Capítulo 11: Cicatrices del Pasado

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- Mía -

La luz titilante de la lámpara en mi habitación apenas lograba dispersar las sombras que se arremolinaban en las esquinas. En la quietud de la noche, me encontraba sola con mis pensamientos, envuelta en un mar de arrepentimiento y nostalgia por lo que había perdido. Cada rincón de mi mente estaba habitado por los recuerdos de Alex, su sonrisa cálida y sus ojos llenos de complicidad.

Recordaba con claridad cada momento compartido, cada risa compartida y cada mirada cargada de significado. Extrañaba su presencia, su cercanía reconfortante que me hacía sentir segura y entendida en un mundo lleno de incertidumbre.

En medio del torbellino de miedos y dudas que invadían mi mente, Alex se erigía como mi refugio seguro, como la luz que disipaba las sombras de la incertidumbre. Él no solo me hacía sentir especial, sino amada y valorada en un mundo donde a menudo me sentía perdida y vulnerable.

Revivía una y otra vez aquel fatídico día en la cafetería, el día en que dejé escapar a Alex. Sentada en el borde de mi cama, me perdí en los recuerdos, lamentando cada palabra no dicha, cada oportunidad desperdiciada.

El rostro de Alex se materializaba vívidamente en mi mente, sus ojos centelleando con una mezcla de esperanza y vulnerabilidad. Su voz resonaba en mis oídos, cada palabra cargada de la promesa de un futuro incierto... ¿Por qué le di esa respuesta? ¿Cómo pude haberlo dejado ir? ¿Cómo pude haber sido tan cobarde?

Un suspiro escapó de mis labios mientras me recostaba contra los almohadones, sumergida en un mar de emociones contradictorias. Había sentido tanto por Alex, mucho más de lo que estaba dispuesta a admitir, pero el miedo, la incertidumbre y mi inseguridad habían tejido un velo oscuro a mi alrededor, impidiéndome ver con claridad.

Me torturaba con el recuerdo de su expresión cuando le dije que no. Vi el destello de decepción en sus ojos, la sombra de tristeza que cruzó su rostro antes de alejarse lentamente de la mesa. En ese momento, supe que había cometido un error irrevocable, uno que me perseguiría durante mucho tiempo.

Desde entonces, había notado cómo se alejaba de mí, cómo nuestras conversaciones se volvían más superficiales y distantes. Cada vez que su nombre aparecía en mi teléfono, sentía un nudo en el estómago, un dolor punzante que no podía ignorar. Lo extrañaba más de lo que me atrevía a admitir, y la sola idea de perderlo para siempre me llenaba de un profundo pesar.

A veces en el silencio de la noche, nuestras verdaderas emociones encuentran su voz más clara.

En medio de la oscuridad, encontré una chispa de esperanza. Sabía que tenía que enfrentar mis miedos, que tenía que dejar de esconderme detrás de mis inseguridades si quería seguir adelante. Aunque no sabía si algún día tendría la oportunidad de enmendar mi error con Alex, al menos sabía que estaba lista para comenzar a sanar las cicatrices del pasado. Y con esa determinación ardiendo en mi pecho, cerré los ojos y me sumergí en un sueño intranquilo, rezando por una segunda oportunidad.


Aquello que Nunca FuimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora