Nueve

1.9K 126 2
                                    

Elynna:

Tomo un sorbo de mi vaso de agua mientras camino de un lado a otro. Están todas las luces apagadas y todos se encuentran dormido. Puedo simplemente salir y montarme en el audi negro de Jarev que me está esperando afuera, o devolverme a mi habitación para colocarme mi pijama e dormir. Pero las ganas de saber a dónde me llevará Jarev esta noche son infinitas.

Decido tomar el riesgo y salir de mansión. No puedo ver nada dentro del auto porque los vidrios son polarizados. Abro la puerta copiloto sintiendo como su intensa mirada me quema.

—Vienes tarde, todos se acostaron a dormir hace dos horas. —Me encojo de hombros.

—Me estaba dando un baño relajante. Algo más importante que estar aquí contigo. —Dejo mi teléfono en mi muslo desnudo mientras el enciende el auto. Lleva puesto un traje negro, mientras yo voy vestida con una falda short muy corta y una camisa de Andrew, mi hermano.

—¿De quién es esa camisa? —Pregunta después de unos largos minutos mientras gira el volante y sigue manejando entre las calles solitarias. Frunso el ceño ante su pregunta.

—Eso no es asunto tuyo.

—Bueno.

Media hora después estamos aparcados en el estacionamiento de un club, de su club. Mierda seguro viene a prostituirme también, o venderme. Cuando pienso que el no puede sorprenderme más, sale del auto rodeando este mismo para abrirme la puerta del auto. Lo miro anonadada sin poder creerlo haciendo que el suelte un bufido.

—¿Es que acaso acabas de ser caballeroso? —El chasquea su lengua poniendo cara de fastidio. —Ya, está bien. —Salgo del auto y lo cierro de un solo portazo. —Imbécil. —Camino a la puerta del club y apenas el mastodonte que se encuentra en la entrada ve detrás de mí, me deja pasar. Claro, el dueño viene conmigo. Ruedo los ojos al escuchar las maldiciones de todas las personas que se encuentran haciendo la cola para pasar. Pobrecitos.

Es increíble que todo esté escándalo no se escuche afuera. Una ganas inmensas me incita a bailar cuando escucha la música afro retumbar el lugar. Diablos, que magnífico es escuchar música así. La música es vida, la música lo es todo.

Dios bendiga a todos esos cantantes.

Siento un jalón en mi brazo haciendo que suelte un jadeo, quema. Su mano me envía corriente eléctricas por todo mi cuerpo, en especial mi vagina. Jarev me arrastra en un pasillo haciendo que me ponga un poco nerviosa. Es el mismo pasillo que la otra vez. Definitivamente este día es mi fin.

Suelto un grito ahogado cuando el rubio me empuja bruscamente dentro del ascensor hasta dejarme pegada contra el espejo de este.

—Si quieres que nos llevemos bien, deberías dejar de hablarme así. —Me voltea dejando mi cara estampada en el espejo, sin mucha presión y no ocasionandome daño. Abro mis ojos que se encontraban cerrados para clavar los míos es sus azules. —¿Entendido?. —Muevo mi cara con la intención de negar, pero me quedo paralizada cuando rozo mi nariz con la de él haciendo que este se tense y empriete su mano en mi cintura.

Que calor.

Bajo mi vista a su labio a la vez que el repite mi acción. Cuando estoy a punto de cometer una locura, el agarra mi palma que sin darme cuenta, estaba temblando. Trato de controlar mi desesperado corazón y limpio el sudor de mi frente mientras me alejo. Mierda Elynna. El carraspea y se digna de por fin presionar el botón del ascensor.  Esperamos unos segundos en silencio hasta que el ascensor se abra de nuevo, dejándonos ver un nuevo ambiente con mujeres con las tetas al aire caminar a un lado a otro, mientras los hombres las devoran con la mirada, otros en el bar tomando, bailando, hablando.

—Antes que digas una estupidez, no vengo a prostituirte o algo por el estilo. Vengo a aclararte un par de cosas. —Habla el rubio y mete sus manos en su bolsillo mientras caminamos hacia el bar. A penas llegamos al taburete se acerca un hombre vestido de bartender. —Dos Whiskey a la roca. —Ordena.

—Enseguida señor Koslov.

—Tengo varios negocios; tanto legales como ilegales. Nadie de la familia sabe de esto, solo Dimitriv, tú y mi persona. —El hombre nos trae la bebida. Le doy un pequeño sorbo que podría decir que solo mojé mis labios, mientras Jarev se bebe medio trago. —Te puedo asegurar que las mujeres que están aquí están por voluntad propia. Ninguna de ellas están aquí obligadas. Son mujeres que quieren hacer esto porque necesitan el dinero, o les encanta esto. —Termian su trago. —Tengo información de cada unas de ellas y un cantrato de confidencialidad. Si se quieren ir de aquí, no hay problema, pero sin que ellas sepan serán vigiladas por un año para asegurarnos que no les dirá nada a nadie.

—¿Y si le dice algo a alguien? —Pregunto, totalmente sorprendida por su explicación.

—La matamos. —Suelto un grito ahogado al escuchar eso.

—¿Que qué? —Pregunto incrédula. Pero el me ignora y pide otro trago. —¿Serías capaz de matarlas?.

Estúpida. Pues claro que sí.

No sé porque me sorprendo, si es obvio. Una persona que está muy metido en cosas ilegales debe matar, derramar sangre para poder ganar.
Decidida a salir de aquí, niego y camino hacia la salida, pero siento como me agarra del codo.

—Si decides irte no te contaré todo. —Me zafo de su agarre y volteo para encararlo. —Eres la segunda persona que conoce mi familia que lo sabe, y necesito que se mantenga allí. No puedo correr el riesgo que digas algo.

—¿Porqué quieres aclararme todo?. —Entrecierro los ojos. —Se nota a leguas que no eres el tipo de persona que va por la vida aclarando cosas.

—Quiero aclarar todo para que no cometas una locura que después lamentarás.

Es que el acaso...

—Si voy y le cuento todo esto a tus hermanos y padres. ¿Qué harías?. —El suelta un bufido. —Dime. ¿Me vas a matar?.

—Es lo más probable, y le caes muy bien a mis familias como para matarte.  Y no creo que quieras que deje a Gustav acercarse a tí. —Niego repetidas veces. —Eso pensé.

—¿Te mantienes en contacto con él? ¿aún son amigos? ¿Le dirás que estoy aquí? Por favor no lo hagas yo...—Comienzo a decir disparates hasta que el me frena.

—Lo que más odio en esta vida es la mentira y la traición, siempre diré que la traición se paga con muerte, y el me traicionó. —Brama enojado.

—¿Que te hizo? —Pregunto.

—Me quitó a la persona que un día amé mucho.

—¿Te traicionó por una mujer? —Frunso el ceño. ¿Será que es por eso que Gustav no me quería? ¿Tenía a otra que a Jerev le gustaba?.

—Si, pero no es cualquier mujer, es una muy especial. —Se me queda mirando fijamente. —Vamos a mi oficina de aquí, y hablemos bien. —Asiento dispuesta a seguir viviendo así sea unos años más y lo sigo, pero obviamente hace una parada para pedir una botella de vino.

—¿Vas a tomarte todo eso solo?.

—No nena, dentro de mi oficina tengo mi ron esperando por mi, la noche es muy larga y tú te tomarás este vino.

¡Pido disculpa por tardar tanto en actualizar!. La verdad es que no eh tenido inspiración para escribir, pero aquí está, un capítulo más. ¡Espero que lo disfruten!. .

Besitos:)

Jarev [1] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora