17 | Estella Rijnveld

6 2 0
                                    

Luka

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Luka

Hoy el viejo estaba enfermo así que dijo que no fuésemos a trabajar, que generoso se ha puesto esta mañana.

Erik estaba en el otro sofá sentado mientras que miraba una película en la televisión, bastante emocionante a juzgar por su sonrisa.

Yo en cambio decidí adelantar el trabajo, estuve editando fotos de varias sesiones. Deben ser alrededor de las doce debido a la cantidad de luz entraba por la ventana. Seguía en pijama y como sabía que él se iba a quedar solo, lo invité a mi casa.

Suspiré, Yael duerme más que despierto.

Acabé con la antepenúltima sesión y decidí tomar un descanso, dejé el portátil en la mesa y me puse cómodo. Pase mi brazo por encima de cabeza, y disimuladamente, arreglé un poco el desastre de pelo que tenía.

Intente ver la televisión pero mi mente se distrajo en mis pensamientos, otra vez.

Llevaba dos días sin saber de Draken.

Eso me ponía un poco nervioso.

Ayer volví a llamar a mi madre para pedir consejos el como comenzar de cero y el primer paso será darle confianza. Teníamos que ir recuperando todo el tiempo que perdimos, pensar en aquello me dolía.

Ya me he enterado de las fechas y los horarios de los desfiles, así creo que le invitaré a ir al Entierro de la Sardina juntos. Es de nuestras fiestas favoritas de Murcia.

—Oye, Luka.

—Dime.

—Gracias por invitarme—sonrió tímidamente.

—No hay de que.

Y nos acabamos la película. Estuvo entretenida pero sin más. Erik se ofreció a hacer la comida cosa que le dije que no pero insistió demasiado y no me quedo otra. Por mientras tanto fui a despertar al rey de la casa con un buen vasito de agua congelada.

Entré en silencio, caminando más lento de lo normal, me acerqué hasta su cama y uno...dos...¡tres!

Se despertó bruscamente, frunció el ceño totalmente confuso pero al conectar sus neuronas y darse cuenta de la situación, me lanzó una almohada, dándome en la cabeza.

—¡La madre que te parió, Draken!

—¡Es hora de levantarse, gandulo!

Salí corriendo de la habitación cuando este se levantó y muy enfadado. El cabrón volvió a coger el cojín porque me cayó en las piernas haciéndome caer en el sofá y se tiró encima mía, saltando y dándome golpes en la cabeza. Bufé totalmente arrepentido, sinceramente. Cogí su cadera y hasta luego Maricarmen, le tiré al suelo, provocando que soltase un gruñido.

—Paz y amor.

Entró Erik con una sartén y una cuchara, dándole golpecitos. No puede evitar reírme un poco.

Sueños blancosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora