Hace un tiempo atrás
Su rostro palidecía de preocupación, le inquietaba el pensamiento que rondaba por su cabeza y con el movimiento de su pierna lo demostraba.
Ya cansado de escuchar el irritante sonido incesante del tacón de su zapatilla, su esposo la reprendió:
—¡Basta ya, mujer! Voy a perder los estribos si sigues haciendo ese ruido.
—Lo lamento, querido—dijo, cesando—. Es que estoy preocupada.
—¿Qué le preocupa tanto?
—Nuestra hija. Me preocupa que Ivonne nos avergüence. Podría ser terrible para nosotros, seríamos el hazmerreír de todos y me parece poco esto que le comento, pues Ivonne no se está casando con cualquiera.
—Ten calma, mujer. Advertido está el rey y aún así...
No pudo seguir, pues su esposa lo interrumpió—. ¿Le ha contado al rey sobre nuestra hija?
—Mejor lo hago yo que dejar que lo haga otro, ¿no?
La mujer suspiró con pesar, escuchar eso la hacía sentir lejos de poder estar más calmada. Llevó su mano a la mejilla y continuó: —No tengo un buen presentimiento sobre esto, Cedric. Una niña malcriada y un príncipe a quien nadie le ha visto la cara, ¿qué combinación es esa?
—Mujer, es el príncipe heredero. Sea como sea, nos beneficia ser familia de Su Majestad el rey.
El carruaje se detuvo en señal de que habían llegado a la catedral.
—Así que ten calma, todo saldrá bien— culminó diciendo antes de bajar del carruaje para ir en busca de su hija.
Ella, por su parte, había estado pensando en lo que le dijo su primo. ¿Qué iba a hacer para evitar ser descubierta por la noche? No sé imaginaba lo que podría pasar si descubren que había perdido ya hace tiempo su doncellez, pero definitivamente no sería bueno.
Lo seguro es que era tarde ya, pues el carruaje se detuvo. Su puerta estaba abierta y debía salir.
Aunque el velo le cubría el rostro, su persona cautivó de inmediato a todos los que allí estaban para presenciar la ceremonia.
Su padre le extendió la mano para que le fuera más fácil bajar y escalón por escalón fue descendiendo del carruaje.
Entonces, de la mano de su padre fue llevada hasta su futuro esposo.La catedral brillaba como nunca antes y estaba repleta dentro y fuera. Desde la familia Real, la familia de la novia hasta los ministros de la corte, todos esperaban a la novia despampanante con aquel vestido pomposo.
A través de su velo podía ver algunos rostros alegres, otros curiosos, uno particularmente triste y también los que se lamentaban. Esto último no era lo más extraño, extraño era que su futuro marido se encontraba de espaldas en el altar. No sé volteó a mirarla hasta el último segundo.
Cuando finalmente lo hizo, la doncella se sobresaltó. El primer ministro, su padre, también lo hizo. En ese preciso momento descubrieron el porqué nunca se vio el rostro del príncipe heredero.
No eran los únicos sorprendidos, anteriormente, los invitados también lo estaban.
El primer ministro giró su cabeza en dirección al rey, sus cejas enarcadas expresaban su sorpresa y descontento. Su Majestad, por otra parte, solo indicó que procediera.
Con notable malestar, el ministro, avergonzado, entregó a su hija.
La doncella en su interior rogaba por ser salvada, pero el salvador a quien con la mirada rogaba, se apartó de ella.
Si supiera que el rostro de quien de espaldas se ve con buen porte, era de esta manera, nunca hubiese aceptado el compromiso; hubiese preferido huir junto a su primo.
Al príncipe no le era ajeno el rechazo, por lo tanto, restó importancia a la actitud de su suegro y el implacable desdén ceñido en el rostro de su prometida.
Finalmente, fueron unidos ante Dios con la condición de que solo la muerte los separaría.
La celebración no dejó nada a la imaginación. No se escatimó en mostrar toda la ostentosidad, el poder y la majestuosidad de una boda Real.
A pesar de ya ser marido y mujer, los esposos se mantenían uno alejado del otro.
Ivette, madre de la novia, le recordaba que debis tener cordialidad y respeto hacia su esposo, sus ahora suegros y los demás invitados.
Cedric, el primer ministro, con disimulo y un poco apartado para no ser escuchado, habló al rey: —¿Por qué comprometió a mi hija con el príncipe heredero, Su Majestad? Esto no es para nada lo que esperaba.
—¿A qué se refiere? Su hija se acaba de casar con mi hijo. Esto es justo lo que había ordenado. No veo nada fuera de lugar—dijo, evadiendo la verdadera intención del ministro—. Alégrate, ahora somos familia.
Tras la celebración y luego de ser debidamente atendidos, los esposos se encontraban en la alcoba.
—Ni se le ocurra acercarse a mí- le advirtió su esposa en el momento inmediato en que las sirvientas abandonaron el cuarto.
El joven la escuchó y solo se acomodó en la cama para entonces acostarse.
—¿Qué hace? No pienso dormir con usted en la misma cama. ¡Largo! ¡Váyase! Solo verlo me repugna. ¿Qué clase de monstruo...? La sola idea de...—no podía acabar sus frases, ya que la imaginación le jugaba en contra y le provocaba náuseas.
—Entiendo su malestar, princesa...
—¿Princesa? ¿A qué costo?—comentó, interrumpiéndolo. Según ella, tal título no valía tanto como para casarse con un hombre que no era para nada agraciado.
Él suspiró y continuó: —Entiendo su malestar, sin embargo, sería inapropiado que saliera en nuestra noche de nupcias. Imagino que ya le han instruido...
—Yo con usted no voy a hacer nada. Prefiero la muerte, ¡prefiero morir! ¡Ah!—exclamó—¡Qué humillación!
—Descuide, tampoco pienso tocar a una mujer con la que no comparto el sentimiento mutuo. Que descanse.
—¿Insiste en dormir aquí? Entonces, yo me iré—dicho esto, se levantó para dirigirse a la puerta, pero la voz de su marido la detuvo.
—Le sugiero que no lo haga. Su reputación podrá verse agraviada.
《Reputación》 Esa palabra... Esa palabra le hacia recordar algo más importante. Esta situación aunque bochornosa, le era útil. No tendría que acostarse con él, no lo haría de todos modos, pero ahora tiene una excusa válida.
No le quedó más que sentarse en aquel sillón redondeado próximo a la ventana y quedarse allí en vela toda la noche. Prefería amanecer sentada que amanecer en aquella cama.
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¿Quién mató a la reina?
Historical FictionAl amanecer, una sirvienta entró en los aposentos de la reina para ayudarla con su rutina de baño, pero en lugar de la usual tranquilidad, encontró su cadáver. Con la corte sumida en el desconcierto y la incertidumbre, pronto queda claro que varios...