Capítulo I. Niñez.

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Sokka no estaba muy seguro sobre porque ese verano sería diferente a los demás. Se había acostumbrado a estar siempre junto a su prima Katara y no tenerla cerca le había hecho sentir un poco de tristeza.
Pero tan pronto su padre le dijo que era para conocer a un amigo, la chispesa de su juventud le hizo sonreír. Sokka era bueno haciendo amigos y uno más no estaría mal.

Hakoda trató de entretener a su hijo, durante todo el viaje en barco hacía el Reino del Fuego, creando nuevos juegos sobre el navío junto a su fiel tripulación, leal a su rey y pequeño príncipe. Después de todo, era un hombre justo y noble que velaba por todos, sabiendo también que ese viaje, no era más que para empezar a sostener el brillante futuro que beneficiaría a todos.
La risita de Sokka cesó al tercer día, cuando a los lejos se podía ver la tierra próxima. Su boquita se abrió un poco por el asombro de ver por primera vez aquel reino.

—¡Papá ya llegamos! —exclamó feliz, señalando con uno de sus deditos el cercano puerto.

—Así es. ¿Recuerdas el nombre de la reina y del príncipe? —preguntó, mirando algo nervioso a si pequeño hijo.

Sokka asintió tan rápido con su cabeza que mareó un poco al hombre.

—¡Reina Ursa y el príncipe Zuko! —gritó con emoción. Parecía tan feliz de poder conocer al nuevo amigo que pronto haría.

Pero cuando el barco por fin llegó al puerto, para que el rey y su hijo pudieran bajar. Sokka no pudo salir corriendo, Hakoda le tomó la mano, haciéndole una seña para que mantuviera la calma. Varias personas habían estado esperando la llegada de los invitados del otro lado del mundo. Los colores rojos y oscuros, asombraron al niño, quien había sido criado entre ropajes azules con gente de ojos claros, ver esos tonos le había sorprendido mucho.

Hasta que una mujer, de aspecto tétrico demasiado seria se acercó a ellos, con una postura rígida abriéndose paso entre la multitud. A Sokka de inmediato le dio miedo, apretando con algo de fuerza la mano de su padre.

—Buenos días alteza, mi nombre es Mai. Guardia al mando de la corona, —se presentó la mujer al instante.— les doy la bienvenida a nuestro reino. Y les invito a seguirme para ir con la reina Ursa y el príncipe Zuko. —señaló, dando media vuelta, ocasionado que sus ropas ondearán un momento.

Los ojos azules del pequeño príncipe tenían duda. Buscó en su padre alguna reacción, encontrando diversión, Sokka hizo un puchero. Comenzaron a caminar detrás de la mujer; Mai. Dejando libre a la tripulación que les acompañaba. Cada vez que caminaba más, Sokka se asombraba. En el lugar hacía calor, por esa razón ya no estaba usando su abrigo calentito. Usando una ropa algo más ligera, esa ropa que estaba siempre debajo de todo.

Unas gigantescas puertas de metal se abrieron, dando señal de que ingresaban al palacio. Un sentimiento de nerviosismo comenzó a inquietar al niño moreno, temía que al tener que presentarse ante un príncipe que vivía rodeado de gente tan seria, la cosas terminarán mal.
Caminando Hakoda notó como eran guiados al patio trasero del castillo, de ese primer encuentro dependía el destino de sus hijos.

De pronto ya no se encontraron caminando. Mai se detuvo, haciendo una pequeña reverencia en su dirección y marchándose por dónde vino. Hakoda sonrió, sostuvo a su hijo por los hombros encaminandoló hacia un estanque. Sokka parecía estar interesado en ver qué era lo que se movía ahí, hasta que sus ojos azules detectaron la presencia de alguien más a unos metros.

Había un niño.

Sokka quiso retroceder pero de inmediato Hakoda le miró, señalando que debía quedarse ahí. Con los nervios un poco reducidos el niño suspiró, llevándose las manitos detrás de la espalda, esperando alguna reacción del niño que se escondida pobremente detrás de un pequeño arbolito.

De repente una mujer apareció, tenía una especie de corona sobre su cabeza, le miró para sonreír en su dirección de manera amable. Y casi con molestia tomó los hombros del niño que estaba trás el arbolito.

Parecía bastante enojado por estar ahí.

—Disculpen el percance. Hola cariño, eres muy lindo. —dijo Ursa tocando la pequeña nariz de Sokka. Luego se quitó hacía un lado, llamando a Hakoda con ella.

Habían dejado solos a los príncipes.
Ursa esperaba expectante que su hijo dirá el paso, como todo un niño elegante y caballeroso o que al menos no saliera corriendo para ir a jugar con alguna espada o cuchilla.

—Buenos días, príncipe Zuko. —se presentó cortésmente el pequeño moreno, haciendo una reverencia elegante, alzando un poco los lados de su ropita.

El príncipe Zuko de pronto cambio su expresión a una molesta. Sokka no dejó escapar ese cambio.

—Buenos días, príncipe Sokka. —suspiró. — Es un placer tenerte aquí. —agregó.

—¡El placer es mío, príncipe Zuko! —exclamó feliz.

Sin embargo su felicidad se apagó al ver los ojos dorados llenos de molestia. Poco a poco Sokka fue tomando también una expresión de molestia. Ese príncipe Zuko no era para nada como se lo había imaginado, no parecía querer divertirse y tenía una cara de tonto presumido. Un alfa muy idiota.
Zuko se cruzó de brazos y Sokka le sacó la lengua. El príncipe del fuego no lo pudo creer e hizo el mismo gesto para devolver el ataque. Ursa en la lejanía se llevó una mano a la cabeza, sonriendo a Hakoda.

—Ya verás que se van a tratar bien. Es la edad.

—Claro. —concordó el hombre, mirando con asombro como lo que estaba escrito no parecía hacer efecto en ambos niños.

La esperanza pareció iluminar a los niños, cuando Zuko le preguntó si querían jugar. Una pequeña chispita en Sokka pareció encenderse, ante la posibilidad de que ambos pudieran ser amigos y la presentación arruinada de hace unos momentos, fuera simplemente porque estaba ocupado jugando.
Los reyes decidieron ir a caminar por el jardín, mirando de manera lejana a sus hijos. De pronto se sentía feliz por haber creído que su hijo por fin sabría cómo tratar a su futuro esposo. Ursa sonrió, hasta que el gritó se escuchó.

—¡No me tires el pelo! —gritó Sokka. Sosteniendo una de las espadas de madera.

Hakoda parpadeó.

—¡No es mí culpa que no sepas como jugar con espadas! —gritó devuelta Zuko, sosteniendo otra espada de madera con una de sus manos. Sus ojos dorados miraban con molesta, otra vez al niño menor.

Ursa está vez se golpe la frente.
Sokka pateó el piso con fuerza el suelo, agarrando con más fuerza la espada para alzarla en dirección del niño mayor. Con algo de rabia. Zuko se asustó porque no era algo que estaba esperando y de pronto se encontró alterado porque no podía defenderse.
Sin saber que el pequeño Sokka pasaba horas junto a su prima imitando las poses de sus padres para proteger el reino.

Hakoda y Ursa se miraron, seria un verano demasiado demasiado largo y eso que era el primero de otros tantos.










N/A: El primer capítulo osí. Necesito decir que amo mucho como se ven chiquitos, son unos bebés todos bonitos(◍•ᴗ•◍)✧*。
Muchas gracias por leer uvu

𝐃 𝐄 𝐒 𝐓 𝐈 𝐍 𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora