5- Perfecta y correcta

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Camil

—¿Cómo que no has hablado con tu prometida desde tu compromiso? —Dinah se cruzó de brazos y me dirigió una mirada de reproche—. ¿Qué tipo de relación ridícula es esa?

—Una arreglada. —La barra se inclinó antes de enderezarse. Quizá no debería haberme tomado dos mai tais y medio seguidos, pero mi happy hour semanal con Dinah y Ally era el único momento en el que podía soltarme.

Sin ojos que juzguen, sin necesidad de ser perfecta y "correcta".

¿Y qué si estaba un poco achispada? El bar se llamaba The Tipsy Goat. Era de esperar.

—Es mejor que no hayamos hablado —añadí—. No es la conversadora más agradable.

Incluso ahora, el recuerdo de mi primer y hasta ahora único encuentro con Lauren me producía una oleada de indignación.

No había mostrado ningún remordimiento por haberse saltado la mitad de nuestra cena de presentación para fumar puros en el despacho de mi padre, y se había marchado sin ni siquiera dar las gracias o las buenas noches.

Lauren era multimillonaria, pero tenía los modales de un troll mal criado.

—Entonces, ¿por qué te vas a casar con ella? —Ally enarcó una ceja perfectamente arreglada—. Dile a tus padres que te busquen una pareja mejor.

—Ese es el problema. No hay mejor pareja a sus ojos. Creen que es perfecto.

—Lauren Jauregui, ¿perfecta? —Su ceja se arqueó más—. Su equipo de seguridad una vez hospitalizó a alguien que intentó entrar en su casa. El tipo terminó en un coma de meses con costillas rotas y una rótula destrozada. Es impresionante, pero yo no diría que es perfecta.

Solo Ally pensaría que poner a un tipo en coma es impresionante.

—Confía en mí, lo sé. No soy yo a quien tienes que convencer — murmuré.

No es que la notoria crueldad de Lauren le importara a mi familia. Podía disparar a alguien en hora punta en el centro de Manhattan y dirían que la persona se lo merecía.

—No en tiendo por qué accediste a cualquier compromiso. —Ally negó con la cabeza—. No necesitas el dinero de tus padres. Puedes casarte con quien quieras y no hay nada que puedan hacer al respecto.

—No se trata del dinero. —Aunque mis padres me cortaran la herencia, me sobraba con mi trabajo, las inversiones y el fondo fiduciario, al que llegué a los veintiún años—. Se trata de... —Busqué la palabra adecuada—. Familia.

Dinah y Ally intercambiaron miradas.

No era la primera vez que hablábamos de mi compromiso o de mi relación con mis padres, pero cada vez me sentía obligada a defenderlos.

—Los matrimonios concertados se esperan en mi familia —dije—. Mi hermana lo hizo, y yo también. He sabido que esto iba a pasar desde que era adolescente.

—Sí, pero ¿qué van a hacer si dices que no? —preguntó Dinah—. ¿Desconocerte?

Mi estómago cayó en picado. Forcé una risa apretada. —Tal vez. — Absolutamente.

Habían alabado a mi tía por repudiar a mi prima después de que rechazara una beca en Princeton para abrir un camión de comida. Negarse a casarse con un Jauregui sería mil veces peor.

Si rompía el compromiso, mis padres no volverían a verme ni a hablarme. No eran perfectos, pero la perspectiva de separarme de mi familia y quedarme sola hacía que los mai tais se agitaran peligrosamente en mi estómago.

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