Capítulo VIII.

1K 111 14
                                    

Sokka creía que la personalidad de Zuko pasaba de un extremo al otro y que está siempre era entre enojado y odioso. Por supuesto que solo eran las actitudes tan hostiles que el príncipe le había mostrado tener frente él, lo cual a decir verdad no era para nada una buena impresión. Y si Sokka era honesto consigo mismo las palabras de su prima habían quedado rondando en su mente con una frecuencia alentadora, después de todo se vive de momentos cruciales y por primera vez en los largo veranos en el Reino Fuego, podía ver en el príncipe Zuko una clara intención de acercarse a él y demostrar genuino interés. Claro que esa visión chocó en su rato de la cena, pues Zuko se había comportado distante y frío. 

Al parecer nadie entendía la actitud del niño. 

Aún así, sabía desde lo profundo de su corazón que deseaba demostrar que él sí podía ser un ejemplo —y en una favorable situación—, Zuko podría ser la razón de que su compromiso se rompiera para siempre. Porque a día de hoy, seguía sin entender aquellas chispas, aromas o alegría que Gran Gran decía que todos sentían al lado de su pareja destinada. Por lo que reuniendo una gran cantidad de pros y contras, Sokka aceptó que podía darle una oportunidad a Zuko. 

Lo cual significió en primer lugar, borrar el cartel que tenía hecho y pasar un desayuno lo más natural posible ofreciéndole delicias de la cocina a Zuko. Zuko pasó de la sorpresa a la tranquilidad en un segundo. 

—Aang.—saludó encantada Katara. 

Probablemente lo único que mantenía a raya a Zuko era la prensencia inconfundible de su carismatico amiguito. Quien no tuvo ningún inconveniente en mezclarse con el grupo. En especial con Katara, quienes al instante habían desarrollado un entendimiento único. 

—Muy bien. —comenzó a decir Azula, en ese tono firme que tenía y que de todos modos hacía a la multitud voltearse a escucharla. — como ya estamos todos y somos un grupo bastante grande, se me ocurrió una idea genial. El juego de hoy será, explorar la montaña del Este. 

Sokka casi golpeó el hombro de Zuko al acercarse tan entusiasmado a Azula.

—¡Esa es una idea increíble! nunca hemos salido de los límites del pueblo y entrar a la zona selvatica es una aventura importante...Vamos, vamos. —comenzó a decir, moviendo una de sus manos.

Katara y Aang avanzaron siguiendo los pasos de Azula, quien parecía tener el conocimiento necesario como para guiar a todo el grupo a través de los desconocido. Sokka estaba sonriendo con emoción, ante lo salvaje del más allá y, de al menos considerar que iba con alguien que evitaría que se perdieran. Pero en la cuenta de cuatro, faltaba uno. El Omega volteó su rostro con el ceño fruncido por la confusión, de pie muy quieto, Zuko miraba a los otros seguir avanzando hasta que sus ojos se cruzaron los azules de Sokka. 

—No deberiamos ir tan lejos. —dijo. 

Sokka rodó los ojos. 

—¿Por qué? deberías soltarte un poco y vivir el momento, después de todo por eso pensé que era aburrido jugar contigo. Te falta energía. —comentó, mirando con calma las uñas de una de sus manos. 

Zuko soltó un suspiro de molestia. 

—Haber quién es el aburrido ahora, señor diversión. —alegó, caminando con las manos en forma de puño a su costado. Sin notar la sonrisita de satisfacción que dió Sokka a sus espaldas. 

El camino al principio fue fácil. Seguir el sendero era una cuestión sencilla hasta que Azula decidió que lo sencillo era para cobardes y los guió a través del bosque. El grupo iba persiguiendo una fila de un solo camino, donde a pesar de los cuestionamientos internos de Zuko, Azula era la que estaba al mando. Zuko caminaba en el último lugar, al final de todos y justo tras la espalda de Sokka, quien no disimulaba ni trataba de hacerlo al reíse cada vez que Zuko pisaba mal o quedaba enganchado en alguna rama, quejandose por lo bajo. El Alfa no podía reconocer si el calor en sus mejillas era por la ruidosa risa del Omega o solo por estar bajo un sol caluroso de mediodía. 

𝐃 𝐄 𝐒 𝐓 𝐈 𝐍 𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora