Capítulo VI

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Arrepentimiento

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El rey se encontraba sentado en el suelo, en medio de ese lúgubre y húmedo lugar. De repente escuchó a alguien acercarse, esa persona tenía la clara intención de ser notado. 

—Su Majestad…

Escuchó que lo llamaba y levantó la mirada. 

—¿Cómo se encuentra bien?

—Ministro...—habló y se levantó para acercarse—no me importa lo que haga conmigo, pero libere a mi madre. Ella no es cómplice de nada. 

—Majestad…

—Sé lo que quieren, se los daré. No tienen que llegar tan lejos… No tienen que derramar sangre inocente. 

—Lo lamento, pero no voy a obedecer a sus palabras. Aunque sé que no está aquí por el asesinato de la reina…

—Si ya lo sabes, ¿por qué me sigues reteniendo aquí?—lo interrumpió. 

En ese momento el ministro de justicia le mostró el trozo de una falda manchada de sangre que el rey pudo identificar y de este modo hacer que entrara en pánico. 

—No tiene que preocuparse, sigue viva. Ya confesó que fue ella quien mató a la reina, pero todavía hay tiempo de salvarla. 

—¡¿Cómo pudiste?!—arremetió contra los barrotes tratando de sacar de alguna manera las ganas de asfixiar al ministro.

—La familia real tiene tantos pecados—comentó, lamentándose—. Empiezo a creer que el difunto rey también hizo cosas que lo llevaron a merecer tal muerte... 

—Desgraciado, infeliz. Culpas a la gente sin tener pruebas y tomas decisiones sin mi permiso. Cuando salga de aquí, te haré pagar. 

—Cuando salgas de aquí,  será  solo para ser  decapitado, sin embargo, puede salvar a una persona. Solo a una. Será lo último que haga por usted como rey—sentenció para luego retirarse del lugar. 

El rey cayó arrodillado, preguntándose en qué momento todo se tornó tan sombrío. 

Poco le importaba lo que le había pasado a su esposa, su boca le trajo la muerte. Le había arrebatado la paz a todos y ni muerta los dejaba descansar. 

Si pudiera devolver el tiempo atrás, lo único que haría sería no aceptar aquel compromiso. En su lugar, debió aceptar cualquier castigo, mentir y decir que había sanado de su enfermedad, lo que fuera menos obedecer al decreto  de su padre. Solo así habría evitado todo esto, sin embargo, ya era demasiado tarde. Muy tarde...

¿Quién mató a la reina?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora