13 | Tarda

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Luka

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Luka

Aquellos ojos azules nunca se me olvidarán. Retiró la mano con brusquedad, cogió la bolsa de patatas y se largó rápidamente. Aún procesando de volver a verlo, decidí ir a hablar con él. Era ahora o nunca. Me disculpé con mis amigos y fui por donde fue Draken pero lo perdí de vista así que fue preguntando hasta llegar a él. Suspiré, tratando de tranquilizarme.

Abrí la puerta y ahí estaba.

Me acerqué lentamente, susurré un hola y me apoyé en la barandilla. Iba guapísimo, con esa camiseta blanca que traía los primeros botones sueltos, marcando su pecho y brazos, sin duda estaba muy sexy, unos vaqueros azules que resaltaban sus glúteos y los muslos. Me estaba distrayendo así que me centré, al principio hubo silencio, estaba nervioso. Le ofrecí un poco de mi cerveza pero lo negó.

¿Cómo se comienza una conservación con alguien en el que acabaste mal?

Supongo que nunca aprenderemos, ya hemos estamos aquí. Fue en la primera discusión que tuvimos en toda nuestra amistad. Si no fuera porque los profesores nos obligaron a hablar tras una pelea en el patio, quizá ni nos volviésemos a cruzar por culpa del orgullo. Nunca fuimos demasiado maduros, nunca fuimos capaces de mostrar lo que queríamos decir por miedo, nunca fuimos demasiado valientes. No hablamos lo suficiente y no nos abrimos. Nunca hicimos lo suficiente y por eso no aprendimos en la última discusión

Pero, por primera vez en toda amistad. Nos sinceramos. Y Draken, quién tenía más orgullo, dio el primer paso y se disculpó. Y le abracé, y yo me sinceré también. Le confesé aquello más me había callado tras la última vez, que me había enamorado de él.

Y comenzamos de cero.

Bajamos debido al frío que comenzaba a hacer. Y le dirigí hacia mis amigos, ellos sabían quién era debido a las veces que le hable de él pero hicieron como si nada. Se presentaron y bueno, estuvieron interrogándole un poco. Me escapé para ir al baño y al salir vi a Erik.

—¡Erik! ¿Qué haces aquí?

—¿Hum? Nada, pasaba por aquí —sonrió.
—Vente con mis amigos—propuse.

Miró alrededor, dudando pero finalmente aceptó. Le presenté a mis colegas pero estos ya habían vuelto a empezar a emborracharse, Draken incluido quien me miró con una cara de angelito. El interrogatorio pasó a Erik, quien también bebió un poco.

—Y dime—hipeó Luis—¿qué nos cuentas de tus padres?

—Luis basta ya—le quité el vaso y se quejó.

—Déjame disfrutar un poco, aguafiestas.

—Se supone que estudias medicina, idiota.

—Uhg, calla—Intentó quitarme la bebida, pero le di un zape a su mano, y se acercó, moví el vaso y se fue en dirección a el, pero paramos de golpe cuando habló Erik.

—No tengo padres—murmuró, mirando su bebida.

Draken le miró con los ojos vacíos, tambaleando y lo agarré antes de que se cayera.

—Tranquilo, yo tampoco—balbuceó.

—¿No?—negó con la cabeza.

Y dimos por finalizada la fiesta. Volviendo cada a sus respectivas casas.

—Que guapo eres—murmuró distraído en mi cuello.

Trataba de abrir la puerta de su casa con una mano y la otra sujetándole, era casi imposible debido a que este no paraba de distraerme con chupetones en el cuello, que no es que me queje pero joder, no aguantaba más su peso. Erik estaba detrás de mí, algo mareado. La puerta hizo click y lo celebré internamente.

Un perro nos recibió con ladridos y joder, se me estaba subiendo en la pierna.

—Mushu, basta—susurró adormilado.

Por suerte el perro le hizo caso y dejó de saltar, dejándonos vía libre. Pasamos por el pasillo y me indicó su habitación. Le tumbé la cama y le quité sus zapatos. A rastras se metió entre las sábanas. Lo tapé bien y salí de la habitación. Era la primera vez que estaba en su casa. Fuimos a la cocina y busqué los vasos hasta encontrarlos, los rellené de agua y le ofrecí uno a Erik. Mushu, el cachorro, nos seguía y nos observaba en todo momento, finalmente se había calmado. Tragamos en silencio hasta que me preguntó algo.

—¿Es malo no tener padres?

Y no supe qué que responder.

—No lo sé, si te soy sincero.

Y luego me atreví a preguntarle.

—¿Qué les pasó?

Se quedó mirando el vaso, pensativo. Su cabello con mechas blancas estaba despeinado, era largo y bastante bonito.

—Básicamente me abandonaron, crecí en el orfanato porque nadie quería adoptarme y cuando cumplí los dieciocho...el viejo me adoptó.

—¿El viejo?

—El jefe.

—¿Ese amargado?

—El mismo. Lo hizo solamente para que trabajase para él y con un sueldo que no me permitía tener un alquiler pero tampoco me deja tener otro trabajo. Estoy encadenado.

—Pero, ¿es no es ilegal?

—No lo sé, no sé cómo funciona este mundo. No me lo han enseñado—sonrió a medias.
Eso era injusto.

—Te tiene trabajo desde los dieciocho, ¿verdad?

Asintió.

—Y..¿dónde vives entonces?

—En el estudio, hay una habitación en la esquina, es suficientemente espaciosa para mí. Lo malo es que si salgo del estudio en horario que no es laboral, no podré entrar.

—¿Por qué?

—No tengo las llaves, me las quita para que no tenga "tanta libertad".

—Definitivamente es un hijo de puta.

—Lo sé.

—Intentaré ayudarte, mi padre es abogado. Quizá haya algo que nos pueda servir—hablé más para mí mismo que para él—¿Confías en mí?

—Te acabo de contar mi historia, claro que lo hago.

Sonreí.

—Perfecto. Ahora vayamos a dormir, ya es muy tarde.

Y vaya que lo era, comenzaba a acercarse las cuatro de la mañana. Él se fue al salón, el perro directamente se metió en su habitación y cuando revisé que el pelinegro siguiera vivo, sentí un agarrón en la muñeca.

—Quédate conmigo—habló medio dormido.

—¿Seguro?—dudé.

—Por favor.

Me quité los zapatos y me metí en la cama también, sentí como se acercaba y se abrazó a mí. Lo último que escuché fueron sus ronquidos.

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Sueños blancosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora