―No podemos confiar en ella, ya no. Es igual de inmoral que ellos. Viéndose con el rey, pasando las noches con el príncipe y también está ese hombre.
―El ministro de Asuntos Exteriores, su primo.
―El mismo. Me tiene nerviosa. Tiemblo cada vez que estoy cerca de ella y tiene la osadía de preguntarme por qué soy tan diferente con ella últimamente...
―Lo importante es que no haya mencionado nada de tus conversaciones con ella, de hacerlo, también vamos a revelar su secreto.
―¿Qué vamos a hacer ahora que está embarazada?
―Nada, ella nunca fue nuestro objetivo, así que conserve la calma, Lisset.
―Me es inevitable. El palacio no ha dejado de estar agitado por la noticia. ¿Y sabe qué es peor? Ella jura que no, ¿cómo puede acusar a un médico de mentiroso?
Mientras algunos se preocupaban, otros celebraban:
―¡Enrique, al fin! ¡Por fin ha sucedido!―exclamaba la reina. Pero al ver el semblante de su esposo, su sonrisa se esfumó―. No, dime que no―musitó. Él solo bajó la cabeza, todavía espantado.
Completamente decepcionada, con frialdad, la reina continuó mirándolo―. Cariño, tu padre y yo necesitamos hablar un momento.
―Jus... ¿Justo ahora?
―Sí, volvemos enseguida.
El príncipe asintió y volvió la mirada a su esposa, acercándose para tomarla de la mano.
—Ya te lo he dicho, aléjate de mí.
—¿Todavía necesitas que el médico te confirme que estás embarazada?
—No estoy de humor para soportar tus burlas. Si bien estoy embarazada, este niño no es tuyo.
—¿De quién podría ser?
—¿Te has vuelto estúpido? Yo no me he acostado contigo.
—Y yo pensaba que mi esposa era virgen, inmaculada…—pronunció borrando la sonrisa del rostro de la princesa—¿cómo puede una virgen quedar embarazada? No haré más preguntas. Será mejor que ese niño sea mío.
¿La acababa de amenazar?
La dejó pasmada. No podía reconocer a la persona que estaba frente a ella.
Por otro lado, la reina y el rey se encontraban en uno de los salones, donde ella lo enfrentó con rudeza.
—Pensé que solo eran jugueteos, pero tuviste la osadía de acostarte con ella.
—¿Lo sabías?
—No hay nada que no sepa y realmente quisiera no haber sabido esto, ¿cómo pudiste? Es la esposa de tu hijo, William, enfermo. Aún si no me amas, ¿no merezco respeto?
El rey no dijo nada.
—¿Cuándo sucedió? Te estuve vigilando todo el tiempo, entonces ¿en qué momento sucedió? ¡Dime!
—¿Cómo que vigilandome?
—No finjas inocencia.
—Margaret, solo pasó...—respondió avergonzado.
—¿Solo pasó?—repitió, empezando a reír—. Solo pasó, por supuesto, y con esas sirvientas fue igual. ¿Sabe lo que hice con ellas?
El rey levantó la cabeza y pronunció con firmeza: —No te atrevas.
—Oh, lo sabe... Y todavía... ¿solo pasó?
—No te atrevas a hacerle daño, todo ha sido mi culpa.
—Tienes razón, es tu culpa y me las vas a pagar. Esto no quedará así, ya he tenido suficiente.
El rey se acercó a ella, tomándola de la mano, buscando de alguna manera apaciguar su cólera:
—Margaret—al escuchar su nombre, la reina sonrió, no porque le agradara que lo dijera, lo hizo con cinismo—. Soy culpable, pagaré por ello. Haré todo lo que me digas, pero mantén esto en secreto, por favor.
Ella asintió—. Por supuesto, ¿cómo podré caminar por el palacio si esto se descubre? Guardaré el secretito—sosteniendo la sonrisa, continuó—y cobraré todas las que me has hecho, Enrique.
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¿Quién mató a la reina?
Historical FictionAl amanecer, una sirvienta entró en los aposentos de la reina para ayudarla con su rutina de baño, pero en lugar de la usual tranquilidad, encontró su cadáver. Con la corte sumida en el desconcierto y la incertidumbre, pronto queda claro que varios...