~Ven conmigo~
Sumergidas en el agua tibia de la bañera, nos dejamos llevar por la suave corriente que nos envolvía, disfrutando del reconfortante calor y la intimidad compartida. Mientras nos relajábamos, hablábamos en voz baja, compartiendo pensamientos y risas entre nosotras.
"Estoy tan cansada", confesé con un suspiro, dejando que mi cuerpo se hundiera más en el agua.
Verónica dejó escapar una risa traviesa. "¿Cansada? ¡Pero si tú fuiste la que quería seguir sin parar!" exclamó, entre divertida y burlona.
Asentí con una sonrisa. "Sí, tienes razón", admití, con una risa suave. "Pero creo que fue lo mejor".
Continuamos charlando en la cálida penumbra del baño, compartiendo pequeñas confesiones y risas mientras nos relajábamos juntas. Sin embargo, pronto noté un leve dolor en mis piernas, el resultado de nuestra apasionada actividad anterior.
"Me duelen un poco las piernas", murmuré, sintiendo una ligera incomodidad.
Verónica me miró con curiosidad, una sonrisa juguetona jugando en sus labios. "¿Yo soy la culpable de eso?" preguntó, levantando una ceja con una expresión traviesa.
Asentí con una sonrisa, aceptando la complicidad entre nosotras. "Sí, supongo que sí", respondí con una risa suave. "Pero valió la pena".
Nos sumergimos en un cómodo silencio, disfrutando de la tranquilidad compartida mientras el agua suave nos envolvía en su abrazo reconfortante. A pesar del cansancio y el dolor, no había lugar en el mundo donde preferiría estar que junto a Verónica, compartiendo este momento íntimo y especial juntas.
Después del baño, ambas salimos de la bañera, Verónica se envolvió en una toalla con gracia, sus ojos aún brillando con la intensidad del momento compartido. "¿Estás bien, Isa?" preguntó mientras me extendía otra toalla.
Asentí, todavía sintiéndome un poco aturdida por la experiencia. "Sí, estoy bien", respondí, aceptando la toalla y dejando que ella comenzara a secar mi cuerpo con delicadeza.
"Estuvo... increíble", murmuré, recordando cada momento con nitidez. "Gracias por... todo."
Ella sonrió con ternura, sus dedos deslizándose suavemente sobre mi piel. "No hay de qué, cariño", dijo con sinceridad. "Siempre estoy aquí para ti." Y en ese momento, entre risas y susurros de complicidad, nos sumergimos en la familiaridad reconfortante de nuestra conexión.
Nos dirigimos a la habitación, dejando las toallas en el suelo mientras nos deslizábamos entre las sábanas. No nos molestamos en ponernos ropa; simplemente nos acostamos así, desnudas y cercanas, compartiendo el espacio íntimo que habíamos creado juntas.
Las sábanas suaves y cálidas nos envolvieron mientras nos abrazábamos, sumergiéndonos en la calma después de la tormenta de pasión. Nos miramos a los ojos, una sonrisa pícara jugando en nuestros labios mientras nos perdíamos en el brillo mutuo de nuestros ojos.
Con cada palabra que compartía, sentía las manos de Verónica recorriendo mi cuerpo con delicadeza pero con una leve dosis de atrevimiento. Sus manos, cálidas y suaves, exploraban cada centímetro de mi piel mientras hablábamos en la tranquila intimidad de la habitación.
Sus caricias comenzaron en mi espalda, trazando suavemente círculos reconfortantes mientras yo hablaba. Luego, sus manos descendieron hacia mi cintura, donde sus dedos bailaban juguetonamente, enviando escalofríos de placer por mi cuerpo.
"Mmm... eso se sintió tan bien", susurré, dejando escapar un suspiro de satisfacción mientras disfrutaba de sus caricias.
Verónica respondió con un suave beso en mi cuello, sus labios dejando un rastro de calor en mi piel. "Me alegra que te guste, mi amor", dijo con voz suave, sus palabras impregnadas de ternura y deseo.
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Rastros de tinta
RomanceEn un tranquilo pueblo italiano, Isadora Fontana, una joven de 17 años, vive con sus abuelos en una casa llena de historia y misterio. Un día, Verónica Fuller, una escritora australiana en busca de tranquilidad y una nueva dirección para su carrera...