Rastros de tinta

CAP-1

~Su llegada~

Vivir con mis abuelos siempre ha sido como vivir en un cuento de hadas, pero con un toque de misterio. Nuestra casa, ubicada en el tranquilo pueblo italiano de Montemare, es una mezcla perfecta de lo antiguo y lo moderno. Con sus paredes de piedra desgastadas por el tiempo y sus puertas de madera tallada a mano, la casa respira historia en cada rincón.

Mis abuelos, Giovanni y Fiorella Rossi, son el corazón y el alma de esta casa. Aunque ya están jubilados, todavía trabajan en el negocio familiar: una pequeña tienda de antigüedades en el centro del pueblo. Desde muebles antiguos hasta curiosidades exóticas, su tienda atrae a todo tipo de clientes, desde coleccionistas hasta curiosos viajeros en busca de un recuerdo único.

Desde que tengo memoria, he ayudado a mis abuelos en la tienda. Ya sea limpiando las piezas más preciadas o atendiendo a los clientes, siempre he estado involucrada en el negocio familiar. Aunque a veces extraño la libertad de la juventud, valoro la conexión que tengo con mis abuelos y el sentido de propósito que me da trabajar junto a ellos.

Pero nuestra casa es más que solo una tienda de antigüedades. Es un refugio lleno de secretos y recuerdos, donde cada habitación cuenta una historia diferente. Desde el antiguo reloj de pared que ha estado en la familia por generaciones hasta los libros de poesía que adornan la biblioteca, cada objeto tiene su propia historia que contar.

Pero no todos los recuerdos en nuestra casa son felices. Hay un vacío en mi corazón que ningún objeto antiguo puede llenar, un dolor silencioso que viene de la ausencia de mis padres. Abandonaron Italia y mi vida cuando era apenas una niña, dejándome al cuidado amoroso de mis abuelos.

A veces me pregunto qué fue lo que los llevó a tomar esa decisión. ¿Fue la promesa de una vida mejor en algún lugar lejano? ¿O fue simplemente el peso de la responsabilidad de cuidar de mí lo que los hizo huir? Nunca he tenido respuestas claras, solo el eco de sus ausencias en las paredes de esta casa.

Mis abuelos nunca han hablado mucho sobre ellos, pero puedo sentir su dolor cada vez que la conversación se desvía hacia ese tema. A pesar de todo, me han dado amor incondicional y un hogar donde siempre puedo refugiarme. Por eso, a pesar del vacío que siento en mi corazón, estoy agradecida por lo que tengo.

A pesar de los vacíos en mi vida, hay una luz que siempre brilla con fuerza: Luca. Nos conocemos desde la escuela primaria, cuando éramos solo niños jugando en el patio de recreo. Recuerdo la primera vez que nuestras miradas se cruzaron en el aula y supe en ese momento que había algo especial en él.

Nos hicimos amigos rápidamente y, a medida que crecíamos juntos, nuestra amistad se transformó en algo más. Fue en una tarde de verano, bajo el cálido resplandor del sol italiano, que Luca finalmente reunió el coraje para confesarme sus sentimientos. Desde ese día, hemos sido inseparables.

Ahora, con las vacaciones de verano en pleno apogeo, Luca viene a verme casi todos los días. Paseamos por las estrechas calles empedradas del pueblo, nos sentamos juntos junto al río y disfrutamos de largas conversaciones bajo el cielo estrellado. Su presencia es mi ancla en este mar de incertidumbre, y su amor me da fuerzas para enfrentar cualquier desafío que se presente.

Además de nuestra pequeña familia, nuestra casa siempre ha estado llena de vida y movimiento. Mis abuelos, con su generoso corazón, han abierto las puertas de nuestra casa a aquellos que necesitan un lugar donde quedarse. A lo largo de los años, hemos tenido una variedad de huéspedes que vienen y van, cada uno dejando su marca única en nuestra casa.

Algunos son viajeros solitarios en busca de aventura, mientras que otros son artistas en busca de inspiración en la belleza tranquila de Italia. Mis abuelos los acogen a todos con los brazos abiertos, ofreciéndoles un techo sobre sus cabezas y una cálida comida en su mesa a cambio de su ayuda con los quehaceres de la casa y la tienda.