—Te había dicho que no la usaras como peón. Una vez más te dejaste llevar por tus impulsos—musitó, pero con firmeza.Ella bajó la mirada sintiendo el peso de la reprimenda. Su voz temblorosa reflejaba arrepentimiento genuino—. Lo siento mucho. En verdad pensé que lograríamos nuestro objetivo con ella, parecía disgustarle la reina y el príncipe heredero. Ella misma me lo confesó.
Un suspiro se escuchó, pues trataba de mantener la calma—. Lisset, no vuelvas a hacer nada sin consultarme.
—Lo lamento... Es solo que... Ellos viven su vida como si nada mientras que esas sirvientas siguen enterradas y mi hermana sigue esclavizada. Al menos por mi hermana que vive aún, debo vengarme.
—Si hubieras apuñalado a la reina en aquel entonces, ¿qué crees que hubiera pasado? ¿Crees que tu hermana te quiere ver muerta? No lo creo. Así que por última vez te pido que no actúes por impulso. Solo así pagarán, sin costarnos la vida.
Lisset asintió con determinación, aunque sus ojos brillaban con una mezcla de rabia y frustración contenida.
—Debes seguir a su lado para ver si nos va a traicionar y hasta no estar segura de sus verdaderas intenciones, no reveles más.
—Sí, señor. Si me disculpa...—dicho esto, la sirvienta salió de aquel salón con cuidado de no ser vista por nadie para pronto regresar a trabajar.
En medio de la labor escuchó a sus compañeras hablar:
—¿Será que la reina se enamoró de su Alteza el príncipe?—murmuró una, con curiosidad evidente en su tono.
—¿Estás loca? ¿Qué mujer lo haría?—respondió la otra con escepticismo, moviendo la cabeza con incredulidad.
—Ha pasado estos meses a su lado. ¿Eso no es amor?—insistió la primera, observando la situación desde su perspectiva.
Lisset escuchaba con atención, sus comentarios la hacían sentir más preocupada.
De repente, un criado irrumpió en la cocina, con la noticia que cambiaría el ambiente tenso del palacio.
—¿Lo han escuchado? ¡El príncipe ha despertado!
El murmullo se extendió rápidamente por el personal, mientras todos absorben la impactante noticia.
En la habitación del príncipe, al despertar, se encontró con los ojos de su esposa fijos en él.
—¿Qué hace usted aquí?—preguntó, aún débil, pero con una chispa de sorpresa en su voz.
—Presenciando un milagro... Me tenía muy angustiada, esposo mío—le dijo en un tono burlesco.
El príncipe la observó por un momento, entre confundido y agradecido.
—Veo que es cierto que puedes escapar de la muerte...
—Un día no tendré tanta suerte...—respondió para luego buscar con la mirada a alguien—. ¿Dónde está Denisse?
—¿Quién?
—Mi... cuidadora.
—Ah, esa señora. Ha ido a buscar al médico y seguro vendrán tus padres también, un sirviente fue a avisarles.
Su Alteza frunció el ceño, intentando recordar los detalles perdidos durante su coma prolongado—... ¿Qué día es hoy? ¿Cuánto tiempo ha pasado?
—Han pasado cuatro largos meses...
—He durado más esta vez. ¿No ha pasado nada durante... mientras yo...?
—¿Quieres saber si me he portado bien? Por supuesto, hasta tengo un invernadero.
—¿Un... qué?
—¡Hijo mío!—exclamó la reina cuando lo vio y de inmediato se precipitó a abrazarlo—. Pensé que te había perdido definitivamente esta vez.
—Lamento haberla preocupado.
—Nada de eso. La vida te ha dado otra oportunidad, cariño mío, no puedes desperdiciarlo.
—Sí, madre...
El rey también entró, pero se mantuvo callado. Se podría interpretar por su expresión que no estaba feliz.
La princesa lo miró y le lanzó una sonrisa sutil que parecía llevar consigo una complicidad silenciosa.
Su Alteza el príncipe notó este intercambio y de inmediato se enredaron sus pensamientos en la intriga que parecía tejerse a su alrededor.
La reina se apartó de él—. Princesa...
—¿Sí, Majestad?—respondió girándose a su dirección.
—Espero que sigas cuidando bien de mi hijo.
—Lo haré...
—Y una vez esté recuperado—continuó, dejando de darle la espalda—, espero que cumplas con tu deber como esposa.
Sus palabras trajeron disgusto a la princesa y al rey.
—No es el apropiado para hablar de esto—comentó el rey.
—Pasará de todos modos. Solo quería recordárselo.
—El médico ya está aquí—anunció la nodriza del príncipe.
—Su Majestades—se inclinó ante ellos—. Princesa...
—Basta de cordialidades, revíselo—le ordenó la reina. Entonces, él procedió. Cuando terminó, cambió la medicación y sugirió más descanso.
Excepto por la nodriza, todos salieron de la habitación para encargarse de otros asuntos.
Dirigiéndose a otra parte del palacio, la reina se encontró con la ama de llaves, quién le entregó un frasco.
—Qué oportuno, justo cuando mi hijo ya ha despertado...—dijo, observando el líquido en su interior—. Estoy segura de que no querrán por las buenas, entonces será por las malas.
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¿Quién mató a la reina?
Historical FictionAl amanecer, una sirvienta entró en los aposentos de la reina para ayudarla con su rutina de baño, pero en lugar de la usual tranquilidad, encontró su cadáver. Con la corte sumida en el desconcierto y la incertidumbre, pronto queda claro que varios...