1. Reunidos

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En la duodécima hora del primer día de octubre de 1989, cuarenta y tres mujeres de todo el mundo dieron a luz, lo raro de esto es que ninguna de ellas había estado embarazada cuando comenzó el día.

Sir Reginald Hargreeves, un excéntrico multimillonario y aventurero, decidió localizar y adoptar a la mayor cantidad posible de esos niños.

Consiguió a ocho de ellos.

«—»

Alessandra Hargreeves, la llamada número ocho, caminaba en dirección a su departamento. No tenía mucho que había salido de su habitual cita terapéutica, a la cual iba más por el dinero que ya había pagado que por otra cosa. Fuera como fuera, era bueno, ¿no? Alguien como ella debía estar en constante vigilancia.

Cerró la puerta con llave y prendió el televisor en lo que se preparaba una pequeña cena.

—Estamos en vivo con una noticia de última hora. —dijo el hombre de la tele—. Hace instantes, la policía confirmó la muerte del multimillonario más excéntrico y solitario del mundo...

Alessandra giró su cabeza tan rápido que la escuchó tronar. ¿Será verdad o solo otra de las tantas pruebas de su padre? Conociendolo, tal vez sea la segunda.

Sin pensar demasiado en lo que se iba a comer, Alessandra se sentó frente al televisor y escuchó toda la nota.

—Mierda —murmuró, pasando sus manos por su corto cabello negro—. Significa que los tendré que ver.

«—»

La mañana ni siquiera la había sentido, ni siquiera sabía cómo había llegado frente a su antigua casa. La gran mansión dónde había crecido con sus hermanos. Lugar de mucho recuerdos y el causante de muchas pesadillas. ¿De verdad debía entrar?

—Alessandra —la nombraba volteó, encontrándose con su hermana Vanya, la número siete.

—Vanya —sonrió, nerviosa—. Me alegra verte.

—¿Vas a pasar?

—Estoy dudando... ¿Lo vale?

Vanya le dedicó una pequeña sonrisa, comprendiendo un poco la duda de su hermana.

—No lo sabrás si no pasas.

Alessandra asintió. Vanya era de las pocas personas que esperaba ver ese día, de las pocas personas con quién quería arreglar las cosas.

Cuando entraron, vieron que la casa seguía igual, justo como Alessandra la recordaba, cosa que le dió un pequeño escalofrío.

Justo frente a la chimenea, se encontraba Grace, su madre, sentada en una silla. Claro que “mamá” era como le decían, pues era un robot creado por su padre para que los cuidara.

—Hola, mamá —llamó Vanya. Grace no se movió.

—¿Mamá? —Intentó Alessandra— ¿Estás bien?

Alessandra iba a caminar hacia ella, pero la voz de Allison, la número tres, la hizo detenerse.

—¿Vanya? ¿Alessandra? —Número tres bajó las escaleras— Realmente vinieron.

—Hola, Allison —sonrió Vanya. Luego, Allison la abrazó.

—Allison —sonrió Alessandra—. Es bueno verte.

—Igual.

Pero ellas no se abrazaron. A decir verdad, Alessandra se sorprendió de que la saludara. No se odiaban, tanto, pero tampoco creyó que le hablaría.

La ocho de los HargreevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora