—¿Cómo se atreven a pensar que fui yo? ¡Yo nunca le haría daño a Ivonne! ¡Yo no!—Gritaba desconsolado tras las barras.Con su cara contra el suelo y las lágrimas formando pequeños charcos de lodo, empezó a recordar cuando él e Ivonne eran unos adolescentes; pues Eduardo, que cuando niños se burlaba de ella por ser la única niña en la familia, cada vez que la veía sentía una calidez inexplicable terminaba por ruborizarlo.
Se sentía tan bien que, aunque pareciera algo imprudente, iba todas las tardes después de clases a la residencia de su tío con la excusa de que quería aprender a ser como él, pero en realidad esperaba que su prima pasara para al menos verla de reojo.
Temió hablar con ella abiertamente, no obstante, se entendían a través de las miradas.
—Escapémonos hoy también.
Y accedía a todo lo que le pedía, fuera bueno o malo, sin atenerse a las consecuencias. Más importante era verla saltar de aquí para allá y reír tras cada travesura.
No conocía el momento preciso en que empezó a sentirse así, pero a partir de ahí solo podía enfocarse en ella; pensarla todo el día y soñarla todas las noches.
Tenía su propio parecer acerca de ella: Ivonne era diferente a cualquier otra persona... No tenía miedo de decir las cosas y hacer todo lo que quisiera. Algo que le parecía admirable.
La veía como algo que no sucede dos veces en la vida, así que antes de que alguien más la mirase igual, debía tomar la iniciativa.
La intentó cortejar con torpeza en varias ocasiones, pero su prima no parecía entender las señales. Por lo tanto, se lo diría directamente y luego pediría el permiso de su tío.
—Ivonne, tengo algo que decirte.
—Me lo dirás estando allá. ¡De prisa!
Una vez llegaron al río, la fémina se despojó de su vestido, quedando solo un camisón cubriendo su cuerpo y entonces se apresuró a ayudarlo.
—Ivonne...—decía el joven intentando detener aquellas manos traviesas—. Ivonne, espera.
—¿Qué te pasa? Te digo que te apresures. Quítate la ropa, ¡rápido!, antes de que nos encuentren y lo arruinen todo.
El chico tragó saliva—. Primero tengo que decirte algo.
—¿Qué? ¿Qué es lo que tanto tienes que decir? Has estado actuando extraño todo el día y yo solo quiero divertirme un rato. ¿Qué? Dime qué es.
Al ver que la ha fastidiado, negó moviendo la cabeza.
—No es nada.
—¡Ay, tú! Bueno, vamos a bañarnos—le dijo tomándolo de la mano e ir en dirección al agua.
—Ah, pero Ivonne...
—¿Pero qué? ¿Ahora qué?
—Soy un hombre y tú una mujer...— Intentó explicar.
—Vaya... ¡Qué novedad!
—¿No tienes miedo de lo que pueda pasar?—Se atrevió a preguntar en medio del retumbar de sus latidos desenfrenados.
ESTÁS LEYENDO
¿Quién mató a la reina?
Historical FictionAl amanecer, una sirvienta entró en los aposentos de la reina para ayudarla con su rutina de baño, pero en lugar de la usual tranquilidad, encontró su cadáver. Con la corte sumida en el desconcierto y la incertidumbre, pronto queda claro que varios...