Once

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Narrador Omnisciente:

—Debemos comunicarnos lo más pronto posible con París. —Ordena el líder de la mafia Francesa, mientras observa a los hombres que se encuentran sentados en su respectivas sillas. Se encuentran en una sala de junta que se ubica en la mansión del líder francés. Uno de ellos carraspea antes de brindar su opinión al respecto de todo.

—Quedamos en que nos comunicaremos con ella cada seis meses, no podemos levantar sospechas llamándola cada vez que nos plazca; no queremos que le pase algo. —Dice este. El líder suelta un bufido.

—Lo dices porque eres su hermano, el único de aquí que la quiere viva. A nosotros solo nos interesa la información que ella posee para salvarnos nosotros, Gustav.

El nombrado se queda callado tragando su enojo para no desatar un lío, ya que suficiente tiene con estar trabajando con el líder francés para capturar una persona. La mujer de su vida, al quien lo metió preso y gracias a su ahora líder el está aquí sentado en ves de estar entre rejas.

Cuando el Líder iba a formular otra palabra, la puerta de la sala se abre abruptamente dejando ver a la esposa del líder. Su cara de preocupación llama la atención de todos, alarmando a su esposo.

—Eliza está en Rusia.

Esas simples palabras hizo que la cara del líder se pusiera pálido. Barre con enojo todo lo que se encuentra a alcance encima de la mesa, para luego dirigirle a todos una mirada oscura haciendo que todos salieran de la sala de manera inmediata.

—¿Se puede saber cómo mierdas llegó allá?.

—Yo no sé —Responde su mujer. —Pero juro que si le dice algo a nuestros hijos la mato, Eliza está en Rusia porqué allá está Elynna. —El líder niega incrédulo, sabiendo perfectamente que su mujer si lo hará, y el no lo va a permitir, porque según sus escusas, Eliza está viva porque sus hijos la aman, cuando la realidad es; que el la ama a ella.

Estos dos siguen discutiendo pensando que están solos, pero hay un hombre detrás de las puertas escuchando todo.

Asi que estás en Rusia. —Susurra, formando una sonrisa maquiavélica mientras su corazón bombea rápidamente. -En el territorio de los malditos Koslov.

Mientras tanto en Rusia, Ian sale de la oficina de Elynna encontrándose a unos metros a la secretaria perdida en sus pensamientos mientras acomoda unas hojas en una carpeta. Le envía un mensaje a Elynna y se acerca a la secretaria.

—Hola. —Esta se sobresalta poniendo su mano en su pecho, -Siento mucho asustarte, no fué mi intensión. -Ella asiente repetida veces sin saber porque lo hace.

—Esta bien. —Dice ella, cerrando la carpeta. —¿Se va? —El sonríe al ver el sonrojo de la mujer después de hacer esa pregunta.—Que tonta soy, no debí preguntarle eso...

—Ian, mi nombre es Ian.

—Lo sé. —El no sé sorprende al escuchar eso, es obvio que el hacker de Jarev, y el quién vijila las cámaras, puede encontrar en menos de un minuto la identidad de una persona.

Ian revisa su teléfono, al ver que le llega un mensaje de su Líder.

Aceptó.

Ian sonríe emocionado, dejándose llevar por su felicidad mira a la secretaria, para luego estampar un beso en su mejilla izquierda. Por instinto, Karla se aleja después del beso mientras su respiración se torna entrecortada.

—Lo lamento si fuí muy imprudente, pero estoy feliz. ¡Ella aceptó!. —Desconcertada, Karla lo mira con una ceja arqueada. ¿Ella quién? ¿aceptó qué?. Ella sonríe nerviosa y pregunta.

—¿Su novia aceptó ser su esposa?.-El niega divertido, y se despide de ella con un asentimiento, cuando está por meterse al ascensor, dice.

—No, algo mejor.

Así fué, cómo Ian salió de allí con una sonrisa en la cara. Llama a su jefe.

La tenemos en nuestras manos. —Dice, apenas el líder contesta, pero su sonrisa se borra cuando recuerda algo. —¿Si Elynna se entera que París es...?

El no termina de hablar porque el rubio lo interrumpe.

No lo hará, yo me encargo de eso. Pero si se llega a enterar, tristeza por ella, después de todo fué su cuñada.

Eres un demente Jarev.

Lo sé.

Jenna suelta un suspiro y mira a su bebé llenar su carita de mermelada, siente que su pecho se infla de ternura al ver al pequeño Jacov hacer eso. Este balbucea levantando su manita, Jenna chupa su dedito.

—¡Uy pero que rico!. —Exclama feliz.

—Los bebés son tan lindos. —Jenna lleva su mirada a Eliza, que acaba de ingresar a la cocina. —Me hace recordar cuando cuidaba a los hermanos Roussell.

—¿Siempre has estado con ellos? —Pregunta Jenna, mientras limpia su mano.

—Si te refieres a los hermanos Roussell, sí. Desde que nacieron. —Eliza se sirve café y suelta un suspiro. —Me acuerdo cuando Ely tenía cuatro años y lloró un día entero porque no quería bañarse. —Sueltan una carcajada. —Que rápido crecieron, los veo y no lo creo. Por eso hay que disfrutar cada segundo, lo único que queda son los recuerdos.

—Tienes razón. —Responde Jenna, mientras mira a su bebé. —Haré que cada segundo que esté con mi bebé sea memorable.

—Bueno, es mejor que vayas a darle un baño al pequeño, mientras yo hago su tetero. —Jenna asiente y sale de la cocina.

—Ojalá Elynna me perdone si se entera que todo este tiempo estuve guardando un enorme secreto. —Susura Eliza, mientras mezcla la leche.

Elynna suelta un suspiro cansada y limpia sus manos sudada en su pantalón. Hace horas cuando Ian estuvo en su oficina, no puedo concentrarse en su trabajo, los nervios tenía su estómago revuelto, pensando en todo lo que se aproxima.

—Maldito Jarev. —Murmura ella. Cuando escucha un toque en la puerta de su oficina, indica que puede pasar. Haciendo que Karla asome su cabeza.

—Señorita el...

Karla no termina de hablar porque entra Jarev, haciendo que Elynna se pare rápidamente de su silla.

—Puedes irte Karla, hablaré algo privado con Elynna.

La nombrada se va, dejando a estos dos en la oficina. Elynna lo mira furioso y el solo sonríe.

—¿Ahora qué mierdas haces aquí? —Espeta ella.

—Cuidado cómo me hablas.

Ella, al escuchar su ronca voz, se sienta de nuevo de mala gana.

—Te escucho.

—El viernes por la noche París pidió una reservación en un restaurante, necesito que vayas y que sea vea creíble que se encontraron casualmente. —Ella parpadea más nerviosa se lo que estaba antes.

—¿El viernes?. —El asiente.
—¿Estás seguro que es el viernes?. —El pellizca su puente de nariz con enfado.

—No, solo te estoy diciendo que es el viernes jugando. —Dice el con sarcasmo.

—Está bien, si tú dices que es el viernes, el viernes será, el viernes es un día muy bonito y el viernes...

—¡Mierda si, el viernes!. No quiero escuchar más el viernes salir de tú boca. —Exclama este, furioso.

Ella suelta una carcajada, haciendo que Jarev la mire como si estuviese loca.

— Vámonos, Karla se encargará de los papeleos que tienes en tu escritorio.

—¿Para donde vamos?.

—Iremos a comprarte un lindo vestido.

—¿Para usarlo el Vie..—Se calla. —¿Ese día?.

—No, es para que tengamos nuestra primera cita. —Ella empieza a toser fuertemente cuando se ahoga con su propia saliva.

—¿Estás hablando en serio?. —pregunta ella, claramente nerviosa.

—No.

Jarev [1] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora