~Sigue.. Basta~
Estábamos recostadas en la cama, sumidas en un silencio incómodo. En la penumbra de la habitación, estiraba mis pies hacia adelante mientras Veronica me observaba en silencio. La escasa luz proveniente de la lámpara de noche destacaba las curvas de mis piernas, atrayendo su atención.
"¿Todavía te duelen las piernas?" preguntó suavemente, desviando la mirada hacia mí.
Levanté la mirada hacia ella y respondí con un suspiro. "Un poco, pero ya estoy mejor. Gracias por preocuparte", dije, tratando de ocultar la incomodidad que sentía por su cercanía.
Veronica se acercó más en la cama y colocó su mano con delicadeza sobre mi pierna. Un escalofrío recorrió mi cuerpo ante el contacto cálido de su mano en la oscuridad de la habitación.
"Deberías descansar un poco más", sugirió, comenzando a acariciar suavemente mi pierna.
La sensación de sus dedos sobre mi piel me hizo cerrar los ojos, y mi respiración se volvió más agitada con cada caricia. Sabía que debería detenerla, pero algo en su toque me mantenía cautiva, deseando más.
"¿Te molesto?" preguntó, notando mi reacción.
"No, para nada", respondí rápidamente, sintiendo cómo mis mejillas se calentaban en la oscuridad de la habitación.
Veronica continuó acariciando suavemente mi pierna, y me dejé llevar por la sensación embriagadora de su tacto. A pesar de todos mis intentos por resistirme, sabía que estaba perdiendo la batalla contra el deseo que ardía dentro de mí.
Mis piernas se estremecieron cuando las caricias de Verónica ascendieron lentamente por mis muslos. Cada roce de sus dedos enviaba ondas de calor a través de mi cuerpo, avivando el fuego que ardía dentro de mí. Sentía una mezcla de excitación y nerviosismo mientras sus caricias se volvían más intensas, más atrevidas.
El deseo me inundaba, convirtiendo mis pensamientos en un torbellino de emociones confusas. ¿Qué significaba esto? ¿Estaba cruzando algún límite? No podía negar lo mucho que me excitaba su cercanía, su tacto, pero al mismo tiempo, temía lo que podría significar para nuestra amistad.
Traté de concentrarme en el calor de su mano sobre mi piel, en el ritmo hipnótico de sus caricias, dejando que me llevara a un lugar donde solo existíamos nosotras dos, perdidas en el éxtasis del momento.
Las palabras de Verónica se filtraban en mi mente, pero luchaba por mantener la compostura y responder con claridad.
"¿Te sientes mejor ahora?" preguntó Verónica, mientras sus manos seguían acariciando mis piernas.
"Sí, gracias", respondí, tratando de hablar con normalidad mientras sentía cómo su tacto me hacía temblar.
"Estás tensa", comentó, y sus dedos se movieron con más suavidad, provocando un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo.
"Es solo... me siento un poco nerviosa", admití, tratando de disimular mi agitación.
"¿Nerviosa? ¿Por qué?" preguntó, deteniendo sus caricias por un momento y mirándome fijamente.
"No es nada", respondí rápidamente, desviando la mirada para ocultar mi turbación.
Pero en realidad, la razón de mi nerviosismo estaba justo delante de mí, con sus manos explorando mi piel y su mirada penetrante que parecía leer mis pensamientos más íntimos.
Veronica retiró lentamente sus manos de mis piernas y se levantó de la cama. Con una sonrisa suave, sugirió que ambas deberíamos descansar. Yo, aunque realmente no tenía sueño, titubee ante la idea de que Veronica se alejara.
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Rastros de tinta
Roman d'amourEn un tranquilo pueblo italiano, Isadora Fontana, una joven de 17 años, vive con sus abuelos en una casa llena de historia y misterio. Un día, Verónica Fuller, una escritora australiana en busca de tranquilidad y una nueva dirección para su carrera...