Elynna:
—Buenas noches señorita, ¿nombre de reservación? —Me quedo paralizada mirando al señor de traje negro hecho a medida que se encuentra esperando una respuesta de mi parte.
—Elynna. —Digo, siguiendo las indicaciones de Jarev. El hombre asiente y se hace a un lado para dejar que yo pase. Al entrar al lugar agradezco mil veces a Jarev por hacerme poner este vestido.
—Buenas noches, déjeme guiarla a su mesa. —Se acerca una chica pelinegra a mi lado sonriendo de oreja a oreja.
No me sorprendería que se le callera la mandíbula un día de estos.
—Mesa número 10, cómo lo ordenaste; lejos de la multitud. —Quería protestar y decir que yo no ordené nada, que odio los restaurantes elegantes, pero tuve que contenerme por Jarev. Avanzamos entre las mesas de las personas ricachonas que se encuentran comiendo, me es inevitable rodar los ojos. ¿Cómo se pueden llenar con esos platillos?, literalmente lo platos se encuentran vacíos. Nada mejor que comer en un puesto de perros calientes en la calle.
Podía venir de una familia adinerada, tener mucho dinero, pero Eliza me crío de una manera muy distinta, y la mejor. Mientras mi madre me llenaba de dinero, Eliza me daba lo que más necesitaba, un abrazo y alguien con quién charlar.
—Muchas gracias. —Agradezco a la mujer que me trajo a la mesa, es agradable. Pero si sigue sonriendo así, le dará algo.
—Estamos a la orden.—Se inclina a un lado de la masa para agarrar el menú y colocarlo frente a mí. —Puede tomar su orden muestras atiendo a otros clientes. —Asiento. Ella se aleja mientras yo me dedico a mirar el menú. Todo esto es basura. Podría comprarme cinco platos de comida aquí y quedaría con hambre.
Lo sé, soy una tragona.
Decido pedir una botella de vino, una ensalada y un pedazo de carne a termino medio. Cuando llega de nuevo la misma mujer, ordeno lo que voy a pedir y se va.
—¡Mierda! —Escucho una exclamación detrás de mí, pero en otro idioma, mi idioma natal, francés. —Jarev te va a matar si sigues así. —Es París, hablando francés. Decido no voltear y escuchar lo que dice. —no pueden llamarme todo el tiempo, Joder. Necesito más tiempo, estamos cerca.
La mesera se acerca con el vino y vierte un poquito en una copa.
—Que disfrute su bebida, en dos minutos traeré su comida. —Se retira de nuevo.
—El jefe se puede meter sus órdenes por el culo Gus, necesito más tiempo para cumplir nuestro trato. —Ella empieza a toser, al parecer, se ahogó con algo que estaba bebiendo, ya que se escuchó el vidrio de una copa impactando contra la mesa. —¿Cómo que está aquí en Rusia?, mierda.
Cuánto deja de hablar por teléfono, me levanto de mi asiento.
Es hora.
—¿París? no puedo creer que seas tú. —Fingo sorpresa acercándome a ella.
—Emm hola. —Ella intenta disimular su cólera y me mira.
—Me puedes decir Ely. —Digo, tomándome el atrevimiento de sentarme frente de ella.
—¿Qué haces aquí sola? —Me pregunta, antes de agarrar su copa y darle un sorbo.
—Estaba esperando a un amigo, pero al parecer me a dejado plateada. —hago una mueca tratando que se vea creíble. —¿Cómo van las cosas con tú novio?.
—Ese maldito. —Gruña. Se da de cuenta lo que dice y abre sus ojos sorprendida —Lo siento, no sueño ser grosera, pero saca todo de mí.
—Te entiendo. —sonrío. —Los hombres no pueden ver un agujero sin querer meter el pene. —Soltamos una carcajada.
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Jarev [1] ©
Novela JuvenilCinco años pasaron y los dos cambiaron mucho. Ella ya no es la ingenua de antes que se dejaba manipular, y él ya no es el dulce rubio fiestero. Mientras ella vivió toda su vida con la ausencia de sus padres, él no soportaba más vivir con los de él...