𝟘𝟙. 𝔻𝕖𝕓𝕥

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—¡Rápido, tomen todo lo de valor, lo que sea! —Mandó aquel hombre con semblante serio a sus compinches quienes no dudaron y comenzaron a destrozar toda la casa en busca de aquello que pedía su jefe.

—¡Por favor! ¡No se lleven todo, por favor! Les pagaremos se lo prometo, pero... —El hombre golpeó con el arma que cargaba el rostro de la mujer que cayó al piso. Su esposo intentó tomarla, pero el otro hombre negó con la cabeza para que no lo hiciera y él obedeció.

—Escuche, señora. A mí no me venga de rodillas a pedirme su puto perdón. Yo no soy el gran jefe aquí ni soy con quien entraron en deuda ni mucho menos. ¿Ok? Yo sólo sigo órdenes del señor Seo que es a quien le deben y quien... —su teléfono sonó y lo atendió. Segundos después colgó.

—Mm, tienen suerte, supongo señores Yang. —Les dijo amenazador. —¡Bien chicos, paren! Acabo de recibir órdenes directas del señor Seo.

—Bien, señor y señora Yang, mi jefe ha mostrado un poco de compasión hacia ustedes. Dijo que sólo necesita a un familiar suyo... No me dijo para qué, pero, es probable que no para algo muy bueno. El señor Changbin les deja escoger a quien matará. Tiene que ser alguien importante, sus padres, sus suegros, hermanos...

—¡Nuestra hija! —el hombre paró justo cuando la señora Yang habló. Todos los presente voltearon a verla sorprendidos, incluido su esposo.

—¿D-de qué hablas cariño...? —Preguntó el señor, pero no recibió respuesta de su mujer. Y cuando iba a volver a preguntar, el hombre que los amenazaba habló.

—Vaya, vaya. ¡Lo que es estar desesperado señores! —Se burló. —No preguntaremos dos veces a quien nos llevaremos, ya no se podrán arrepentir... ¿Y dónde está su hijita, mmh?

—E-eh, d-debería llegar a casa como a las 6 de la tarde, a esa hora regresa de la escuela, s-sale a las 5:30. Ya debería est-ar viniendo...

—Bien...— Checó su reloj, viendo que faltaban 20 minutos para la dicha hora. —Supongo que ya viene a la casa. Tendremos que secuestrarla en el camino...

—¡E-espere! S-s-señor ¿no dejará que nos despidamos de ella? —preguntó su padre.

Él no quería que se la llevaran.

El susodicho esbozó una sonrisa burlesca y con sorna dijo: —Señor... Si ustedes mismos la regalan tal parece que no la quieren. No habrá una última vez para despedirse.

Hizo un ademán con la mano a sus compinches en señal de que podían irse. Éstos, ya sabiendo cómo era todo eso, con unas vendas les taparon la boca y con otra los ojos a los dos. No necesitaron preguntar cuando con una pistola con silenciador les dispararon en la cabeza.

Un tiro limpio.

Créditos de la historia a Stephen_Kats

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Créditos de la historia a Stephen_Kats

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