Capítulo IX.

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Desde niños existió está rivalidad invisible o más bien, una competitividad que se había puesto entre medio de los niños como dos filosas armas que les impedían acercarse. Azula había nacido para obtener grandeza, desde sus sueños y deseos esa grandeza la traería a través del honor de una buena guerrera. Su madre era una General, conocía ese mundo y ese mundo la había forjado hasta que ella tomó la decisión de ser una misma con el.

Zuko, sin embargo no tenía la necesidad de aferrarse a ese tipo de grandeza porque él algún día sería el rey. Aún así, se esforzó por obtener una pizca de virtud en la pelea para de alguna forma demostrarles a todos —en especial así mismo—, que podía tener logros personal que no significarán el beneficio de la corona.

Pero Azula era una experta, talentosa en la espada y en el combate. Tenía lo que podría considerarse una técnica perfecta. Zuko no. Zuko era imperfecto en el combate por lo que debía seguir un ritmo diferente. Fueron esas diferencias las que evitaron que en su niñez se hicieran amigos, ahora un poco más grandes, el príncipe entendía las finas líneas de saber que todo este tiempo solo sintió envidia.

Estaba celoso, tanto como Azula solía estar de él por ser el príncipe. Por tener un punto de base.

Ahora con el calor acumulado en sus cuerpos, la frente sudorosa y la respiración agitada se analizaban como uno solo. Como la mitad de una misma moneda. Asfixiados por sentir algo más que solo el momento, por ser sencillamente sus propios guías en la vida.

—Otra vez. —dijo la General Mai, interrumpiendo un largo cruce de mirada. — Zuko, si tu oponente esta demasiado cerca, alejate. Azula, a veces utilizar ambos brazos distrae al oponente. No debe darse cuenta de cuál es tu brazo-espada.

Ambos Alfas asintieron.

De esquina a esquina en el campo de batalla volvieron a enfrentarse. En un futuro estaban predestinados a ser aliados. Azula sería la mano protectora del rey Zuko, la protección de toda una línea de generaciones. Y con el tiempo, quizá le darían el verdadero significado a la palabra hermandad.

         El entrenamiento llegó a su fin al mediodía, estaban cansados y Zuko no podía evitar preguntarse por qué eran tan necesario que ni Sokka, Katara y Aang pudieran verlos entrenar. Al parecer, solo en esa instancia ninguno de sus  nuevos amigos, estaban interesados en verlos luchar una y otra vez, para luego volver a hacerlo en repetición. No eran aficcionados al juego de espadas. Al menos eso pensó Zuko.

Oliendo a hierbas frescas, el Alfa caminó luego en busca del grupo de muchachos, allí luciendo impecable estaba Azula.
Azula y su trato. Zuko se preguntó si a este punto tanto ella como Sokka habían olvidado ese verano aquel preciado acuerdo que juraron cuando eran niños o simplemente lo estaban ignorando. Debía preguntarle acerca de eso, no quería parecer un metiche incluso si últimamente solo podía pensar en lo divertido que se sentía estar en medio de todos ellos jugando.

—Podríamos ir a las cocinas, hay una receta de mi abuelo que es deliciosa y seguro les va a gustar. —propuso Aang.

Sokka sonrió imaginado el banquete podían darse.

—¡Oh sí! Ahora que lo pienso mejor, nunca he estado en las cocinas del palacio. Siempre hay algo nuevo que encontrar.

Zuko pensó que de todas formas era una idea menos arriesgada que "explorar territorio desconocido y perderse en medio de eso". Así que sonrió orgulloso.

—Entonces, vengan. —dijo, todos voltearon a verlo. Sorprendidos de su tan complaciente participación. — Es el lugar favorito del sitio. Ahora mismo deben estar trabajando en el almuerzo.

Sokka se acercó a su costado.

—Eso suena maravilloso, amigo. Estoy tan hambriento.

—Tú siempre tienes hambre, Sokka. —comentó Katara.

El pequeño bueycabra bramó dándo saltitos de alegría alrededor de Sokka.

Las cocinas eran un sitio increíble. Los aromas de especies llegaban a su nariz como el aroma de pan horneado, era un sitio caluroso. Los hornos siempre se manejaban encendidos, atribuyendo la constancia y lo acostumbrados a los habitantes del reino a ese clima tan templado. La chef prinicipal estaba preparando un delicioso estofado, el subchef picaba las verduras para la ensalada mientras indicaba las instrucciones de un postre. Todo allí eran voces que hablaban de comida en su mayoría y situaciones puramente de la cocina. Al caminar con cuidado, los cocineros saludaron cortesmente a los príncipes y sus invitados. No había sitio en el Reino donde no se supiera del compromiso real.

Si los muchachitos Sokka y Zuko se casaban ambos reinos se unirían, creando una alianza que haría menos dura la temporada de cosechas y los viajas por vía marítima para distribuir artesanía y herrería. Un matrimonio que significaba prosperidad.

—¿Y cómo es esa receta, Aang? —preguntó Katara.

Aang amaba relatar historias, facilmente se llevo bien con Sokka quien seguía con cuidado y sumo interés las instrucciones que el niño intentaba darle para batir la masa.

Fue en ese instante donde Zuko y Azula quedaron apartados, uno pelando papas y el otro picandolas luego. Un silencio que formó un nudo en Zuko al notar el gesto abrumado de Sokka, al no entender bien cómo iba el proceso por las instrucciones dispersas del niño.
Era el momento justo para entender el conflicto interno que unía a ellos tres antes de todo. Al final, él no odiaba a Azula y no quería que ella pensará eso. Sencillamente, a veces solo la admiraba.

—¿El trato sigue en pie? —cuestionó. Dejando la papa pelada sobre la fuente del agua.

Azula frunció el ceño, deteniendo el cuchillo que picaba la papa. Observó por un segundo sin entender la palabrería rara del príncipe. Siguió su vista hasta donde Zuko volteó a mirar, allí estaba Sokka. Tan desbordante de energía como siempre. Ella comprendió entonces.

—¿Quieres que siga? —preguntó. Entre cerró los ojos. — Fuiste tú quien lo propuso, estabas enojado por tener que compartir con él, de hecho hemos estado haciendo lo cumplido hasta este verano. ¿Quieres otra vez no verlo más? Tienes tú que decirmelo, porque al menos no has sido un tonto que yo sepa.

Sí, aparentemente solo ella trata con tanta calma a la autoridad.

Zuko se mordió el interior de la mejilla. Miró a Sokka, sus ojos estaban brillando pero él no tenía idea. La Alfa a su lado observó fascinada e intrigada esa situación.

—No. Yo...Cancelo el trato. Quiero ser parte de su vida.

Azula soltó una carcajada, los otros tres miraron curiosos aquella libre muestra de agrado entre dos Alfas que habían considerados "enemistados".

         Zuko estaba confundido y un poco molesto de que se riera de él.

—Ay, Zuko. Saliste todo un sabio del amor.

Zuko se sonrojo, de hecho estaba muy rojo.

—¡N-No digas eso! ¡Eso es asqueroso!

Azula rió otra vez.

—Sokka me ama, Sokka no me ama. —murmuró, imitando una voz chillona.

      Luego solo se oyó un chapoteo. El agua sucia de las papas había sido vaciada en este orden, Zuko vacio un jarrón encima de ella y en venganza ella hizo lo mismo. Al finalizar, estaban comiendo por fin la receta del abuelo de Aang. Pero Sokka estaba que lloraba de la risa, porque entre medio del pelo oscuro de Zuko habían pedazos de papa. La seria y neutral Azula, tenía una tirita de lo mismo en una de sus mejillas y una cascara en su ceja.

Este era quizá el mejor verano de todos.







N/A: Holiii. Había que dar ese momento para aclarar el trato con Azula, estoy viendo una EVOLUCIÓN DE PERSONAJE AAA💖💖💖 en fin, también había que ver está compleja interacción entre Zuko y Azula.
A la final es una historia sencillita con sus matices ❤️‍🩹

Gracias por leer, amo aquí. Muak✨️✨️✨️

𝐃 𝐄 𝐒 𝐓 𝐈 𝐍 𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora