12- Bonita

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Camila

—Quizás esta noche por fin follan. —La voz de Dibah crepitó a través de mi teléfono, que había apoyado contra la pared para poder verla mientras me preparaba—. No es una tregua sin un orgasmo para cerrar el trato.

—Dinah.

—¿Qué? Es verdad. Te mereces un poco de diversión después de dejarte la piel estas últimas semanas. —Los clics de su teclado se detuvieron, y una expresión distraída cruzó su rostro—. Hablando de diversión, ¿cuál crees que debería ser el método de asesinato característico de mi personaje? ¿Veneno, estrangulamiento o un buen corte con un cuchillo de carnicero?

—Veneno. —Era el único que no me revolvía el estómago cuando lo imaginaba.

—A machetazos será. Gracias, Chancho. Eres la mejor.

Suspiré.

Dinah estaba sentada en su habitación, con su serpiente mascota Monty colgada sobre los hombros mientras tecleaba furiosamente en su portátil. Detrás de ella, una montaña de ropa cubría su cama y medio ocultaba el retrato al óleo de Monty que Ally y yo habíamos encargado como broma para su cumpleaños el año pasado.

La mayoría de los escritores prefieren el silencio y la soledad, pero Dinah trabaja mejor rodeada de caos. Decía que haber crecido con cuatro hermanos mayores la había condicionado a prosperar en el caos.

—En fin —dijo después de varios minutos de destrozar a sus pobres personajes en la página—. Volvamos al tema que nos ocupa. Tienes que probar el sexo antes de comprometerte. No querrás quedarte con alguien mala en la cama. No creo que Lauren tenga ese problema —añadió—. Apuesto a que folla como...

—Para. —Levanté una mano—. No vamos a discutir las proezas sexuales de mi prometida por teléfono. O nunca.

—No hay nada que discutir. Todavía no has tenido sexo. —Las mejillas de Dinah se fruncieron mientras Monty bifurcaba la lengua como si estuviera de acuerdo—. Tendrás que hacerlo en algún momento. Si no es antes de la boda, entonces en la noche de bodas y en la luna de miel... a menos que ambos planeen ser célibes por el resto de sus vidas. —Arrugó la nariz.

Me puse los pendientes en silencio, pero un revoloteo de nervios me recorrió el estómago.

Tenía razón. Había estado tan concentrada en la planificación de la boda que no había pensado mucho en lo que pasaría después.

El lecho matrimonial. La luna de miel. El calor del torso desnudo de Lauren contra el mío y su boca...

Se me secó la garganta y desterré la imagen mental clasificada como X a los recovecos más oscuros de mi mente antes de que echara raíces.

—Cruzaremos ese puente cuando lleguemos —dije con un tono esperanzador—. Apenas nos conocemos.

Mi tregua con Lauren se había mantenido sorprendentemente bien desde nuestra cita nocturna para merendar la semana pasada, pero a pesar de la conversación ocasional cuando ambas estábamos en casa — algo poco frecuente dadas nuestras apretadas agendas—, mi futura esposa seguía siendo un enigma.

—No hay mejor noche para conocerse que ésta. —Dinah se echó hacia atrás y estiró los brazos por encima de la cabeza. Un brillo travieso iluminó sus ojos—. Hay muchos rincones sexys en el club.

—No me digas que ya los has aprovechado. Solo ha pasado... — Calculé mentalmente el yiempo que llevaba trabajando en el Valhalla—. Tres semanas.

—Por supuesto que no. —Ella bajó los brazos—. Va en contra de las reglas fraternizar con los miembros. Estoy a favor de romper las reglas, pero este es el mejor trabajo que he tenido en años. No voy a perderlo para ser una muesca en el poste de la cama de un tipo rico, no importa lo bueno que esté.

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