Elynna:
Le doy un sorbo a mi cerveza mientras estoy sentada en una piedra, a la orilla del lago que tiene Jarev en su mansión. Después que la pelirroja me corrió (no literalmente) ya que fuí yo que salí de ahí al escuchar su estúpida voz, vine a sentarme aquí. Ian me dijo que al final de la mansión se encuentra esto, y vaya que es grande. A los alrededores hay cámaras y hombres vestidos de negros.
Necesito pensar.
Me quito los zapatos y meto mis pies en el agua. Está fresco. Suelto un suspiro relajada.
¿Cómo llegué a esto?. Jamás pensé que iba a estar aquí en Rusia, menos usando mis prácticas de enfermería. Me sirvió de algo después de todo. Me acuerdo cuando tenía dieciséis y decidí meterme al curso básico que tenían, como aprender a inyectar, saturar heridas, primeros auxilios, lo básico.
Tomé esa maravillosa idea cuando me dió un gripe infernal y un tos de perro, Eliza hizo lo imposible para que se me quitará rápido. Luego se lo contagié a ella, y no supe que hacer, solo hervía té para que solo tomara, algunos que otros analgésico pero ni medir la temperatura con un termómetro sabía, increíble. Así qué decidí tomar varios cursos, incluyendo esa. Era raro, tomar cursos sola junto a la maestra que me enseñó, ya que todo fué en la casa, una que otra vez, cuando era necesario, íbamos a su consultorio.
Lo que hacía el dinero de mis padres.
—Veo que te gustó el lugar. —Se me forma una sonrisa en cara cuando escucho la voz de Dimitriv.
—Y yo veo que sigues mejor.
—Gracias a una sexy enfermera que vino a ayudar a Jarev y a mí. —Hace una mueca cuando se sienta en una piedra gigante que queda al lado mío. —Bienvenida al mundo de los mafiosos.
—Créeme, ni sé a qué vine. Pero sirvió de algo—Me encojo de los hombros. Después de Ayudar a Jarev que estaba peor, fuí a la otra habitación donde estaba Dimitriv, un balazo pero la balanza traspasó, no se quedó incrustada en unos de sus órganos, al menos. Quedó inconsciente por la perdida de sangre pero nada de otro mundo.
Agarro una piedra pequeña y lo lanzo al agua, haciendo que esta salpique un poco en mi cara, ya que lo lanzé cerca. Debo bañarme aquí adentro algún día. Detrás de esta, veo un sin fin de agua, y las montañas alrededor. Es un hermoso lugar, lastima que el dueño es un gillipollas.
Idiota.
Imbécil.
Que no se me olviden sus otros apodos.
—Deberías llamar a Jenna. —propongo, despues de un buen rato. —La pobre estaba muy angustiada por lo ocurrido. —Sonrío. —Y más cuando una persona le dijo que la amaba. —El empieza a sonrojarse, haciendo que suelte una carcajada fuertemente. —¡NO LO PUEDO CREER! el gran mafioso Dimitriv Romanov está poniéndose como un tómate, te pareces a mi secretaria.
El bufa, parándose de la piedra con cuidado a no lastimar su herida.
—Voy a ir a verla. —Me paro también.
—No puedes ir a verla, no con ese estado, podrías llamarla y decirle que todo está bien, pero no puedes dejar que te vea así, pensará muchas cosas. —El sonríe.
—Como para ser principiante en estas cosas de la mafia eres lista. —Se rasca la barba.
—No necesito estar metida en la mafia para ser inteligente, inútil. —El chasquea su lengua.
—Te entiendo perfectamente. Irina es una bruta incluso dentro o fuera de la mafia. No voy a culpar el tinte rojo que está en su cabeza, porque antes tenía su cabello natural castaño y igual era así—Dice, y se va.
La pelirroja.
Duro unos dos minutos más aquí y después decido volver a la mansión. de lejos puedo ver a Dimitriv adentrándose a este. Camino por el campo de golf encontrándome con mariposas de colores rodeando a las flores que se encuentra en los alrededores.
Al entrar a la mansión, me topo con la pelirroja, que me mira de arriba a abajo con todas las miradas posibles menos con algo que tenga que ver con amor y amabilidad.
—¿Sé puede saber que haces aquí?.—Pregunta de mala manera, lanzándome dagas por sus ojos. —¿Crees que porque te estás follando a mi novio tienes derecho de estar oliendole el culo siempre?.
Ah no, perrita.
Cuando iba a insultarla, aparece Ian.
—Irina. —Ian la fulmina con la mirada. —Te dije que te fueras, ¿Que haces aquí?. Nadie te necesita aquí.—La nombrada abre su boca, totalmente ofendida.
—Deberías de tener cuidado con él, —Me mira, refiriéndose de Ian. —Si es mi hermano y no me apoya en nada, ¿Que quedaría para tí?.
Hermanos.
Ja, con razón no te soporta.
—Créeme, si yo fuera tu hermana, tampoco te apoyaría en nada. Eres el tipo de humano que no debería existir. —Más enojada que antes, pasa por mi lado chocando su hombro contra el mío, y dando pasos fuertes, como si fuese una niña de seis años.
Ruedo los ojos y miro a Ian.
—¿Cómo sigue? —Pregunto.
—Mejor, quiere verte. —Trago saliva. ¿Ver a Jarev?. Está bien que lo haya ayudado, ¿Pero y si me pregunta que hago aquí?. Niego mentalmente mientras sigo a Ian.
Yo formo parte de él.
Bueno, de el él no, sino de la mafia. Sonrío mirando la pulcera que me dió. Si, lo sé. Es para la misión, pero fué algo qué el me dió.
Yo, la menos ilusa.
Suelto un suspiro cuando Ian abre la puerta de la enfermería. Encontrándome con un Jarev pálido y sentado en la camilla, que se ve de lejos que es más cómoda que mi cama en Francia. El hace el amago de sonreír pero termina siento una mueca, no soy yo la que tiene todas esas hematomas y me duele. Avanzo hacia él y escucho la puerta cerrarse.
Bien, estamos solos.
—Acércate, no te voy a comer a menos que tú quieras. —Dice lentamente. Casi sin voz.
Está muy grave.
Acerco mi mano a su frente encontrándome con esta sudada y el temblando levemente. Le está dando fiebre. Cuando iba a alejarme para buscar unos analgésico, me agarra de la mano.
—Gracias. —Agradece, para luego jalarme hacia el. ¿Saben cómo está mi pobre corazón verdad?. Cómo si estuviese en una batalla y no puede parar de guerrear, pero tampoco dudaría que le dé un infarto en medio de la batalla. Mis manos empiezan a sudar y el lo siente. —Estás sudando.
—Tú también. —Respondo a duras penas. Tragó saliva cuando el sonríe sin mostrar su dentadura.
—Pero yo sudo porque tengo fiebre, tú lo haces porque no puedes estar cerca de mí. —Agarra un mechón de mi cabello y lo coloca detrás de mi oreja.
Quiero orinar.
Siempre que tengo nervios me dan ganas de orinar.
¿Se imaginan que me orine un día de estos mientras él está por besarme? Como justo ahora. Suelto un respingo junto a un grito ahogado, cuando se acerca y muerde mi lóbulo. Cuando iba a alejarme, coloca su mano en mi espalda baja, dándome entender que el quiere morirse de fiebre.
O otra cosa
—Sólo mira como te pones. —Susurra, empezando a repartir besos en mi cuello. Cierro los ojos disfrutando el momento. Y unos segundos después los abro de nuevo, cuando siento que Jarev no se mueve.
Ay no.
—Jarev. —Murmuro. Pero este sigue con su cara perdida en mi cuello y su brazo a mi alrededor. —¡Jarev!. —Grito, pero sigue igual.
Genial.
Se a desmayado.
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Jarev [1] ©
Fiksi RemajaCinco años pasaron y los dos cambiaron mucho. Ella ya no es la ingenua de antes que se dejaba manipular, y él ya no es el dulce rubio fiestero. Mientras ella vivió toda su vida con la ausencia de sus padres, él no soportaba más vivir con los de él...