daddy's girl {Pedro Pascal}

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—Guarda silencio. Van a escucharnos.—Muerdo mis labios a tratando de callarme ante los precisos movimientos de mi amante sobre mí. Un ligero gemido por su parte resuena con sutileza en mi cuello mientras el vaivén de sus caderas se intensifica poco a poco.

—Se siente tan bien estar dentro de ti. Te extrañé tanto.—Mis uñas rasguñan su piel al sentir su cuerpo chocar contra mis puntos más sensibles de una manera inigualable. Seis meses sin su cuerpo en mí fue un completo martirio.—Oh no.

El suave llanto enfadado de nuestra pequeña criatura se hace escuchar en el pequeño intercomunicador inalámbrico a un lado de nuestra cama interrumpiendo nuestro íntimo momento. No puedo evitar reírme un poco al escuchar un pequeño mohín por parte de Pedro, quien parece un poco frustrado ante la interrupción de nuestro acto de amor.

—Quédate aquí, cariño. Iré a ver que pasa.—Murmura besando mis labios muy cortamente para después salir disparado de la habitación dispuesto a atender las necesidades de su primogénita.

Si alguien le hubiese dicho a Pedro que convertirse en padre al inicio de sus años dorados se hubiese reído. Diría que es una jodida broma y que ser padre no forma parte de sus planes a futuro... hasta que un pequeño descuido nos ha puesto nuestro mundo de cabeza. Ser padres no estuvo en nuestros planes ni posibilidades, hasta que la imagen de aquel bonito frijolito en una ecografía de rutina nos ha aterrizado en la realidad volviéndonos los seres más dichosos en el planeta tierra.

Pasar nueve meses cargando en el vientre al primogénito de Pedro Pascal fue una tarea aterradora, ¿Cómo puedes caminar con tranquilidad por una tienda para bebés o comprar comestibles si docenas de cámaras te acechan de cerca con la esperanza de tener una exclusiva del pequeño heredero del mundo de Mandalore?

El nacimiento de Leah fue una de las experiencias más impresionantes que hemos vivido, decir que conoces al amor de tu vida en un hospital suena como algo que una persona pretenciosa diría pero ha sido una realidad para nosotros en el mismo instante en el que el pequeño rostro de aquella bonita bebé ha aparecido en nuestro campo visual para nunca más perderse de nuestra vista. Estamos viviendo nuestra mejor etapa... o eso era lo que firmemente decíamos cuando una habitación de hospital fue nuestro pequeño hogar por tres días porque en cuanto llegamos a casa todo fue diferente.

Pedro es un padre espectacular superando sus propias expectativas a pesar de vivir constantemente con el miedo de ser terrible en su nuevo papel. No tiene miedo en cambiar un pañal repleto o pasar sus noches en vela haciéndome compañía con charlas triviales o preparando un delicioso té de manzanilla mientras alimento a su pequeña hija.

Aunque ha decidido tomar un descanso de la actuación en cuanto mi embarazo llegó a sus últimas etapas pronto tendrá que retomar sus compromisos y eso nos tiene un poco nerviosos al respecto. ¿Sobreviviremos al primer año de Leah al mismo tiempo que el estrellato mundial de su padre?

—¿Que pasa, dulzura? ¿Porque tanto llanto?.—Su voz se ha vuelto suave y tierna a través del intercomunicador. Escucho como levanta a mi pequeña bebé de su lecho y sus pasos alejarse de aquella habitación solo para aparecer dos minutos después frente a nuestra cama sosteniendo aquel pequeño cuerpo contra su pecho desnudo al so encontrarse utilizando ropa interior.

—Ven aqui, pequeña. ¿Tienes hambre?

La brillante mirada de aquel hombre no se despega ni un solo minuto de la pequeña persona que se alimenta con desespero de mi pecho mientras le acaricia con sumo cuidado su delgado cabello y reposa su mejilla sobre mi hombro. Siempre le ha gustado observarnos en este momento tan nuestro, lejos del morbo solo sintiendo admiración.

—En cuanto termine de alimentarse le dare un baño, tal vez podría servirle para dormir mejor.

—¿Necesitas ayuda?

—No, cariño. Tu duerme un par de horas más, has estado exhausta.—Soy tan afortunada de haber parido a su hija.

Puedo escuchar como mi pequeña se queja suavemente mientras en el fondo su padre alista todo lo que necesita para darle aquel baño que tanto comenta. Le he escuchado abrir un par de cajones y tocar el agua tibia que se encargará de limpiar el cuerpo de Leah asegurándose de tener una buena temperatura.

Está en buenas manos, deberia intentar dormir... Pero solo me quedo en esto ya que un grito de sorpresa y un suspiro agotado me hace ponerme de pie e investigar por mi propia cuenta que es lo que esta pasando.

¿Que ha pasado? Leah se ha encargado de orinarse sobre las manos de Pedro y reírse ante su graciosa travesura.

—Ay Leah. ¿Qué haré contigo, dulzura? Te aprovechas de ser la princesa de papá, ¿Cierto?.

No hay devoluciones, cielo.—Me burlo de él un poco mientras le acerco un par de paños húmedos.—Déjame ayudarte, si lo hacemos en equipo pronto regresaremos a la cama.

Ambos ponemos de nuestra parte en dicha tarea, realizando con cuidado y detalle cada paso de la rutina de Leah sin saltarnos ni un solo paso. Pedro le canta suavemente mientras le arrulla y se encarga de darle una última toma de alimento en un biberón previamente preparado.

Sonríe con ternura al notar como sus pequeños ojitos luchan contra el sueño siendo incapaces de seguir viendo el rostro del hombre que le amará por el resto de su vida hasta finalmente soltar un pequeño suspiro que termina por confirmar que lis brazos de morfeo le han recibido.

—Finalmente ha dormido. La devolveré a su lecho, ¿Me esperas despierta?

Me guiña un ojo de forma seductora en una manera de reavivar el fuego encendido hace una hora haciendo que mis mejillas ruborizar y mi vientre tensarse.

Cuando han pasado veinte minutos y no hay señales de él por ningún sitio me preocupo y salgo en su búsqueda solo para darme cuenta que ha quedado completamente noqueado durmiendo con su boca ligeramente abierta emanando suaves ronquidos en la mecedora de Leah mientras le sostiene sobre su pecho. Pedro Pascal, hazme otro bebé.

𝔻𝕀𝕃𝔽 𝕀𝕀 {Pedro Pascal One Shots} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora