Vamos juntos!

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Eduardo: Es que no quiero...

Luiza: Papá, ¿cómo que no quieres? ¿Vas a morir y dejarme? ¿Vas a dejar a Júlia?

Júlia: ¿Nos vas a dejar a los dos? ¡Vas a dejar a nuestro bebé! - se puso la mano en la barriga y dejó caer las lágrimas.

Júlia se sentó en el sofá, estaba sufriendo, el hombre que amaba estaba enfermo, y sí podía morir si no recibía tratamiento, Luiza estaba a su lado sufriendo, ya había perdido a su madre, iba a perder a su padre. Eduardo las vio sufrir a ambas, se acercó a ellas y se arrodilló, tocando el rostro de su hija y el de Júlia, luego tocó su vientre y lloró, quería a su familia ahí, junta.

Eduardo: ¡Ya la vencí una vez, voy a volver a vencer al tumor! dijo apoyando la cabeza en las piernas de Júlia, que aún sujetaba el brazo de Luiza.

Júlia: ¡Vamos juntos! Venceremos a todo esto juntos, iré contigo a todas tus citas y pruebas, siempre estaré a tu lado.

Luiza: Papá, me vuelvo a Londres, quiero estar a tu lado, y no quiero oír "Luiza, tienes que acabar la universidad". - dijo ella, imitándole. Sus ojos estaban llenos de amor, esperanza y lágrimas, y sonreía. - Papá, has hecho un hijo, ¡voy a tener un hermano! Esa es una razón más.

Eduardo: Sí mi amor, Júlia, me has vuelto a hacer padre, es maravilloso. ¿Cuándo te enteraste? ¿Sólo hace unas semanas?

Júlia: Luiza, gracias mi flor, no sabes lo importante que es para mí tu cochecito. Edu, estoy de nueve semanas, me enteré hace unos días, te lo iba a decir hoy en la comida, pero nada más.

Eduardo: ¡Ahora voy a quedar con mi suegra, y le voy a decir que le voy a dar un nieto! - Júlia se puso tensa, la relación con su madre era complicada, desde el accidente no había hablado bien con su madre, sólo fueron unas palabras, Eduardo se dio cuenta de que algo iba mal y cambió de tema. - Luiza, hija mía, tienes que quedarte a terminar la carrera, te ha faltado poco, te prometo que estarás informada de todo.

Luiza: ¡Qué bien! Julia, gracias por darme un hermano.

Julia: ¡O una hermana!

Eduardo: Creo que he hecho un niño, estoy seguro. - Sonríe y los abraza a los dos. - Me quedaré con ustedes para siempre. - Le da un beso a Luiza y se levanta. - Lu, ¿puedes dejarme a solas con Júlia?

Luiza: Claro, papá, y avísame si necesitas algo, voy a preparar algo para nosotros en casa, para que puedan estar juntos. Volverás mañana, ¿verdad?

Eduardo la besa y asiente, Luiza se va, dejando a los dos allí, Júlia todavía sentada en el sofá. Él se sienta a su lado, la sube a su regazo y le da un suave beso en los labios.

Eduardo: Siento haberte asustado. Debería habértelo dicho antes. Pero quiero saber una cosa: ¿ha sido nuestra primera vez?

Julia: No me dejes nunca sin saberlo, me molesta y me preocupa. Sí, lo fue, recuerda que te pedí que no entraras dentro de mí, no tomé ninguna medicación, me sentó mal, y luego lo volvimos a hacer, y nos olvidamos de ir a la farmacia.

Eduardo: ¿Y por qué no noté los síntomas?

Júlia: Yo no me pongo mala, me di cuenta, porque no soy de llegar tarde, y como no llegaba, llamé a mi médico y fui a verla el martes, después de clase, me hizo la analítica y me llamó el miércoles para avisarme.

Eduardo: Estoy tan feliz, mi amor, he encontrado a mi estrella rara y voy a tener un hijo con ella, eso es felicidad. Pero amor, por qué será que cada vez que toco a tu mamá te pones tensa, hasta cambias de postura. No quiero mentiras ni secretos, ya te dije los míos, ¡ahora dime los tuyos!

Julia: Todavía me duele, yo causé la muerte de mi padre, yo maté al amor de la vida de mi madre, yo maté a mi padre. - se acurrucó en el regazo de Eduardo, llorando copiosamente, era su herida y nunca cicatrizaría. - Te lo voy a contar, pero no quiero que sientas pena por mí, ni que me juzgues por lo que pasó.

Respiró hondo, tenía el corazón acelerado, la respiración agitada, el cuerpo tenso. Era demasiado para ella.

Julia: Hace cinco años, viajaba a casa de mis padres cerca de Oxford, era el fin de semana de mi cumpleaños. Cuando llegué, mi padre me recibió feliz, y luego llegó mi madre con una cajita en las manos. Era mi regalo de cumpleaños, un coche nuevo. Estaba encantada, porque mi padre lo había encargado en un color especial, burdeos, era precioso. Quería montarme en él enseguida, mi madre no fue, dijo que terminaría de comer, así que quedamos mi padre y yo. - Se detuvo y sintió que le dolía la cabeza, tenía náuseas, luego respiró hondo y continuó. - Iba por la carretera de salida del pueblo, llovía, y la noche anterior habían caído algunos copos de nieve, la carretera era lisa, cuando, no corría, ni iba a 80 km/h, íbamos riendo y contentos, mi padre me cogió del brazo, cuando entramos en una curva que daba acceso al pueblo, me miró, sabía o sentía que el coche iba a derrapar, rodamos por el asfalto liso, el coche chocó contra un muro y luego caímos por un barranco. - Ella se acurrucó en el regazo de Eduardo.

Él la abrazó con fuerza, sentía que su amada sufría, era un dolor sin igual, algo que ella no podía soportar. Ella le devolvió el abrazo y sintió que él estaba allí, cuidándola y escuchándola. Después de llorar con Júlia, Eduardo la recostó en el sofá y fue a buscarle un vaso de agua, regresó, le dio el vaso y volvió a recostarse con ella. Júlia tenía los ojos cerrados y continuó.

Júlia: Cuando me desperté, estaba en el hospital, mi madre estaba allí conmigo, lloraba silenciosamente, estaba sufriendo mucho, cuando la miré a los ojos vi algo que no querría volver a ver, decepción, había perdido a su amor y yo había perdido a mi padre.

Eduardo: Amor, ella estaba herida igual que tú, pero ¿qué pasó después?

Julia: Le pedí que no se quedara conmigo, le pedí que se fuera y desde entonces sólo hablamos por correo electrónico, o por tarjetas de cumpleaños y Navidad. - Ella lloró más y los dos se quedaron allí hasta que Julia se durmió.

Eduardo se levantó, cogió una manta y la tapó, luego llamó a Antônio y le pidió que localizara a la madre de Júlia por él, eran amigos y como decano tenía acceso a los expedientes de los alumnos.

Antonio le contó a Nayane lo que Gibbs le había dicho, luego ella misma le envió los datos de Júlia. También organizó una cena con los cuatro, tenía que hacer un anuncio.

Eduardo llamó a Helena, hablaron durante más de horas y quedaron en hablar en persona, pero antes iba a llevar a Julia a verla.Eduardo levantó a Júlia del sofá y la llevó a la cama, la vio dormir, estaba cansada de llorar y el sueño era pesado, le habló suavemente a su vientre, en realidad le hablaba al bebé que estaba allí, ella se despertó, no quiso estropear el momento y con los ojos llenos de amor, se encontró con los ojos de Eduardo y él le dedicó una amplia y magnífica sonrisa.

Recuerdos de un amor eterno - en español 🆗🔚⭐️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora