Pasaron unos días desde aquella noche intensa junto a Verónica. Nos veíamos a escondidas siempre que teníamos la oportunidad, aprovechando cualquier momento libre para estar juntas. A veces salíamos a pasear por el pueblo, otras veces nos quedábamos en casa, simplemente disfrutando de la compañía del otro.
Entre risas y complicidad, compartíamos confidencias y sueños. Era emocionante sentir su presencia a mi lado, sabiendo que éramos cómplices en un secreto que nos unía aún más.
Aunque sabíamos que no podíamos estar juntas abiertamente, esos momentos furtivos eran como pequeñas burbujas de felicidad en medio de nuestras vidas cotidianas. Cada encuentro reforzaba nuestro vínculo y hacía que la espera valiera la pena.
La habitación estaba sumida en la oscuridad, solo iluminada por la suave luz lunar que se filtraba por la ventana entreabierta. Después de haber compartido algunas palabras, el silencio llenó el espacio, creando una atmósfera cargada de expectativa.
Me encontraba de pie junto a la ventana, observando el mundo exterior bañado por el resplandor plateado de la luna. A mi lado, Verónica estaba apoyada en la cama, su figura apenas visible en la penumbra. Sentía su mirada sobre mí, intensa y cautivadora.
Decidida, me volví hacia Verónica y me acerqué a ella. Nos encontramos en el centro de la habitación, con ella parada entre mis piernas, sus brazos rodeándome por la cintura mientras mis manos descansaban delicadamente en su cuello.
"Mmm, ¿puedo besarte?", susurró Verónica con voz apenas perceptible, su aliento cálido rozando mi piel.
Asentí con un ligero movimiento de cabeza, sintiendo el palpitar acelerado de mi corazón mientras me entregaba a la emoción del momento.
"Sí, por supuesto", respondí con un susurro, dejando que la anticipación se apoderara de mí.
Con un suspiro de alivio, Verónica comenzó a acercarse lentamente, sus labios trazando un suave sendero desde mi frente hasta mis labios, cada contacto enviando una oleada de placer a través de mi cuerpo. El calor de su aliento, la suavidad de su toque, todo contribuyó a intensificar la conexión entre nosotras en la quietud de la noche.
Nos abrazamos por un momento, sumergiéndonos en la calidez mutua mientras el silencio de la noche nos rodeaba. Luego, Veronica se separó suavemente y se dirigió hacia la puerta. Vi cómo se acercaba a ella con determinación, pero cuando intentó cerrarla, un impulso de preocupación se apoderó de mí.
Traté de detenerla, extendiendo una mano hacia la puerta en un intento de frenar su cierre repentino. Sin embargo, mis esfuerzos fueron en vano. Con un sonido estruendoso, la puerta se cerró de golpe, resonando en la tranquilidad de la habitación.
Mientras me lamentaba en silencio por el ruido repentino, Verónica soltó una risita suave, su expresión entre divertida y comprensiva. Nos miramos con complicidad, compartiendo el momento cómplice de nuestra travesura nocturna.
Nos sentamos en la cama, lado a lado, sumidas en un silencio cómodo pero cargado de complicidad. Ambas desviábamos la mirada hacia el suelo, contemplando nuestros propios pies en un gesto de introspección silenciosa.
Mis dedos del pie se deslizaron sutilmente hacia el pie de Verónica, acariciándolo con suavidad como si quisiera comunicarme con ella de una manera íntima y sutil. Verónica levantó la mirada hacia mí, curiosa por mi gesto.
"¿Qué estás haciendo?", preguntó, con una sonrisa juguetona bailando en sus labios.
"Nada", respondí, mientras continuaba con mi leve caricia, disfrutando de la conexión que transmitía ese gesto tan simple pero cargado de intenciones.
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Rastros de tinta
RomanceEn un tranquilo pueblo italiano, Isadora Fontana, una joven de 17 años, vive con sus abuelos en una casa llena de historia y misterio. Un día, Verónica Fuller, una escritora australiana en busca de tranquilidad y una nueva dirección para su carrera...