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―¡Profesor Lee! ¡Hoy he tumbado a Seungmin! ¡Dos veces! ¿Lo has visto verdad?

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―¡Profesor Lee! ¡Hoy he tumbado a Seungmin! ¡Dos veces! ¿Lo has visto verdad?

―Lo vi, lo vi.

―Solo fue por dos segundos. ―replicó Seungmin.

―La próxima serán veinte. ―dijo Jeongin.

―No habrá una próxima.

―Bueeeeeno, Jeongin, toma. ―le entregó una tarjeta dorada con un nombre grabado.

―¿Jisung? ¿Esto es para mi profe? ¿Va a venir con nosotros?

―Le voy a dar clases particulares, a ver si así coge confianza.

―¡Qué guay! No te preocupes, se la daré mañana sin falta.

―Eso si te acuerdas, porque no te acuerdas ni de traer un lápiz. Si pudieras quitarte la cabeza te la dejarías en casa. ―Seungmin fue contundente, lo dijo todo serio y levantando los hombros.

―Cierto, en ese caso, se la darás tú, ¿vale Seungmin? ―el profesor le quitó la tarjeta de la mano a Jeongin y se la puso delante a Seungmin.

Seungmin suspiró y la cogió.

―Vale, pero no me pidas que haga nada más. No quiero ser el cartero de nadie.

―¡No es justo! ¡No iba a olvidarme!

―Bueno, bueno. Gracias Seungmin, Jeongin, nos vemos el próximo día, que lo paséis bien. ―el profesor los empujó fuera del aula y se quedó dentro, sonriendo.

Mañana será un gran día.

Se levantó muy temprano el siguiente día. Estaba lleno de energía, sacó a correr a sus perros y luego cogió el coche para dirigirse al centro. Hoy no tenía ninguna clase, tenía el tatami para él solo.

Se puso a hacer estiramientos y luego entrenó hasta acabar tumbado en el suelo del cansancio. Sudaba y estaba exhausto. Estiró los brazos y las piernas todo lo que pudo y se quedó mirando el techo.

Jisung... ¿en qué estarás pensando ahora? Me pregunto si a ti también te hacen ilusión estas clases, o si soy yo el único bobo aquí.

Minho estuvo toda la mañana en su aula, luego salió a comer y regresó solo para quedarse tumbado leyendo su novela en mitad del tatami y soñando despierto.

Una mano delicada bajaba el libro que tenía apoyado en la cara. El profesor abrió los ojos y recibió una cálida sonrisa del hombre que estaba esperando. ―¿Por qué has tardado tanto, profesor? ― El maestro no le respondió con palabras, sino que sujetó la cara del profesor con sus manos y aproximó lentamente los labios a los suyos.

Minho agitó la cabeza y despertó de sus fantasías con una sonrisa. Se acercó a su bolsa de deportes, ya eran las siete. Parecía que el tiempo no daba avanzado.

Profesores #2 ; MinSungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora