26 ; agustín della corte

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advertencia: +18, grabación del acto

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UN DÍA CON MI NOVIO

Ella sacó la lengua levemente, los ojos adormilados y las sábanas aún cubriendo su cuerpo acentuando el hecho de que recién se estaba levantando.

Sus dedos sostuvieron la cámara con un agarre tierno, sin mucha firmeza en la mano. La contraria escondida bajo su acolchado.

—Buen día —murmuró con la voz medio ronca—. Son las...

Sus ojos viraron hasta el reloj en la mesita del costado, entrecerrándolos un poco para observar mejor ante la falta de luz en la habitación.

—Ocho y veinte de la mañana —agregó, completando su oración—. Muy pedido, medio polémico, pero acá tienen el comienzo del vídeo de un día con mi novio para todas esas que quieren saber cómo es un día con Agustín Della Corte.

Levantó la sábana blanca, mostrando la mata de pelo negro ondulado adornando una cabeza hundida en su pecho, brazos musculosos pasándole por la cintura.

Sonrió con ternura, y ahí cortó el principio del video. Dejó la cámara boca abajo en la esquina de la cama, devolviendo su mano a la melena despeinada de su novio.

Relamió sus labios, los ojos cayéndole del sueño pero sin permitirse dormirse de nuevo.

—Agus —susurró, bajando ambas manos para acariciar su espalda desnuda—. Agus.

Él gimoteó, ahogando el ruido contra su clavícula. Movió la cabeza, dejando su nariz rozarle el costado del cuello. El movimiento le provocó un escalofrío.

—Nos tenemos que levantar, mi amor.

—Es temprano —murmuró, saboreando su aroma.

—Si ni sabes que hora es —sonrió perezosamente.

Agustín bufó, y su respiración contra su cuello causó un tembleque usual en sus muslos.

—Son las ocho y veinte —contestó con la voz ronca—, te escuché.

Ella sonrió, sin siquiera arrepentirse de su decisión de levantarlo tan temprano por la mañana. Era raro de ellos estar despiertos a esa hora; su normativa era levantarse a eso de las diez, y a más tardar a las 11:20.

—Dale —murmuró—. Hay que despertarse.

Él hundió su nariz en su cuello, moviendo su cabeza de un lado a otro, haciéndola reír.

Los dedos de Agustín, que hasta ahora reposaban sobre sus propios codos, se alejaron y forzaron a sus brazos a abandonar su cálida forma. Ella tembló, no acostumbrada a estar lejos por la mañana en la fría cama sin su cálido guardián.

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⏰ Última actualización: May 06 ⏰

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