17- En lo más profundo de su alma

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Lauren & Camila

Lauren

Camila acabó hablando con uno de nuestros terapeutas después del incidente de Lohman & Sons. Nunca habló de sus sesiones, pero cuando llegamos a Bali, su sueño había mejorado y había vuelto a ser la misma ingeniosa y sarcástica de siempre.

Me dije a mí misma que mi alivio no tenía nada que ver con ella personalmente y que simplemente me alegraba por que estuviera en el estado mental adecuado para conocer a mis padres.

—¿Estás segura de que tus padres viven aquí? —Camila se quedó mirando la villa que teníamos delante.

Las esculturas talladas a mano salpicaban el césped en un derroche de colores primarios, y junto a la puerta de entrada tintineaba una sobreabundancia de campanas de viento. Girasoles gigantes brotaban en las paredes con salpicaduras de pintura amarilla y verde.

Parecía un cruce entre una villa de lujo y una guardería.

—Sí. —El lugar tenía Clara Morgado escrito por todas partes. La puerta principal se abrió de golpe, dejando ver una masa de pelo castaño rizado y un catán hasta el suelo—. Prepárate.

—¡Cariño! —gritó mi madre—. ¡Oh, es tan maravilloso verte! Mi niña. —Se precipitó hacia nosotros y me abrazó en una nube de pachuli—. ¿Has perdido peso? ¿Estás comiendo lo suficiente? ¿Duermes lo suficiente? ¿Tienes suficiente sexo?

Camila disimuló su risa con una delicada tos.

Hice una mueca cuando mi madre se apartó y me examinó con ojo crítico. —Hola, madre.

—Para. Te dije que me llamaras Clara. Siempre eres tan formal. La culpa es de Enzo —le dijo a Camila—. Su abuelo era muy estricto con las reglas. ¿Sabes que una vez echó a alguien de una cena por usar el tenedor equivocado? Provocó un incidente internacional porque el invitado era el hijo de un embajador de la ONU. Aunque, para ser justos, es de esperar que el hijo de un embajador de la ONU sepa qué tenedor se usa para las ensaladas y cuál para los entrantes. ¿No es así?

Camila parpadeó, aparentemente aturdida por el torbellino de energía que tenía ante sí.

—Ahora, déjame echarte un vistazo. —Mi madre me soltó y puso sus manos sobre los hombros de Camila—. Oh, eres preciosa. ¿No es hermosa, Lauren? dime, cariño, ¿qué usas para tu piel? Está tan brillante. ¿Aceite de argán? ¿Mucina de caracol? La Mer...

Camila me llamó la atención por encima de la cabeza de mi madre. Ayúdame, me suplicó su mirada.

Mi boca se levantó en una sonrisa.

A pesar de la efusividad exagerada de mi madre, tenía razón. Camila era hermosa. Incluso después de doce horas de vuelo, brillaba de una manera que no tenía nada que ver con su aspecto físico.

Una extraña sensación me recorrió el pecho.

—Sí —dije—. Lo es.

Los ojos de Camila se abrieron un poco y mi madre sonrió con más fuerza.

Nos sostuvimos la mirada durante un momento de suspensión hasta que la voz de mi padre resonó en el césped.

—¡Lauren! —Entró por la puerta principal, delgado y bronceado con una camisa de lino y pantalones cortos—. Me alegro de verte, hijo. —Me dio una palmada en la espalda antes de envolver a Camila en un abrazo de oso—. ¡Y tú, mi nuera! No puedo creerlo. Dime, ¿te ha llevado Lauren a bucear alguna vez?

—Eh, no...

—¿No? —Su voz retumbó más fuerte—. ¿Por qué diablos no? Le he dicho que te lleve a bucear desde que te comprome ste. Ya sabes, concebimos a Christ  después de...

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