23- Perder el control

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Lauren & Camila

Lauren

No necesitaba visitar D.C.

Podría haber llevado a cabo mis asuntos allí de forma virtual, pero agradecí el descanso del tenso ambiente en casa. También aproveché para ver cómo estaba Christian, a quien había encargado un nuevo proyecto además de la situación de Alejandro.

Estaba tumbada

a en el sofá frente a mí, con los ojos fríos. Estábamos en la biblioteca de su ático en el centro de la ciudad y habíamos pasado la última hora hablando de Valhalla, de negocios y de seguridad. Pero a juzgar por su expresión, seguía enfadado por lo que había pasado antes en el vestibulo.

Me limité a besar la mano de una de sus vecinas, uno por el que parecía tener un interés especial.

No todos los días veía a Christian Harper agonizar por una mujer, y que me aspen si lo dejaba pasar sin joderle.

Lo superaría. Ni siquiera estaban saliendo.

—Shawn Méndez. Director general de una empresa de almacenamiento en la nube que saldrá a bolsa a finales de este año —dijo ahora. Levantó una ceja—. ¿Desde cuándo te interesa el almacenamiento en la nube?

La mención del nombre de Shawn borró mi diversión ante la respuesta de Christian a un simple besamanos.

Pensé en ti a medianoche. Con cariño, Heath.

Algo oscuro y no deseado serpenteó por mi pecho.

—No te hagas el tonto. —Tiré el resto de mi bebida y dejé el vaso de cristal en una mesa auxiliar cercana—. ¿Has encontrado algo bueno?

Le había pedido a Christian que investigara los antecedentes de él. No le costó nada averiguar el nombre completo de Shawn, así como todo lo relacionado con su trabajo, su familia y sus aficiones.

Una educación estándar de clase media americana. Estudió en Columbia, donde Shawn conoció a Camila. Una carrera ascendente como desarrollador de software antes de fundar un startup que en ese momento iba viento en popa.

Pero eso era lo más brillante, el nivel superior. Yo quería los bajos fondos.

Christian sonrió. Pocas cosas le animaban más que sacar los esqueletos del armario de alguien. —Existe la posibilidad de que haya estado involucrado en actividades cuestionables que condujeron al crecimiento de su empresa. No criminales, pero sí cuestionables. Lo suficiente como para impactar severamente en el rendimiento de su OPI.

—Bien. Ocúpate de ello antes de que salgan a bolsa.

Alcancé el agua junto a mi whisky vacío, pero no hizo nada para calmar el ardor en mi sangre.

—Por supuesto. —Christian me observó, con un brillo divertido en sus ojos ambarinos—. No has respondido a mi pregunta anterior. ¿Por qué te preocupa tanto ese tipo? No puede ser porque es el ex novio de Camila. El hombre del que estaba locamente enamorada hasta que sus padres la obligaron a romper con él porque no procedía del nivel de dinero de los Jauregui. —Christian agitó su bebida en el vaso—. He oído que le envió rosas después de Año Nuevo. Bonitas.

El ardor se intensificó.

—Él sabe que Camila es mi prometida, y le envió flores de todos modos. Es una falta de respeto.

No le había contado a Christian lo del Club Valhalla, ni lo de Bali, ni ninguno de los cambios en mi relación con Camila. Darle esa información sería como entregarle dinamita a un niño pequeño con ganas de destruir.

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