Capítulo 23: Impurezas y miedos

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Leo se encontraba caminando junto a toda su familia, alidos y su novio por el sendero que lo llevaría a la casa de la tía de Usagi, había pasado ya unos meses desde, el percance, Leo no estaba del todo bien pero le sirvió de mucho tener charlas con sus papás y Karasu-Tengu.

También había recibido asistencia médica y psicológica del hospital de Neo Edo gracias a la insistencia de Gen (el rinoceronte amenazó con destruir el hospital con sus propias manos si seguían con la estúpida idea de no atender extranjeros, fue un caos total)

Y ahora se preguntarán, que paso con Edgewing y el viaje que los Hamato tenían que emprender? Bueno...ya nos encaminamos a esto, Yuichi estaba por ir a recoger a el restaurado Edgewing y despedirse de su amada tía para comenzar el viaje esa noche.

Cuando la tía se enteró de lo sucedido con Leo y con la espada lucio totalmente destrozada, pero no parecía estar mal por la destrucción de una reliquia familiar, si no por el sufrimiento del noble ninja.

Consoló a su sobrino sobre la destrucción de Edgewing y le conto algo que debió hacer hace mucho.

No era la primera vez que la espada se rompía dentro de la familia, sucedía bastante.

Los herreros sabios que fabrican estás armas saben que está representará el alma del samurai que la porta y la fina línea entra la vida y la muerte.

Edgewing poseía la escencia de la vieja samurai, pero este metal no considia con aquello que su sobrino llevaba en el alma, por aquello no soporto lo que debía ante la pelea contra Gar Gar.

Era hora de darle un metal puro y mezclarlo con las impurezas perfectas para que se acoplará a su sobrino.

Usagi desapareció una semana para poder restaurar la espada con el herrero que había estado en su familia por siglos...milagrosamente.

Esa semana, Yuichi puede afirmar que fue un infierno, había vivido mucho, había madurado, pero el herrero le hizo una pregunta que no supo cómo responder ¿Quién era y que buscaba con ser un samurai? Yuichi respondió con una respuesta muy vanal como normalmente lo hacía pero eso no bastó.

El herrero no le prometió hacerle una espada resistente pues aún era un niño que tenía mucho por vivir y descubrir en sus palabras, pero le aseguro que está le serviría para lo único que el joven albino tenía por seguro que quería, quería que esa espada junto con el protegieran a lo que más amaba.

Pero dejo realmente con dudas existenciales al conejo que pensó que había superado...

En fin ese día el herrero iría a dejar la espada a la casa de su tía ya terminada para que puedan partir.

(...)

— Por que la hiciste con ese horrible metal?

Pregunto la vieja coneja con cierto enojo al mirar frente a ella la ya acabada espada de su sobrino.

Era un hermoso diseño que poseía un color negro azulado con un poco de color plata como la que había tenido la vieja mujer, pero el metal que logro esto...sabía de dónde provenía.

— Su padre lo hubiera querido así, una vieja tradición del clan que provenía, quien soy yo para negarle su última voluntad a un saco de huesos que se pudre lejos de su propia tumba?

Cuestionó con ironía el herrero quien era un mono parcialmente ciego por su longeva edad, mientras volvía acomodar la espada en su funda a la vez que limpiaba con delicadeza el mango reciclado del arma.

— Sería bueno que no lo hubieras involucrado.

Murmuró la coneja y el mono alzó su mirada hacia la preocupada mujer.

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