• SPRING DAY'S •

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— ¿Quién fue el idiota que le regaló otra esclava al rey? ¿Qué no se dan cuenta de que sólo pierden el tiempo, dinero y espacio?— decía con molestia aquella mujer de lacios cabellos negros, observando a través de la ventana.

— Aun no lo sabemos, señorita... llegó esta mañana en compañía de su majestad.— Shoko explicaba lo poco que sabía.

— Bien, dejemos que se divierta un rato, estoy segura que terminará desechándola como al resto.— ahora sonreía, recordando que ella seguía siendo su concubina favorita.— Después de todo no hay nadie que pueda sacarme de la mente del señor Gojō.— decía con seguridad.

Hasta que alguien detrás de Utahime habló, interrumpiendo su momento de gloria. — Si yo fuera tú no estaría tan segura de eso.— respondía Nobara, entrando a la habitación.Había estado escuchando todo a través de la puerta.

— ¿Y por qué no? sólo mírala, se nota que es una campesina sin clase que se siente importante por vestir telas finas.— no apartaba la mirada del peli blanco.

— Si... pues esa "campesina" como la llamas es nada más y nada menos que la nueva esposa de su majestad.— al decir aquello levanto su barbilla, estando orgullosa por cerrarles la boca.— Por fin alguien logró bajarte del pedestal en el que tú misma te colocaste y sabes cuál es la mejor parte, que no fue una mujer la que lo consiguió, sino un hombre.— se reía.

Observando como el rostro de la azabache se deformaba, pues apenas escucho esas palabras volteo en dirección a la castaña.

— ¿Qué has dicho?— interrogó con fuerza.

— Lo que oíste, Utahime... parece que el señor Gojō por fin se dio cuenta de la víbora que eres.— se acercaba lentamente.

— ¡Eso no puede ser cierto! ¿Cómo demonios paso?— seguía soltando.

— Te diré, sólo para que termines de coserte en tu propia ira.— se detuvo a dos pasos de la peli negra.— Según cuenta Geto, durante su visita al Reino vecino, su majestad conoció al único heredero que tienen... su belleza es tal, que ni siquiera nuestro señor pudo resistirse, aún tratándose de un chico.— le gustaba molestar.— Ignorando sus propias costumbres, se acercó a él para intentar cortejarlo y ¿Qué crees que pasó?— se reía.

— ¿Me estas queriendo decir que se casaron con solo cinco días de conocerse?— era demasiado para ella.

— Cuatro, de hecho... la visita se retrasó debido al mal clima.— señalo la ventana para que Utahime mirara en esa dirección.— Y ahora no hay nada que puedas hacer para cambiar la historia, pues si algo le llegase a pasar al heredero de la familia Itadori ¡Tú serás la única responsable!— levanto la voz al mencionar eso último.— Tienes historial, querida... a excepción de su majestad, todo el mundo aquí sabe lo que haces con las nuevas esclavas y concubinas que llegan a manos del señor Gojō... y si te expresas así de él... no creo que dudé un segundo en cortarte la cabeza.— su semblante se volvía serio en cuestión de segundos.

Ahora que tenían una oportunidad contra la fémina, no podían permitir que algo malo le sucediese al peli rosa. 

— ¡Maldita!— pensaba abalanzarse sobre ella, cuando Shoko intervino.

— Señorita Utahime, no lo haga, sólo está intentando provocarla.— la sostuvo con fuerza.

— ¡Suéltame! voy a matarla.— exclamaba con fuerza.

— Haha, adiós, cariño.— huyó de ahí a toda prisa, antes de que si vida corriera verdadero peligro, dejando atrás una escena más que divertida.

La peli negra no dejaba su rabieta, causando que el resto de la servidumbre la observara.



— Dime, Yūji... ¿Te has sentido cómodo en este lugar?— cuestionaba.— Si hay algo que no te agrade, por favor házmelo saber.— decía, al mismo tiempo que cubría al más bajo con ayuda de una delgada tela.

— Todo es perfecto en este lugar.— mantenía sus ojos cerrados.— El sol tan cálido y brillante, la fresca brisa que nos proveen los árboles de cerezo y esos paisajes tan verdes y llenos de vida que me hacen no querer volver a mi hogar.— suspiraba.

Se había enamorado a primera vista del sitió.

— Este será tú nuevo hogar si así lo deseas.— ofrecía de inmediato.

Estaba dispuesto a todo con tal de tener feliz al pequeño peli rosa.

— Eso suena maravilloso...— era el momento.— pero hay algo que no me agrada, un pequeño detalle.— mencionaba.

— Habla, de qué se trata.— no lo dejaría pasar.

— En aquella ventana del segundo piso hay una chica que no deja de verme, puedo sentirlo incluso con los ojos cerrados.— señalaba el lugar.

— ¿Utahime?— logró reconocerla.— Es una de mis concubinas, supongo que espera dentro de mi habitación desde que supo que regrese.— explicaba un poco.

— ¿Concubina? ¿Tienes concubinas incluso casado conmigo?— fingía molestia, levantándose abruptamente del regazo de Satoru.— Que falta de respeto hacia mí.— iba a ponerse de pie, cuando el albino tomó su mano para impedirlo.

— Espera, no es así... desde que tu y yo estamos casados no he tocado a nadie más.— su voz salía con dificultad.— Te lo puedo jurar con mi propia vida, no le haría eso a la persona que se robó mi corazón.— beso su mano gentilmente.

Sin apartar sus brillantes y profundos ojos azules de ese par de gemas... actuaba de forma tan sumisa ante Yūji.

— Si... pues eso no basta para mí, en mi reino se castiga el adulterio, sobre todo si es alguien de la dinastía.— explicaba, alejando su mano del más alto.— Así que todas ellas deben irse a otro lugar, no las quiero ver dentro de mi palacio.— exigía.

Desviando si vista hacía la peli negra, quien continuaba ahí.

— Pero no puedo hacer eso, ellas forman parte de la servidumbre...— no logró terminar. — ¡He dicho! O se van ellas o me voy yo, porque no pienso convivir bajo el mismo techo con personas de ese nivel.— cruzó sus brazos, dejando ver su falsa molestia.

Satoru suspiro pesado, sabía que sería difícil pero lo haría.

— De acuerdo, será lo que tu digas, cariño... pero no quiero que te molestes. Ordenaré que las lleven a otro lugar, lejos de aquí.— se puso de pie.

Sujetando el rostro del peli rosa gentilmente con ambas manos.

— No quedará ninguna...— dijo.

— No, ni una de ellas.— sonreía, le hacía feliz pensar que Yūji estaba celoso por saber aquello.

Sin embargo, la realidad era otra.

Al llegar al reino de "Oz", Yūji se sintió muy bien... recibiría los mismos tratos que en casa, hasta que llegó a la zona donde se encontraba traban los aposentos de Satoru.

Lugar en donde estaban la mayoría de las mujeres.

De inmediato supo que ellas serían un problema y que probablemente intentarían hacerle de todo para sacarlo de ahí, siendo su muerte el punto más crítico. Decidido a no perder contra nadie, ideaba un plan para echarlas... pero no contaba con la obediencia de Gojō. Pues sólo tuvo que pedirlo una vez para que él accediera a su orden. Su rostro se llenó de satisfacción al saber que esa mujer de cabello negro también se iría.Ya que nadie tenía el derecho a mirarlo desde arriba.

Como la nueva esposa del rey, su voluntad era ley.

Siendo ese beso apasionado por parte del albino la cereza del pastel.


Historias Cruzadas  [GoYuu] [One-Shot's]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora