Pequeño e insignificante dilema

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-Oye, Reg ¿Estás bien?- Sirius se acerca a su hermano con paso sigiloso. Regulus quiere decirle que no, que no está bien. Que se muere, que extraña a sus amigos, que no puede seguir así. Pero no dice nada, asiente, pero sabe que Sirius no le cree.

Bien. El problema es más pequeño de lo que parece pero Regulus tiende a exagerar (eso dice él) todo se resume en que no quiere perder. No está dispuesto, pero hasta ahora no se había dado cuenta que, sea cual sea el número que salga en los dados, perderá.

Le gustaría decir que no le afecta en lo más mínimo que Barty lo ignore en la clase de cuidado de criaturas mágicas, le gustaría decir que no siente un golpe en la boca del estómago en cuanto Evan no lo saluda en el comedor. No le gustaría admitir que extraña la atención de Jordan.
Los ve, estudiando en la biblioteca, en la mesa de tres, como si implícitamente no estuviera invitado. Los ve debajo del árbol cerca del lago negro, leyendo o durmiendo, sin él.

Le duele y no tiene derecho a sentirse mal porque, de una u otra forma, él los cambió. Pueden llamarlo egoísta, pero era hora de que tomara su oportunidad, solo que no sabía que el precio a pagar era su amistad con las únicas personas que se preocupan genuinamente por él.

Están en la estación King Cross, esperando a los padres de James. Solo pasará una tarde y listo. Tal vez decida quedarse, tal vez decida olvidarlo y permanecer en casa. Tal vez decida huir con... Bueno, antes era una posibilidad.

Ve a Jordan y a Evan alejarse junto a Barty, seguro tienen planes juntos, seguro irán a Londres. En su imaginación todo esto se desarrollaba diferente; se suponía que les contaría todo, ellos lo esperarían y lo ayudarían a escapar si era lo que deseaba.

Jordan dijo que lo iba a recibir... Antes era una posibilidad. Ahora no lo sabe.

Siente una mano en su hombro y no puede evitar la sorpresa.

-¡Es una verdadera locura que estés aquí ¿No?!- James sonríe con ahínco. Sus ojos se hacen pequeños a través de sus gafas, siempre tan lleno de energía, a Regulus lo agota un poco- Aún no puedo creer que Slug te haya dado permiso de hacer eso ¿Cómo lo conseguiste?

Si Regulus no estuviera sensible, tal vez no tendría las ganas insaciables de mandarlo a la mierda que tiene en este momento. Pero se está esforzando, así que suspira.

Esto también es un problema, porque es muy confuso. James es sencillo, lleva el corazón en la manga, todo es tan ligero y sencillo... Es él quien complica todo. Porque parece que a James le gusta y Regulus sabe que le gusta James... Pero ¿James Potter? ¿Te estás escuchando? El capitán del equipo de Quidditch de Gryffindor, el mejor amigo de tu hermano, el tipo coqueto que perdió su virginidad en el baño del tercer piso luego de una fiesta de Ravenclaw. ¿Qué rayos te pasa? Literalmente lo has odiado desde que Sirius mencionó su nombre cuándo tenía 11 años, hombre, ¿Donde dejaste tu materia gris?

-Solo le pedí un permiso especial, para que le informara a mis padres- Dice, intentando esconder cualquier atisbo de fastidio o emoción.

-Oh, pero que inteligente eres. Todo un cerebrito- Mientras habla, James despeina el cabello ondulado de Regulus. Con indignación y cansancio, Reg aparta la mano de James.

-No es para tanto, ni siquiera fue idea mía- El semblante de James se endurece un poco

-¿Entonces a quién se le ocurrió?

-A Jordan.

Podemos decir que el autoestima de Regulus es bastante... escaza. Realmente nunca se le pasa por la cabeza que la razón por la que James dice "Ah, ese bastardito de mierda" no es porque se trate de una especie de insulto adulador, sino más bien porque está jodidamente celoso.

Vamos a ver. Todo el rollo con James se originó la misma tarde en la que lo solicitó para hacer unos recados. La tarea del basayo, era más que nada acompañar a Regulus con el profesor Slug, Jordan había sugerido mencionarle que su padre, un político en asenso, había solicitado la presencia de un jóven Black para una encuesta a los hijos de sangre pura de Gran Bretaña, esto, de una manera myt discreta, ya que el Señor Miller, es un mestizo poco querido por el padre de Regulus, el señor Orion Black. Un cuento bastante rebuscado, la verdad. Pero el profesor lo creyó y le envió una lechuza a los señores Black para informarles que requeriría la presencia de su hijo en Hogwarts para organizar un asunto de prefectura. En fin, que James no estaba enterado de las maldades de los chicos de Slytherin. Después de eso solo fueron algunas prácticas de Quidittch y luego unas de esas terminaban en besos. ¿Qué como? Regulus aun no sabe la respuesta. Podría estar alucinando, de hecho, se ha llegado a dar cuenta de que la situación parece tan irreal que, solo el hecho de que sus amigos lo ignoren, parece mantenerlo enterado de que si, en efecto; está haciendo todo lo que eestá en sus manos para hacer que Sirius no se seinta avergonzado o con una necesidad demencial de meterlo en una bolsa de papel, prendere fuego, y dejarla en la puerta de Grimmuld Place

Sus padres le otorgaron un permiso de tres noches. Y tendría que regresar solo a Grimmuld Place. Eso estuvo bien. Tan bien que ahora está con un James malhumorado en la estación Kings Cross. 



Lo que le sorpende a Regulus al final del día, no es la amabilidad de los padres de James, que se comportan como si también lo fueran de Sirius.  Tampoco es la enorme y cálida casa, tampoco. No le sorprende minimamente el trato agradable que recibe.

Lo que le sorprende, es que no sabe que hacer con la calidéz en su pecho. Tiene una carta para Evan, intentando resumirle todo lo que pasó y lo que cenaron, pero Ghost, su preciosa lechuza, se quede allí, en el marco de la ventana esperando la puta carta.

Regulus decide no enviarla, así que la tira. Entra en las cobijas suaves de la cama de invitados y duerme con tranquilidad.  

En el nido de las serpientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora