Catorce

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Elynna:

Bozteso una y otra vez sin parar, mirando la nevera como si fuese lo mejor del mundo. Tengo sueño.

Mucho sueño.

El muy imbécil tiene una habitación de huéspedes pero el prefirió dejarme dormir en el sofá, que a simple vista se veía cómodo pero casi quedo sin cuello.

—Ahora, habla. —Me sobresalto cuando Jarev deja la taza de vidrio soltando humo encima de la isla de la cocina.

Que viva el olor a café recién hecho.

Suelto un suspiro y llevo mi cara más cerca para olfatear.

—Haces eso de nuevo y te hecho el café encima. —Ruedo los ojos.

—Eres muy amargado. Deberías de aprender que es diversión y alegría. —Murmuro. Los ojos me arden. —Es más, estuviera durmiendo si no me fueras levantado a las seis de la mañana.

—Pues que triste. Acostumbrate, porque todos los días debes levantarte  temprano. Ahora,  estamos en una misión y debes contarme todo. —Le da un sorbo a su café. Tiene puesto un pantalón negro y una camiseta blanca, dejando relucir todos sus tatuajes.

—¿Qué debo contarte?.—El suelta un gruñido haciendo que yo sonría.

—¿Cómo que qué debes contarme?, Ayer no fuiste a comer carne a termino medio junto a una amiga, te recuerdo que tiene un plan en nuestra contra y ella no es tú amiga. —Se para de su silla y camina al fregador, dejando allí su vaso. —Esto no es juego Elynna. Debes saber que si estás aquí metida en cualquier momento te pueden matar si no lo hago yo antes. Este mundo no es como se pinta en las películas, aquí mueres por un paso falso que das.

Dejo de sonreír cuando dice mi nombre. Mierda, está enojado. Su vena empieza a marcarse en su cuello.

—Ella nunca se encontró con nadie, solo habló por teléfono. —Empiezo a decir, el se acerca de nuevo y se sienta donde estaba anteriormente. —Sé hablar varias idiomas, incluyendo el italiano, pero ella estaba hablando en francés, con alguien. —El asiente lentamente. —Le dijo a la otra persona que tú lo ibas a matar, y que no podían estar llamandola siempre. Que necesitaba tiempo para cumplir su trato.

Se queda en silencio unos minutos.
Miro como frunce su ceño para luego pasar su mano por su cabello rubio varias veces. Mierda.

El timbre empieza a sonar, haciendo que el salga de su trance. Se para dirigiéndose a la pared de la cocina donde abre colocando las huellas dactilares de su mano y se abren varias cámaras, dejándonos ver a Ian y Dimitriv.  El presiona un botón para luego hablar.

—Pasa. —Dice, para luego presionar otro botón y desde aquí se escucha el sonido de la puerta al abrirse.

Impresionante.

Si estuviera mi abuelita aquí se desmaya con la tecnología avanzada que existe.

¿Cuál abuela?.

Ni ideas.

—¡Rubuelo! ¿¡dónde estás!? Anoche seguro tuviste un buen sexo y por eso ni te atreviste a llamarme para...¿Elynna? —Dimitriv se para en el umbral y más atrás viene Ian, que choca contra Dimitriv cuando este se para en seco. Mira a su amigo, luego a mí, para luego sonreír. —Oh Dios.

—Ni lo pienses. —Espeta Jarev. Pero es tarde, ya Dimitriv había pegado un grito que no dudaría que lo haya escuchado todas las persona que viven en el apartamento. Pobre viejito de sesenta.

—¡Ustedes tuvieron sexo!.

Siento mi cara arder.

—No digas estupideces, ni en mis peores sueño haría tal cosa. —Espeta Jarev, para luego salir de la cocina, llevándose consigo a Ian. —Vamos a mi despacho para indicarte que harás con las armas.

Jarev [1] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora