el sueño de toda mujer sobre la Tierra.

- Lo sé —lloriqueó mirándola como si todo lo que le decía tuviera sentido, pero la situación no la tenía y por eso no podía aceptar que ese tipo de cosas le pasaran con Maddox. El estómago se le contraía y revolvía de solo recordarlo, como si algo la revolucionara.

- No me digas que te sientes culpable por Collín porque te daré una cachetada para que reacciones —le avisó Thais amenazante.

- ¡Noooo! —exclamó, pero luego no estuvo tan segura —No lo sé.

- ¿Qué no lo sabes? —le preguntó su amiga comenzando a exasperarse. Belinda no sabía si era buena idea ser tan sincera.

- Aun lo quiero... —murmuró — ¿Por qué estoy diciendo esto sin estar borracha? —se quejó sabiendo que acababa de decir una idiotez en su sano juicio. — Una cerveza, por favor —le pidió al joven camarero que no dejaba de fijarse en ella mientras atendía otra mesa. Su amiga la miraba fijamente también, intimidándola.

- No me digas que se han visto —la retórica estaba muy clara.

- Tenía que ir a recoger el auto y unas cosas en la oficina —se excusó.

- No, eso fue lo que te dijiste para poder verlo y no sentirte culpable. ¿Por qué te haces esto?

Belinda no quiso responder. Sabía que era una tonta cuando se trataba de lo obvio pero su gran necesidad de sentirse amada era su mayor debilidad. Una debilidad que tenía connotaciones de su solitaria niñez. No necesitaba ir al psicólogo para saberlo.

Quería a Collín a pesar del engaño, él siempre la había cuidado y amado sin descuidarla a pesar de las carencias en su relación. Por eso sabía bien que necesitaba distancia de él o empezaría a justificarlo, solo que había momentos en la noche en que lo recordaba acostado a su lado mientras la estrechaba entre sus brazos, eso se lo hacía difícil. Por otro lado, Maddox, desde el primer momento en que lo vió lo deseó. No se habría dejado caer entre sus brazos y provocarlo si no hubiera sido de ese modo. Tan solo mirarlo a los ojos le aceleraba el corazón, le cortaba el aliento y la hipnotizaba. Todo era muy psíquico y físico que a veces sentía que él podía leer su mente y podía ver a través de ella. Con Collín en cambio todo era más emocional, más necesario y por ende necesitado.

Estaba confundida, pero ya había tomado una decisión.

Fascinación - Enamorada de un MillonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora