Capítulo V.

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—Son muy jóvenes, aún son incapaces de manejar la situación. —concluyó la reina.

Ambos reyes habían estado teniendo pequeñas reuniones constantes para hablar sobre los avances de sus hijos siendo amigos. Pero todo indicaba que sería una tarea complicada con suerte se debía a que este era el primer verano de los chicos conviviendo.

—Eso lo considere, reina. Pero si mi hijo, si Sokka se siente demasiado incómodo con esta situación me temo que tendré que retroceder a mi palabra.

La reina sintió un destello de pánico. No podía darse marcha atrás a este trato de por vida, la situación mundial era en si misma un caos y la prosperidad de dos reinos una solución valiosa.

—Tonterías. —dijo, quitándole le importancia con un ademán de manos.— Ya verá usted que terminaran por ser buenos compañeros. Zuko es un chico difícil, sí pero es joven. Confío en que quedará asombrado con la belleza de Sokka y Sokka de él.

—Mm. Si usted lo cree.

Pero tal como había dicho el rey, la situación era demasiado grande para dos pequeños que desde siempre comprendieron que sus vidas estaban destinadas a una unión imposible de evitar. Y como eran niños, actuaban como niños.
Huyendo del otro, sacándole la lengua y demás gestos burlescos del rostro. Todo lo que Zuko era para Sokka era ser un niño muy pesado, y todo lo que Sokka era para Zuko era ser un niño caprichoso. Luego del trato con Azula, quien siempre pasaba los días a gusto con el pequeño omega, Zuko tuvo tiempo de hacer sus propios amigos —más o menos—. Lo cual significaba que todos estaban felices.

—¡La traes, Sokka! —gritó Azula corriendo rápido en la dirección opuesta.

Sokka hizo un puchero pero empezó su carrera para atrapar a la alfa. A Sokka realmente le costaba lograr alcanzarla, ella parecía tener más habilidades, podía saltar con facilidad sobre algunas carretas y también hacía bonitos trucos parada de dos manos. Por otro lado él era bajito, y sus piernas no daban saltos tan inmensos o sorprendertes, sentía de momentos mientras pasaba y pasaban los días que él no era tan impresionante como Azula.

Azula no era capaz se percibir aquel gesto diminuto de tristeza en Sokka porque el niño justamente se mostraba siempre muy alegre y energetico como para que ella notará todo tipo de pucheros. Porque algo que definiría la personalidad del pequeño omega sería su convicción de creer que puede lograrlo.
Como cada tarde luego del trato que había surgido en los tres niños, Azula se despedía con un amigable gesto hacía Sokka y un asentimiento hacía el príncipe Zuko. Luego de esa despedida, Zuko y Sokka caminaban juntos al palacio sin decir casi ninguna palabra. Para gran decepción de Sokka, a veces la poca falta de comunicación hacían que se sintiera muy incomódo. Porque deseaba poder conocer más al principito gruñón.

El día que sus padres supieron que eran destinados, los aromas de ambos niños tan pequeños aún se sincronizaron llenando el gran salón. La risita de Sokka al ver a Zuko y luego el llanto al verlo alejarse, le concedieron a ambas familias reales el honor de su primogenitos de ser una pareja destinada y aparte tener el privilengio de haberse conocido desde la niñez.
Solo que tal destino quizá no había previsto el forzoso encuentro real que ambos niños tendrían que pasar. Odiandose más que queriendose, huyendo en lugar de encontrarse. El caos sembraba el trato pero al mismo tiempo la juventud era sinonimo de prever que el enamoramiento aún podría aparecer.

La reina Ursa sonrió complacida al ver a los pequeños principitos volver otra vez juntos, sin darse medios golpes a los costados, ni cara burlescas de por medio. Ella tenía una ciega confianza en toda la situación. Pues consideraba que su hijo era solo un niño de pocas acciones pero mucho sentir. Lo cual debería cambiar al crecer, dependiendo de la situación.

—¿Fue un gran día de juegos? —preguntó ella, aún sonriente observando de un niño a otro.

Sokka sonrió de vuelta.

—¡Sí que lo fue! Me divertí demasiado, hoy conocí nuevos truncos que se pueden hacer como saltar muy alto y A...—se calló rápido sintiendo sus orejas arder al casi decir el nombre incorrecto. — y además, Zuko es veloz al correr, algún día yo lo voy a alcanzar.

La reina Ursa frunció el ceño confundida, había visto durante las dos primeras semanas a ambos niños jugar o bueno, "jugar". Zuko no tenía tanas habilidades, más bien, Sokka solía alcanzarlo facilmente ocultandose en ciertos lugares y tomando atajos. Ella estaba jura de que incluso una vez Zuko cayó al suelo porque Sokka lo empujó. Claro, no sin antes que Zuko tirara de su linda coleta corta.

—Oh. Eso es encantador, querido. Seguramente lo alcanzarás pronto.

La reina observó a su hijo, quien no protesto ni se avergonzo por recibir tantos elogios el mismo día en un solo instante. Tenía la apariencia de quien se distanciaba de la conversación incluso cuando él era el protagonista.

          Para el rey Hakoda la situación fue mucho más visible. Por supuesto que sabía cuando su hijo ocultaba ciertas cosas, como un jarrón roto, el deseo de huir de casa para ver a su prima y escapar. Lo conocía, por lo que para él fue fácil entender que los niños tenían un secreto. Aunque no supiera cuál.

Zuko y Sokka durante las noches en las que podían corretear por los pasillos o jugar, se quedaban uno en un extremo de la sala de juegos y él otro en otro. Sokka pintaba coloridos paisajes, se dibujaba así mismo y a Azula —solo que el niño no tenía el toque artístico o como dirían, solo un artista incomprendido— y unos metros más allá, Zuko blandia una espada de juguete haciendo muecas y gesto graciosos.

—No creo que sepas tomar un espada. —comentó Sokka. Con la mejilla apoyada en su mano.

Zuko bajó el brazo y giró su rostro. Estaba un poco molesto.

—No creo que sepas más que yo de eso.

—Bueno, solo que yo sí te gané cuando jugamos con esas espadas.

Zuko se sintió abrumado. La reina Ursa había descrito a su hijo como un niño dulce, atento, honesto y amable, y todas esas grandes cualidades se esfumaban cuando Sokka estaba cerca. En el fondo sentía que pasar tiempo con un omega le hacía un poco mal, porque su aroma siempre estaba en todas partes. Lo que odiaba de niño sería su debilidad en unos años.

Zuko rodó los ojos. Ninguno dijo nada más.

Los niños pasaron las semanas siguiendo su trato, hasta que finalmente llegó el termino del verano y con el, el regreso del rey Hakoda y su hijo a las tierras del Reino Agua.

Entonces el Reino Fuego, mientras Zuko deseaba que el año se alargara y el verano nunca llegará. Azula anhelaba el comienzo del verano porque solo así, podría ver a su nuevo amigo.

Siguiente parte:
Pre-adolescencia.

𝐃 𝐄 𝐒 𝐓 𝐈 𝐍 𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora