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Estaba amaneciendo

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Estaba amaneciendo. Minho abrió ligeramente los ojos y cogió una buena bocanada de aire con un perezoso bostezo. De nuevo, aspiró ese dulce olor que calentaba su pecho y le embargaba de felicidad.

El maestro estaba girado hacia el, aun dormido, con la boca entreabierta y respirando en silencio. Los rayos de luz que se colaban por la ventana llegaban hasta él, bañando su pelo color chocolate, dibujando hermosos destellos.

Un escurridizo mechón se disponía sobre sus párpados, terminando sobre el puente de la nariz. Minho se acomodó poniéndose de medio lado. Extendió la mano y apartó suavemente el mechón para colocarlo detrás de su oreja.

Ese pequeño gesto, había estado deseándolo toda su vida. Siempre había querido a alguien a quien cuidar y proteger, sin saberlo, lo tenía delante.

Era cálido, dulce, amable, bueno, pero a la vez le infundía un gran respeto; por su trabajo, por su determinación, por su fortaleza y su sonrisa. No encontraba fallos. El único fallo que veía era él mismo. Un hombre depresivo e introvertido que no hace más que cuidar de sí mismo. Un egoísta que solo atiende a sus socios y cuida a sus perros.

Pero ahora te cuidaré a ti.

Jisung empezó a abrir los ojos y se estiró. No pareció percatarse de su presencia hasta unos segundos después.

―Buenos días, ahora que te has despertado puedo ir a hacernos el desayuno. ―le dijo al maestro.

―Buenos días, no hace falta ya voy...

―Insisto.

Saltó de la cama, se puso el pantalón y fue corriendo a la cocina. Hoy había más ingredientes con los que trabajar. Buscó su sexy mandilón, que ahora ya era suyo, y se puso manos a la obra.

Cortó unas rebanadas de pan y las puso en la tostadora, luego puso a hacer el café, exprimió unas naranjas y batió unos huevos para obtener un desayuno completo. No tardó demasiado, todo eso se hacía rápido.

Jisung apareció cuando estaba todo hecho.

―¡Vaya! Esto es demasiado... ―le dijo, y Minho se giró para dedicarle una sonrisa― Te has vuelto a poner eso...

―Ah, ¿esto? Si, es que como estaba sin camiseta no podía hacer otra cosa.

―Podrías haber cogido otro, tengo más...

―Pero éste me hace gracia.

―Ya veo, ya.

Se sentaron a desayunar. De todo lo que le había preparado lo que más le gustó al maestro fueron el zumo y la tostada. Fue lo que devoró más rápido.

Cuando acabaron recogieron la mesa y lavaron juntos los platos. Jisung enjabonaba y Minho aclaraba. Sus dedos se rozaban al pasarse la loza. Podía ver sus mejillas poniéndose más coloradas.

Profesores #2 ; MinSungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora