27- Vas a ser mi muerte🔞

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Camila

Salir con Laure fue como redescubrir una parte de mí que había enterrado cuando me di cuenta de que mi futuro no era mío. La parte que soñaba con el amor y las rosas, que no temía abrirse a alguien por si me enamoraba de él y resultaba ser una "pareja inadecuada".

Incluso cuando había salido con Shawn, del que no había tenido noticias desde el incidente del apartamento, había arrastrado una sensación de fatalidad inminente. Sabía que mis padres no lo aprobarían, y el conocimiento nos había seguido como una tercera rueda invisible.

Pero con Lauren, podía disfrutar de su compañía sin preocupaciones. No solo era un par do aprobado por la familia, sino que era realmente, bueno, agradable una vez que miraba más allá del ceño fruncido y la arrogancia.

—Dame una pista. Te prometo que no se lo diré a nadie. —Le puse mis mejores ojos de cachorro.

Después de un mes, por fin me había acostumbrado a nuestra nueva dinámica de relación. Las mañanas perezosas, las noches explosivas y todos los momentos tranquilos y maravillosamente mundanos entre medias. Incluso convencí a Lauren para que asistiera a la degustación de la tarta de boda —llevaríamos al pastelero a Italia para la boda—, aunque su opinión había sido cuestionable en el mejor de los casos. Le habían gustado todas las tartas, incluso la "experimental" de merengue de coco, que no tenía por qué tocar las papilas gusta vas de nadie.

Por primera vez, entendía lo que era formar parte de una pareja de novias de verdad, y era extraño, hermoso y aterrador, todo en uno.

La boca de Lauren se curvó en una sonrisa. Estábamos haciendo progresos en el frente de menos fruncimientos y más sonrisas. No mucho, pero sí algo.

En este punto, tomé lo que pude conseguir.

—Sería un argumento convincente si la sorpresa no fuera para , mia cara —dijo.

—Más razón para que me lo digas. Es mi sorpresa. ¿No puedo opinar sobre cuándo y cómo se revela?

—No.

Solté un suspiro de sufrimiento. —Es usted un hueso duro de roer, señora Jauregui.

La risa retumbó en su pecho. —Me lo agradecerás una vez que lleguemos allí. Esta es una sorpresa que hay que mostrar, no contar.

Estábamos en la limusina de camino a una misteriosa cita que había planeado para nosotros. A juzgar por la ruta que estábamos tomando, nos encontrábamos en el alto Manhattan. También me había dicho que llevara algo bonito pero cómodo, así que no podía ser un lugar demasiado elegante.

¿Era una exposición en un museo privado? ¿Una cena en ese nuevo restaurante clandes no del que todo el mundo hablaba maravillas?

—Si me lo dices ahora, dejaré de poner esas flores que tanto odias en los baños de los invitados —le dije.

—No.

—Dejaré de acaparar las mantas.

—No.

—Veré un partido de fútbol contigo. Incluso fingiré que me gusta.

—Tentador —dijo secamente—. Pero no.

Entrecerré los ojos.

A estas alturas no se trataba de la sorpresa. Solo quería ver si podía hacer que Lauren se quebrara. Tenía una fuerza de voluntad exasperante.

Miré el tabique cerrado e insonorizado que nos separaba del asiento del conductor. Thomas, nuestro chófer, estaba concentrado en la carretera. El tráfico avanzaba a paso de tortuga; a este ritmo, llegaríamos a nuestro des no en algún momento del año 2050.

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