43- Yo también te amo

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Camila

Llamaron a la puerta mientras me preparaba para ir a la cama.

Sabía quién era antes de abrir la puerta, pero eso no impidió que mi estómago diera un extraño vuelco cuando vi a Lauren de pie en el pasillo.

Llevaba el mismo jersey de cachemira y los mismos vaqueros que en la cena.

No sabía a dónde había ido después de la comida, pero ahora estaba aquí, y al verlo se me retorció el pecho de una emoción inesperada.

No me había dado cuenta de lo mucho que necesitaba verle, solo a ella, hasta ahora. Era la única persona que podía tranquilizarme después de un día tan agitado.

Nos miramos fijamente, el silencio rebosaba de palabras no pronunciadas, hasta que abrí la puerta más ampliamente en señal de invitación.

El pequeño movimiento rompió el hechizo y ambos nos relajamos visiblemente cuando ella entró y yo tomé asiento en la cama.

—Lo has hecho bien ahí atrás. —Lauren se apoyó en la pared, con una mano me da en el bolsillo mientras sus ojos encontraban los míos—. Haciendo frente a tu padre.

—Gracias. —Sonreí con pesar mientras me sentaba en la cama frente a ella—. Pero me gustaría que la conversación hubiera ido mejor.

—Fue como se suponía que debía ser. —En los ojos de Lauren brillaron fragmentos plateados de luz de luna—. Ahora sabes el tipo de hombre que es. Está demasiado lejos, mia cara. No lo digo solo porque tenga prejuicios contra él. Si pudiera elegir, preferiría que arreglaras tu relación con él y fueras feliz, pero ¿quién es él ahora? —Su voz se suavizó—. No se merece tu tiempo ni tu energía.

Un dolor se instaló en mi garganta. —Lo sé.

No tenía el cierre que quería, pero sí el que necesitaba.

—Me impresiona que te hayas contenido en la cena —añadí, tratando de aligerar el ambiente—. Me había preparado para los insultos verbales. Tal vez algunas amenazas y puñetazos para mantener las cosas interesantes.

Lauren no había dicho ni una palabra durante el enfrentamiento. Nunca la había visto tan callada durante tanto tiempo, pero lo agradecí. Tenía que librar mis propias batallas en lugar de confiar en que otros las libraran por mí.

—He estado practicando mi contención. —La más leve de sus sonrisas —. Como he dicho, este viaje no se trata de mí.

La conciencia se estremeció cuando nuestras miradas se sostuvieron.

Mi habitación era lo suficientemente grande como para acomodar a cuatro, pero la presencia de Lauren llenaba cada rincón, haciendo que los bordes de mi mente se volvieran nebulosos y el hueco en mi pecho un poco menos vacío.

—Gracias por venir conmigo. —Intenté ignorar la forma en que su mirada me bañaba de calidez—. Sé lo ocupada que estás, y no puede ser divertido estar bajo el mismo techo que alguien a quien odias.

—No lo sé. Fue bastante divertido verle casi reventar un vaso sanguíneo en la mesa.

Una risa involuntaria salió de mis labios. —Eres horrible.

—Solo con los que se lo merecen. —Otra sonrisa se dibujó en sus labios—. Es agradable oírte reír de nuevo, mia cara.

Mi sonrisa se desvaneció ante el suave y pesado significado escondido entre sus palabras.

Se hizo otro silencio entre nosotros, denso y cargado de tensión. Las luciérnagas encendidas bailaban sobre mi piel, dejando estelas de electricidad a su paso. El vestido me resultaba pesado y me moví en la cama, tratando de aliviar el nuevo dolor de estómago.

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