Retrospectiva mental, recuerdos de una vida: Pandora

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Era 5 de noviembre. Hacía frío y la casa era un verdadero caos. Los críados chillaban y los tacones de los zapatos de su padre resoaban en la habitación. Una tela gruesa la cubría, el interior era tibio pero podía sentir el ambiente hostíl de afuera. 

De repente, un destello. Una luz extraña que la atraía. Se movió evitando a toda costa ser atrapada, pero una fuerza extraña la empujaba. Su hermano estaba allí, pero más atrás y él también la empujaba. Tuvo miedo. No quería irse.

Cuando sus pulmones se llenaron de aire, lloró.

Pandora recuerda todo. Recuerda el sabor a metal y la sonrisa de la partera cuando decía "es una niña preciosa." Recuerda el latido del corazón de su madre, cuando la acostaron en su pecho, recuerda la calidéz y el repentino sentimiento de soledad en cuanto notó que su hermano no estaba con ella.

Caundo Evan llegó al mundo, Pandora sintió como algo dentro de ella encajó. Su sola presencia llenó el vacío dentro de su pecho y entonces su llanto cesó. Evan no lloró. 

Los recuerdos se apelmasan en su mente y se desenrollan como el estambre de la caja de hilos de su abuela. Corren y entre más tira de su mente, más aparecen. 

Recuerda el primer trance que tuvo, Evan estaba con ella (como siempre) y de repente todo se volvió negro. Cuando volvió en sí, Evan lloraba y acariciaba su cabello, como si no supiera que hacer. 

Evan le contó todo lo que dijo.

-Algo así como... "Están en la bruma, el tiempo es corto y los retazos se esparcen por el suelo. Solo estará solo si lo decide"- Tenía los ojos idos mientras recordaba, sabía que estaba intentando entender a lo que se refería, pero pronto ambos se darían cuenta de que no había sentido en querer entenderlo. 

Su padre había obligado a la partera y a los críados a guardar el secreto y a confirmar que Evan había nacido primero. Todos juraron que lo harían, por lo tanto, mientras su hermano era siempre educado sobre la magia, su madre se encargaba de hacerla una señorita. Una doncella apta para contraer matrimonio. Pandora amaba a su hermano, pero no envidiaba su posición, ser críado con mano dura era... duro, valga la redundancia. No estaba bien pergarle a una doncella, por otro lado, a los varones se les inculcaba la dureza de corazón... A través de la flagelación del cuerpo.

***

La comida está caliente y Pandora entra a la alacena con sumo cuidado. Sus padres salieron hace poco, pero sabe que es el mejor momento para actuar. Con el plato lleno, y los nervios a tope, quita una baldosa floja de la entrada del armario, dejando un pequeño hueco. La manita de de Evan aparece por el agujero y saluda con entusiasmo. Pandora sonríe pero sus ojos se llenan de lágrimas.

Acerca el plato un poco y Evan lo toma.

No ha sido la primera vez, pero ha sido la más fea. Ella sabe que la única razón por la que castigan a su hermano encerrándolo en el armario es porque le quedó marca. Lleva una semana encerrado.

-¿Te sigue doliendo?- Los sonidos de Evan al comer le hacen compañía mientras ella espera sentada en el piso.

-No. No mucho- Su voz está quebrada, no se escucha bien.

-¿Tienes agua?

-No. 

-Bueno, iré por un poco. Espera aquí-

Se sintió completamente idiota. ¿En dónde quieres que espere? Boba.

Hizo el camino del armario a la cocina y fue por agua. Lamentablemente no sabía en qué servirle, los vasos eran altos y no sería posible pasarlos por el espacio que lograron abrir. Mientras se decidía, la puerta principal se abrió. Escuchó pasos bastante cerca y se paralizó. Echó a correr en dirección al armario para poder poner la baldosa en su sitio, pero era tarde.

En el nido de las serpientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora