Dos

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Los Koslov:

Elynna:

Al llegar a la casa todas las luces están apagadas, y es raro. Porque normalmente siempre dejamos las de afuera encendidas. Saco las llaves y abro las rejas de la mansión, al entrar, subo las escaleras de seis escalones que da a la puerta principal color marrón oscuro. Introduzco la llave y doy un repongo justamente cuando termino de abrir la puerta.

—¡Sorpresa!.—asombrada, miro a las personas que se encuentran frente de mi. Abro y cierro la boca sin saber que decir. Justamente cuando cambie de deseo, pasa ese deseo que nunca se había cumplido hasta ahora. Todas mis familias están aquí.

—Mi niña, ya son veinte años. —Eliza se acerca haciá mi, me da un beso en la frente y me entrega una bolsa de regalos.

—Gracias Eli. —Ella se aleja dejándome ver a mis padres con una torta en sus manos, hay una vela de número veinte encendida esperando que lo apague.

—Feliz cumpleaños hija. —Me dice mi madre. Es un señora de cincuenta y tres años, al igual que mi padre, pero se ven más joven, diría que mi madre se ve más joven que yo.  Mis hermanos; Eliel y Andrew, me abrazan fuertemente entregandome bolsas de regalo. Les agradezco mil veces. —¡Hija se va a apagar la vela!.

Me acerco a este y soplo, no sin olvidarme de pedir mi deseo. Deseo ser feliz.

Si, ahora ese será mi deseo por un buen tiempo. Mi mamá le da la torta a Andrew y se acerca a abrazarme, mi padre la imita.

—Es la primera vez en un cumpleaños mío que me abrazan. —Me es inevitable decir, haciendo que me suelten triste, dándose cuente que es verdad. Suelto una lágrima de felicidad, primer cumpleaños con ellos, primer cumpleaños que me abrazan.  Abrazo a mis dos hermanos.

—Lo sentimos mucho hija, el trabajo ah estado consumiendonos toda la vida. Fuimos a una cena de negocios con los Koslov en Estados Unidos y nos dimos de cuenta que es bonito estar en familia.  Los Koslov vinieron hace una semana de nuevo a Francia, quieren que su hija, Jenna, tenga a su bebé aquí. —Al escuchar las palabras de mi padre, me acuerdo de la mujer embarazada.  Asiento hacia mis padres y luego vamos todos a la cocina a repartir trozos de torta para cada uno.

No pienso discutir, o decirle algo a mis padres. Un trabajo no es una escusa para dejar a sus hijos solos siempre. Tampoco es un empedimiento que por lo menos, una vez al año, esten con ellos. Tampoco los impide hacer una llamada de dos minutos. Ellos lo hicieron porque quisieron. Por fin abrieron los ojos y se dieron de cuenta que mientras los años pasan, están más viejos y no han disfrutado un día con sus hijos. Sea quien sea  la familia Koslov, hizo que abrieran los ojos.

Muerdo un pedazo de mi torta y suelto un gemido, está torta sabe rica.

—Lo hice con mucho chocolate blanco, cómo te gusta. —Me dice Eliza, mi nana. Le lanzo un beso en el aire y ella finge atraparla. Termino de comer mi torta y suelto un bostezo, miro la hora en mi teléfono.

—Me iré a dormir. Son las tres de la mañana. —Le doy un beso en la frente a Eliza, besos en el cachete a mis hermanos y me voy a la habitación. No me preocupo en despedirme de mis padres o porque nunca lo eh hecho, son mis propias familia y no tengo ese tipo de confianza con ellos. Eliza esta haciendo el papel de madre y padre a la vez. Mis hermanos tienen sus propias vidas ya, sus hijos, esposas, ya casados. Ambos trabajan en los negocios de la familia, aquí en Francia mis padres tienen tres empresas, varios hoteles, casas en otros países o en la playa, un motel, y varias tiendas. Ningunos estudiamos en una universidad como tal, mis padres prefirieron pagar tutores que nos enseñara todo sobre administración, contabilidad, finanzas, prestaciones sociales.

Jarev [1] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora