Capítulo 6: Entre Sombras

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Los días pasaban lentamente, cada uno más sombrío que el anterior. Desde aquella confesión desgarradora en la cafetería, la relación entre Mía y yo había cambiado irremediablemente. Cada encuentro estaba marcado por una tensión palpable, una distancia que se había abierto entre nosotros como una grieta en el suelo.

Intenté ignorar el dolor que sentía, el aguijón de su rechazo aún clavado profundamente en mi corazón. Pero cada vez que la veía, la sombra de lo que habíamos sido juntos se cernía sobre nosotros, recordándome lo que habíamos perdido.

Mía ya no era la misma. Había un muro entre nosotros, una barrera invisible que me impedía acercarme a ella como solía hacerlo. Sus sonrisas ya no eran tan brillantes, sus risas ya no resonaban con la misma alegría. Y aunque traté de ignorarlo, no pude evitar sentirme herido y confundido por el cambio en su actitud hacia mí.

Finalmente, llegó un momento en que ya no pude soportarlo más. La constante incomodidad, la sensación de estar atrapado en un callejón sin salida, me estaba consumiendo por dentro. Me di cuenta de que necesitaba alejarme, no solo de Mía, sino de todo lo que me recordaba lo que habíamos sido juntos.

Fue una decisión difícil de tomar, pero sabía que era lo correcto para mí. Necesitaba tiempo para aceptarlo, para encontrar mi propio camino sin la sombra de lo que podría haber sido nuestra relación pesando sobre mí.

Así que un día, sin previo aviso, desaparecí de su vida. Dejé de responder sus mensajes, de buscarla en los lugares que solíamos frecuentar juntos. Me sumergí en mi propia oscuridad, buscando respuestas en el silencio y la soledad.

No sé si Mía notó mi ausencia, si se preguntó qué me había pasado o por qué había decidido alejarme. Pero para mí, era una necesidad imperiosa, una forma de proteger mi corazón herido y encontrar la paz que tanto anhelaba.

Decidí pasar el verano en casa de mis abuelos en Mar del Plata. Necesitaba un cambio de escenario, un respiro de la ciudad y de todos los lugares que solía frecuentar con Mía. Cada callejón, cada café, cada rincón estaba impregnado de recuerdos que me hacían sentir nostálgico y me recordaban lo que habíamos perdido. Así que tomé la decisión de alejarme, al menos temporalmente, de todo eso. Quería estar lejos de la ciudad, lejos de los lugares que solíamos visitar juntos. En casa de mis abuelos, entre las olas del mar y la brisa fresca, esperaba encontrar la claridad y la serenidad que necesitaba desesperadamente.


Aquello que Nunca FuimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora