~Día 3 (continuación)~
Mientras caminábamos por el centro, me encontré con Martina. Nos abrazamos efusivamente, como dos amigas que hace días no se ven.
"¡Isa, qué alegría verte!", exclamó Martina, con una sonrisa emocionada.
"Marti, ¿Cómo estás?", respondí, devolviendo su abrazo. "Hace días no vienes a casa". Nos quedamos hablando un rato hasta que Martina echó un vistazo a Verónica, quien parecía estar absorta en sus propios pensamientos, y luego volvió a mirarme con una ceja alzada, haciéndome un gesto como: "¿Y ella?"
Me reí suavemente y le pedí un minuto a Verónica. Alejándome unos pasos con Martina, le dije en voz baja: "No tengo mucho tiempo, pero te haré un breve resumen. Verónica y yo nos besamos".
Martina soltó una risa emocionada. "¡¿Qué?! ¿¡Estás loca!? ¿Y qué pasó después?"
"Desde entonces, las cosas han sido interesantes", continué. "Estoy esperando ansiosamente cumplir 18 para que podamos llevar las cosas al siguiente nivel".
Martina me miró con los ojos brillantes de emoción. "¡Isa, yo sabía, yo sabía! ¡Estoy tan feliz por ti!"
Nos abrazamos de nuevo, compartiendo un momento de complicidad y emoción antes de volver a unirnos a Verónica, quien parecía ajena a nuestra conversación secreta.
Verónica, desde donde quedó, me gritó que me apurara. "¡Vamos, Isa, estamos perdiendo tiempo aquí!"
"Ya voy, ya voy", le aseguré mientras me giraba hacia Martina.
Martina sonrió y bromeó, "¿Te llama tu mujer, Isa? Parece que tienes que correr", haciendo una mueca juguetona.
Nos reímos juntas antes de que me despidiera. "Ven esta noche a mi casa, Martina. Te contaré todo en detalle", le dije con una sonrisa, antes de volver junto a Verónica.
Verónica y yo seguimos caminando por las calles del centro. De repente, me preguntó: "¿De qué tanto hablabas con Martina?"
"No mucho, solo poníamos al día una sobre la otra", respondí evasivamente, sin querer revelar que habíamos hablado sobre ella.
Salimos del pueblo y nos dirigimos hacia el campo. Le recordé a Verónica sobre el lugar que mencioné por la mañana, y ella aceptó de buen grado. Subimos a nuestras bicicletas y comenzamos a pedalear hacia fuera del centro, adentrándonos en el campo.
El camino se extendía ante nosotros, y Verónica comenzó a quejarse, aunque claramente era en tono de broma. "¿Cuánto más falta para llegar? Hubiera sido mejor si tomábamos un taxi" me dijo, con una sonrisa juguetona en su rostro.
"No te quejes, Vero", respondí riendo. "Estamos casi allí. Te falta un poco más de ciclismo, eh..."
Verónica me lanzó una mirada fingida de molestia. "¿Yo? Lo siento, pero siempre fui la mejor en eso", admitió entre risas. "Pero eso no significa que no pueda quejarme un poco".
"Claro que puedes", respondí, mientras giraba mi bicicleta hacia un camino lateral. "Pero asegúrate de guardar algo de energía para lo que viene después".
Verónica levantó una ceja con curiosidad. "¿Qué es lo que viene después?"
"No te lo diré", respondí con una sonrisa traviesa. "Es una sorpresa".
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Rastros de tinta
RomanceEn un tranquilo pueblo italiano, Isadora Fontana, una joven de 17 años, vive con sus abuelos en una casa llena de historia y misterio. Un día, Verónica Fuller, una escritora australiana en busca de tranquilidad y una nueva dirección para su carrera...