Cuatro

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El rubio.

Elynna:

Estar frente de una gran mansión no me sorprende. Debo admitir que todo se ve lindo, bien decorado, los arbustos bien cortados, rejas gigantes impidiendo la entrada y salida a esta, siendo vigilada por hombres muscusos e gigante.

Rusos tenían que ser.

Ellos me dan un asentimiento cuando cruzo las rejas con la maleta en mi mano y mi mochila a mi espalda. Llevo un mechón de mi cabello negro detrás de mi oreja y miro el jardín, todo se encuentra en perfectas condiciones. Camino por el camino de piedras muy brillantes, podría decir que son diamantes.

—Señorita, puedo llevar su equipaje. —Se me acerca un hombre alto, muy atractivo por cierto. Su cabello es castaño oscuro, no puedo ver sus ojos porque lleva unos lentes de sol negros puestos y un traje a medida. Entre cierro mis ojos haciá el, viene detrás de mi y no lo ví en la entrada, raro. O, no me fijé. Miro al empleado.

—No necesito ayuda de nadie. Anda a vigilar la entrada, yo puedo sola. —Contesto, siguiendo mis pasos hasta quedar frente de la puerta de esta.

—No necesito vigilar la casa de mis padres. —Suelta una risa burlesca al mirar mi expresión. ¿Hijo de los Koslov?.

—Oh, disculpe no quise...

—Como sea, mi nombre es Dimitiv Romanov.

—¿Romanov? —Frunzo el ceño confundida, ¿No sería Koslov?. El rie y pasa por mi lado, adentrándose a la mansión.

—Si, Romanov. ¿Tienes problemas auditivo?.—Bufa. —Pasa. —Abre la puerta permitiéndome el paso. —Eres muy linda como me dijeron.

Cuando entro me quedo fascinada con todo. Está una sala, con silla de cuero y todo perfectamente ordenado. Una escalera caracol a un lado y una puerta corrediza de vidrio detrás de esta, me imagino que da haciá la parte de atrás de la casa. Se puede deslumbrar desde aquí un gran pasillo con varias puertas de vidrios gigante. Y una señora limpiando, Todo es espléndido.

—Vamos, te llevaré a la alberca, está toda la familia allí. —Llama a la señora que se encuentra limpiando. —Ryana, ella es Elynna; hija de los Roussell. Lleva sus equipajes a su habitación que prepararon para ella.

—Bienvenida Señorita Elynna. —Le doy un asentimiento leve, ella agarra mis pertenencias y se dirige a las escaleras.

—Ayer estábamos hablando de tí, me dijo Jennev que te quedarás aquí por unos buenos meses. —Avanzamos hacia la puerta corrediza de vidrio. —No te acuerdas de mi seguramente, pero estaba en tú cumpleaños número quince. —Me tenso al escuchar eso, desde ese día mi vida se volvió más mierda gracias a Gustav. —Él era mi mejor amigo, pero fué un idiota que decidió traicionar a Jerev. —¿Jerev?. Niego mentalmente y lo miro. —¿Todavía sigues con Gustav? —Me pregunta.

—No, no segui...

—Dimitriv. —Suelto un saltito al escuchar una voz gruesa detrás de mi.

—Rubuelo, que bueno que llegaste. —Dimitriv me mira sonriente, luego llega su vista detrás de mi. —Ya llegó Elynna.

—No me importa si llegó o no, es invitada de mi madre, no mía. —Volteo a encararlo. Me asombro al verlo, pero el a mí no.  Es el mismo del hospital, es decir... Que la hija de los Koslov que parió es la misma mujer que ayudé.

—¡Jerev!.—Todos volteamos haciá el grito chillón de una peliroja que entra por la puerta corrediza, empapada de agua. —¡Tú hermana me lanzó a la piscina!. —Dimitriv suelta una carcajada, haciéndo que yo me ría también. Y no me río por la mujer que entró mojada, no. Me río por la manera del que se ríe Dimitiv, es gracioso. —¿Tú quién eres?. —Se dirige haciá mi fulminandome con su mirada.

Jarev [1] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora