~Día 4~
Con la determinación en mente, me deslicé sigilosamente hacia la habitación de Verónica al día siguiente. La encontré durmiendo plácidamente, y sin dudarlo un segundo, me lancé sobre la cama, provocando que Verónica se sobresaltara al despertar bruscamente.
"¡Despierta, Verónica!", exclamé, con voz llena de energía, aunque ella aún parecía medio dormida. "¡Solo faltan cuatro días para mi cumpleaños!".
Verónica parpadeó, tratando de entender lo que estaba sucediendo mientras se frotaba los ojos adormilados. "¿Qué?" murmuró, visiblemente confundida. "¿Qué hora es?".
Me eché a reír ante su reacción somnolienta. "No importa eso, dale, despiértate.", le dije, sacudiéndola suavemente para ayudarla a despertar por completo. "Duermes muchos, ¿Lo sabes?".
Verónica rodó los ojos con una sonrisa mientras se incorporaba lentamente. "¿Tan temprano, Isadora? Eres peor que un despertador", respondió con voz burlona, pero su expresión era cálida y llena de complicidad. Aunque inicialmente somnolienta, estaba claro que estaba lista para enfrentar el día conmigo.
Con una risa traviesa, Veronica me dijo: "Cumplir 18 años es emocionante. Tienes todo un mundo de posibilidades por delante. Puedes votar, obtener una licencia de conducir, comprar lotería... oh, y también puedes hacer... Acostarte conmigo, si eso es lo único que quieres.".
Su comentario me hizo sonrojar, pero no pude evitar reír junto a ella. "Bueno, eso es ciertamente una ventaja añadida", respondí con una sonrisa juguetona. "Pero sí, hay muchas otras cosas que puedo hacer ahora que estoy a punto de ser oficialmente adulta".
Ambas compartimos una mirada cómplice, conscientes de la tensión sutil entre nosotras. Aunque nuestras conversaciones a menudo giraban en torno a ese deseo prohibido, también disfrutábamos de la complicidad y la camaradería que compartíamos en otras áreas de nuestras vidas.
Me acerqué a Verónica con una sonrisa traviesa en los labios y, sin previo aviso, le robé un rápido beso. Mientras nuestros labios se encontraban, nuestras miradas se cruzaron en un juego silencioso de deseo y complicidad.
"Que buena manera de despertar...", exclamó Verónica con una risa suave después del beso. "Deberías tener cuidado, Isadora. Podrías asustar a alguien si haces eso sin previo aviso".
"Lo siento, no pude resistirme", respondí, aún con una sonrisa juguetona en mi rostro. "Supongo que estoy un poco impaciente por cumplir 18 años".
Verónica asintió con complicidad. "Lo entiendo. La espera puede ser difícil, pero créeme, valdrá la pena cuando finalmente llegue el día".
Nos quedamos allí, compartiendo un momento de complicidad y anticipación, conscientes de la intensidad creciente de nuestros sentimientos el uno por el otro.
Veronica se volvió a recostar en la cama, con los ojos aún medio cerrados por el sueño. Sentada a su lado, observé cómo sus párpados se deslizaban lentamente hacia abajo. "Sigo con sueño, Isadora. ¿No crees que es muy temprano aún?", murmuró con voz adormilada.
Asentí suavemente, respetando su deseo de seguir descansando. "Tienes razón, Vero. Todavía es muy temprano", respondí, acomodándome junto a ella en la cama.
Veronica me miró con curiosidad mientras nos acomodábamos en la cama. "¿Qué estás haciendo, Isa?" preguntó, con una sonrisa juguetona.
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Rastros de tinta
RomanceEn un tranquilo pueblo italiano, Isadora Fontana, una joven de 17 años, vive con sus abuelos en una casa llena de historia y misterio. Un día, Verónica Fuller, una escritora australiana en busca de tranquilidad y una nueva dirección para su carrera...