Día 16 - Regalo

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No sé da cuenta de que el otro está cerca hasta que pone sobre sus manos un peluche de un pollito.

No reconoce al personaje del peluche, pero tampoco reconoce al castaño frente a si, usa un gorrito para el sol azul cielo que le cubre las pecas en sus mejillas.

- Si lo abrazas contra ti unos minutos, él te va a ayudar a sonreír – dijo con seguridad.

Hyunjin miró el peluche, serio. Aun cuando otro lo diga, parece un peluche normal.

- ¿Cómo lo sabes? – pregunta entonces.

- Porque siempre que me siento triste lo hago y todo cambia – aseguro asintiendo con la cabeza enérgicamente.

- ¿Te pones triste seguido? – preguntó sin abrazar aún el pollito.

- A veces, cuando ... cuando mis papis no están – dijo el castaño con un puchero en sus pequeños labios.

El pelinegro también hace un puchero, conoce esa sensación, la conoce muy bien en realidad ya que la mayor parte de las tardes las pasa en centro de estudio para adelantar su aprendizaje.

- ¡Yongbok! ¡Tu mamá está aquí! – se asoma la maestra donde se encuentran ellos para llamarlo.

El pequeño se pone de pie en un salto, feliz.

Hyunjin estira su brazo, ofreciendo de vuelta el peluche amarillo, no obstante, el otro niño niega con al cabeza.

- ¡Es para ti! ¡Te lo regalo! –

- ¿Y tú? – pregunta sorprendido.

El chico solo sonrió, sacudiendo su mano en señal de despedida antes de desaparecer de su vista.

Miro largos minutos la felpa en sus manos hasta que repentinamente sintió el impulso de abrazarlo contra su pecho. Al inicio no sintió realmente nada, pero solo un par de segundos más fueron suficientes para que su pecho comenzara a sentirse cálido. La sorpresa lo hace separar el peluche de si y mirarlo con sorpresa, antes de nuevamente abrazarse a él con mayor fuerza.

Ese día no importa que sus padres lo vean hasta la noche después de sus tantos cursos. Pollito lo ha acompañado todo el día y se sintió menos solo.

Pide a su madre le compre unas pegatinas con pollitos para regalarlas en agradecimiento a Yongbok, no obstante, no vuelve a verlo.

Pasan los días uno tras otro y deja de cargar las pegatinas consigo, su único compañero sigue siendo pollito, que lo acompaña a todas partes en su mochila.

El peso de los años hace más complicado cargar consigo un peluche en la mochila por lo que se conforma con volver por las noches a casa y abrazarse a él, contándole su día.

La secundaria aun cuando es compleja en aprendizaje, no lo es tanto como lo son las relaciones con sus compañeros. Chicas dándole cartas, chicos que quieren golpearlo porque no quiere ser parte de sus bromas. Burlas sobre su apariencia, todo parece una guerra.

Sobrevive lo mejor que puede, sin embargo, para la escuela media superior, se da cuenta que relacionarse con los demás no es su fuerte y se vuelve un chico osco y solitario, sabe que en la escuela lo llaman el príncipe de hielo, pero no le importa ni una cosa ni otra. Él no es un príncipe, es solo alguien que tuvo la suerte de tener buenos genes y tampoco es de hielo, vuelve a su casa y se abraza a un viejo peluche de pollito, buscando algo de consuelo.

En ese tiempo descubre que, aunque no es malo para las ciencias exactas, el arte se ha vuelto su mayor interés, sobre todo cuando en ocasiones plasma las facciones infantiles de aquel niño sonriente lleno de pecas.

Hace trámites para universidad de arte, donde es aceptado y apenas cruza la puerta del auditorio donde darán el discurso de bienvenida, una risa cristalina llama su atención, sobre todo cuando la gran mayoría está en silencio en ese momento.

El rubio se cubre los labios, apenado y cuando descubre su boca, Hyunjin puede jurar que es Yongbok a quien mira.

Curioso se aproxima lo más cerca posible, y aunque podría obviar que el chico sea rubio y no castaño como el niño del preescolar, descubre que su nombre es Felix y que no tiene ni una sola peca en sus mejillas, por lo que desanimado busca prestar atención al docente que ha subido al frente.

Los siguientes días se revela que el rubio y él comparten clase, repetidas veces no puede evitar preguntarse si realmente no son la misma persona sobre todo cuando lo ve sonreír de esa manera tan abierta y sincera aun cuando el chico ha dicho que paso su infancia en Australia.

Pasan los meses y la escuela se vuelve más demandante, los recuerdos no encuentran espacio en su mente cuando su sentido de responsabilidad se hace presente, cuando siente el peso de las expectativas paternas aplastarle la espalda, exigirle un resultado que les demuestre que valió la pena dejar carreras mejor remuneradas en Corea como medicina o leyes.

No sé da cuenta que se ha vaciado el salón hasta que ve la sombra de alguien frente a si, y al levantar la vista, no puede evitar ver los mismos ojos avellanos de hace muchos años atrás, la misma preocupación genuina en su rostro.

- ¿Yongbok? – pregunta sin pensarlo, dejando que su anhelo hable en voz alta y siente su corazón agitarse cuando lejos de encontrar confusión en el rostro del rubio, este se ilumina con sorpresa.

- ¿Cómo conoces mi nombre coreano?

Ni siquiera puede expresarlo con palabras, saca su celular con torpeza y con velocidad busca las fotos que tiene marcadas como favoritas para mostrarle al chico la foto de la felpa de pollito que aún conserva.

- ¡Pollito! – exclama el rubio incrédulo, pero sonriente – ¡¿Aún lo tienes?!

- Es el mejor regalo que he recibido en mi vida – responde el castaño de todo corazón y por alguna razón luego de ver el rojo en sus mejillas, sabe que no será juzgado por sus palabras ni sus sentimientos. 

Hyunlix - Inktober 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora