22 | Abu Hassan

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Luka

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Luka

Unas lengüetazos en la cara me despertó de golpe, suspire cansado, al sabe saber de quién se trataba.

Guau

—Voy, voy...—me coloqué de lado, apartándola con suavidad.

Los rayos de sol llegaron directos a mi rostro nada más colocarme en la postura y solté un bufido, rindiéndome.

Anoche me había quedado hablando hasta las tantas con Draken, ya le echaba bastante de menos y bueno, digamos que la conversación de anoche tomó un rumbo un tanto...subida de tono.

Pero la culpa es de él, es un cachondo sin remedio.

Me levanté para irme al baño, cambiándome con rapidez ya que Naip no paraba de ladrar, tenía ganas de su paseo mañanero.

Una palabrota se me escapó al caerse un poco de pasta de dientes en la camiseta, cogí otra y fui a por la correa.

—¡Ahora volvemos!

Mi madre gritó «vale», estaba en la cocina haciendo algo que olía delicioso y mi estómago ya rugía.

Estábamos en una casa de campo algo alejados de la ciudad, había mucho verde, de verdad, mirases por donde mirases hay verde, y eso me encantaba, dejé que correteara mientras lanzaba su pelota, y a saber cuando me la devolvería.

En el patio delantero teníamos una piscina bastante grande, y a ella le encantaba saltar. Esta perra está algo loca. Se me escapó una risa tras acordarme de cuando era cachorra, se tiró al agua mientras veía su propio reflejo, esa bebé sigue siendo algo torpe.

Me senté en el césped y ella volvió, dejándome la pelota en mi regazo. Acaricie su cabeza y ella se inclinó hacia mi mano, recibiendo gustosamente los mimos.

La había echado tantísimo de menos, ella es mi todo, es más, crecí con ella.

Agarré la pelota y ella me miró, preparada para correr y lancé. Se fue a toda prisa, siguiendo la pelota y se puso a jugar con ella.

Yo fui mirando un poco los árboles, las hojas se movían con lentitud gracias a la suave brisa que daba, los cálidos rayos del sol posaban en mi rostro y los movimientos de Naip, era el único sonido que se oía. Aquí siempre se respiraba paz.

Cogí mi teléfono y me puse a hacerla fotos, salía monísima. Jugamos otro rato y volvimos a casa.

Me metí en la cocina a ver que había preparado mi madre, resulta que fue unos pancakes de plátanos, ¡mis favoritos!

—Bon dia, mare.

—Bon dia, afecte. Te he preparado también un zumo, por si te apetece.

—Muchas gracias—dejé un beso en su mejilla y me cogí dos trozos, ella se fue a despertar a su marido y yo me senté a desayunar.

Sueños blancosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora